RODRIGO JIMÉNEZ DE RADA
Rodrigo Jiménez De Rada fue una figura multifacética cuya influencia se extendió a lo largo de varios ámbitos de la vida medieval española. Su papel como arzobispo de Toledo, su participación en la política como consejero de varios reyes castellanos, su determinación en la Reconquista a, sus contribuciones culturales y su habilidad diplomática lo convierten en una de las figuras más importantes de su tiempo.
Rodrigo Jiménez de Rada nació en Puente La Reina (Navarra) en el año 1170 en el seno de una familia noble. Desde joven mostró una gran inclinación por el estudio y la religión. Fue enviado a estudiar a la Universidad de Bolonia, una de las más prestigiosas de la época, donde se formó en derecho canónico y civil y en teología. Allí, Jiménez de Rada no solo adquirió conocimientos jurídicos, sino que también se empapó de la rica tradición intelectual de la universidad. Los años en Bolonia fueron fundamentales para su formación, ya que le proporcionaron una base sólida en las leyes de la Iglesia y el Estado, conocimientos que serían cruciales en su futura carrera eclesiástica y política.
Tras pasar cuatro años estudiando en Bolonia se trasladó a París para ampliar sus estudios en teología. No se sabe con exactitud en qué momento de su vida abrazó la vida religiosa, si fue en Bolonia, en París, al volver o antes de marchar a estudiar.

A su regreso a España, su reputación intelectual y talante ya lo precedían y por ello fue llamado a participar como mediador en octubre de 1207 ante los cuatro reyes de Aragón, Castilla, León y Navarra en Guadalajara, donde se firmó una importante paz entre Castilla y Navarra que favorecía la concentración en afrontar la Reconquista frente a los moros.
En 1208, siendo obispo de Osma y junto a su colega y obispo de Palencia Tello Téllez de Meneses, crearon el Studium Generale de Palencia, considerada la primera universidad de España y que sirvió de inspiración a Alfonso IX de León para crear años más tarde la universidad de Salamanca, en la que también fue Jiménez de Rada su alma pater. Su fundación marcó un hito en la educación superior, contribuyendo significativamente al conocimiento y la cultura.

Fue nombrado arzobispo de Toledo en el año 1209, una posición que le permitió aplicar los conocimientos y principios que había adquirido durante sus años de estudio. Su formación en Derecho Canónico y civil le permitió abordar con eficacia los desafios administrativos y jurídicos de su diócesis, y su profundo sentido de la justicia lo convirtió en un líder respetado y admirado. Toledo era era la sede primada de España, lo que significaba que el arzobispo de Toledo tenía una gran influencia sobre la iglesia en todo el reino. Durante su mandato, Jiménez de Rada trabajó incansablemente para fortalecer la autoridad de la iglesia y mejorar la administración eclesiástica.
A finales del año 1210, el Papa Inocencio III despachó una bula por la que pedía a Jiménez de Rada hacer la cruzada a los moros de Al Ándalus, comenzando así la cuenta atrás de la que sería uno de los momentos más importantes en la historia de España; la Batalla de Las Navas de Tolosa en 1212. Tras recibir la bula papal, Jiménez de Rada viajó a Roma para buscar ayuda humana, material y económica para la cruzada. Fruto de este viaje resultó una timida campaña militar de Alfonso VIII de Castilla y Pedro II de Aragón en la que atacaron Játiva (Alicante). Obvio que los moros del imperio almohade reaccionaron enviando uno de los más numerosos ejercitos que el mundo había contemplado. Llegaron los moros hasta Salvatierra, en el sur de Castilla, frontera entre ambos mundos y defendida por 400 caballeros castellanos. Los moros plantaron 60 máquinas de asedio y durante dos meses atacaron incesantemente, consiguiendo que los castellanos, extenuados y desnutridos, abandonasen la posición.

Entonces Jiménez de Rada comprendió que la situación era tan peligrosa como en la invasión del año 711. Con la frontera sur desprotegida, Toledo, la capital espiritual de España quedaba a tiro de piedra del mayor y feroz ejército islamista conocido, por lo que la defensa de Toledo, de España, necesitaba una movilización de recursos humanos y económicos nunca antes realizados por los reinos cristianos de la península. Despeñaperros era una barrera física y mental que debía romperse, recuperando antes Salvatierra y Calatrava la Vieja, de donde la Orden de Calatrava había sido expulsada y tomada por los moros. Había que revertir la situación y que no fuera Toledo la amenazada, sino Córdoba.
Jiménez de Rada comenzó a mover sus hilos y a pulsar todas las teclas posibles. Tras mensajearse con el Papa, este declaró la cruzada y pidió a todos los obispos de Europa se movilizasen para animar a soldados y caballeros a participar en la guerra contra el moro en España. Desde lugares que hoy forman parte de Francia, Italia y Alemania llegaron 10.000 caballeros y 100.000 soldados, todos ellos fueron concentrados, pertrechados y alimentados en Toledo
En una frenetica carrera diplomática realizada por Jiménez de Rada, Portugal acudió a la llamada. Donde más reticencias se encontró Jiménez de Rada fue en la propia España que, dividida en cuatro reinos, cada uno de ellos velaba por sus intereses. Consiguió que Aragón y Castilla participasen juntas, pero Alfonso IX de León no quiso movilizar su ejército, pues creía que tras la batalla sus fuerzas se podían ver mermadas ante Castilla, con quien tenía conflictos por las fronteras de ambos reinos, pero para evitar quedar mal con el Papa y que no pareciese un traidor, permitió que acudiesen voluntarios leoneses. Tampoco Sancho VII de Navarra estaba motivado, pues Navarra al igual que León, tenía frontera con Castilla y aunque inicialmente no participó, a última hora arrepentido y convencido por el también navarro Jiménez de Rada, acudió con 500 caballeros que durante la batalla protagonizaron la famosa carga que llegó al campamento del califa.

Parecía que Oriente y Occidente se iban a enfrentar pero no. La gran mayoría de soldados europeos que habían llegado no lo habían hecho por Fe y principios, sino por vanidad y botín, pero tras varios meses bajo el duro sol castellano y reprimidos de saquear los barrios musulmanes de las villas y aldeas por las que pasaban, decidieron retirarse, causando muchos problemas a su paso de retorno por la península. Tan solo los más creyentes se quedaron para luchar, principalmente escoceses y algunos franceses.
Mermado el ejercito cristiano, comenzó la campaña rumbo al sur. El primer éxito de importancia fue recuperar el castillo de Salvatierra tomado por los moros el año anterior. El lugar era geográficamente importante no solo por ser la sede de la Orden de Calatrava, sino también por su privilegiada situación geográfica en el valle medio del río Guadiana. Su destacada posición, en la margen izquierda de este, la hacían paso obligado en el camino de Córdoba a Toledo y en las comunicaciones entre el Levante y el Poniente peninsular.
Al llegar a Despeñaperros, el ejército musulmán había «blindado» todos los pasos, por lo que parecía imposible cruzarlo. Pero la providencia, y en palabras de Jiménez de Rada, un enviado de Dios apareció como un pastor manco que les enseño un pequeño sendero oculto que conducía al otro lado del desfiladero y de aquella manera lograron el primer golpe de efecto sobre los moros. No nos vamos a extender con la Batalla de Las Navas de Tolosa, pues eso merece otro artículo en profundidad, tan solo comentar que en ella Jiménez de Rada tuvo un papel protagonista y su participación fue uno de los momentos más destacados de su carrera. Esta batalla fue un punto de inflexión en la Reconquista, ya que las fuerzas cristianas lograron una victoria decisiva sobre los moros, tras la cual, la barrera física y psicológica que suponía Despeñaperros quedó traspasada y se consiguió que la amenazada no era Toledo sino Córdoba.

En 1214 murió Alfonso VIII de Castilla, el Noble , a quien había servido como consejero durante los últimos años. La corona pasó a su hijo Enrique, de tan solo 10 años y la regencia a su hermana la infanta Berenguela. Pronto surgieron intrigas en la crte, principalmente por parte de la Casa de Los Lara, por lo que Jiménez de Rada, muy acertadamente, se apartó de la corte para centrarse en asuntos eclesiásticos. Con la llegada al trono en 1218 de Fernando III el Santo, como rey de Castilla, fue nombrado canciller de este y retomó las funciones políticas.
Durante los años siguientes, en su calidad de arzobispo y caudillo de la cruzada, condujo la expedición militar con la que intentó infructuosamente reconquistar Cáceres y la dirigida contra la frontera de Valencia, donde recuperó los castillos de Serreilla, Sierra y Mira, pero fracasó frente a Requena. Respecto a sus funciones eclesiásticas, estuvo ocupado en combatir las herejías albigenses que se propagaban desde Francia.
En el año 1226 comenzó a idear una nueva catedral para Toledo, pues la de entonces era la antigua mezquita convertida en iglesia y Jiménez de Rada creía que Toledo merecía la mayor catedral del orbe cristiano. Recibió el visto bueno del Papa Honorio III y trazó él mismo la planta de la nueva catedral, de 112 metros de largo por 56 de ancho y 88 columnas. Junto con Fernando III, puso los cimientos de la catedral.
“debaxo de la cual echaron medallas de oro y plata conforme a la costumbre antigua de los Romanos”

En 1230 se encontraba junto a Fernando III asediando la ciudad de Jaén cuando llegó la noticia de la muerte del rey leonés Alfonso IX, padre de Fernando III. Ambos marcharon a León, donde tras solventar las discordias habidas por la sucesión, ambos reinos quedaron unidos bajo la Corona de Castilla. Fernando quedó tomando posesión de su nuevo reino, y encargó el mando de las huestes en la frontera andalusí al arzobispo Rodrigo, otorgándole el adelantamiento de los territorios que reconquistase; en 1231 Jiménez de Rada consiguió avanzar las posiciones cristianas recuperando Quesada Iznatoraf y Cazorla, encargando el gobierno de estos lugares a familiares y allegados navarros.
En 1235 tuvo que viajar a Roma para mediar entre el Papa Gregorio IX y las órdenes militares de Santiago y Calatrava que pretendían hacerse independientes del Vaticano para no pagar impuestos y estando allí le llegó la extraordinaria noticia de la reconquista de Córdoba por parte de Fernando III el Santo. La recuperación de Córdoba para la cristiandad fue una noticia que sacudió el mundo entero, causando júbilo en Occidente y tristeza en Oriente. Aunque el logro militar fue de Fernando III, no se le puede negar su parte a Jiménez de Rada, quien casi desde el momento de su nacimiento invirtió energía, voluntad, diplomacia y dinero en la Reconquista.
A su regreso a España pasó por Navarra, para aconsejar al rey Teobaldo I el Trovador quien estaba preparando su marcha a las Cruzadas y para quien medió en Castilla evitando que el rey castellano le hiciese la guerra a Navarra aprovechando su ausencia. Al llegar a Toledo se dedicó a organizar la Diócesis de Córdoba, recién recuperada. De nuevo poco tiempo parado, pues al año siguiente, en 1237, el Papa le pidió acudiera a Lisboa para poner fin a los excesos contra el clero portugués que estaba siendo sometido por parte del Infante Fernando de Serpa en ausencia de su padre, el rey Sancho II de Portugal. Solucionado el problema retornó a Toledo, pero la reconquista de Valencia por parte de Jaime I el Conquistador causó una disputa entre el arzobispado de Toledo y el de Tarragona por la inclusión en una u otra diócesis de la recién reconquistada Valencia, así que de nuevo viajó a Roma para reclamar la jurisdicción de Toledo sobre Valencia, pues antes de la ocupación musulmana había sido sufragánea de Toledo. Gregorio IX le dió la razón y falló a favor de Toledo. A su regreso a España, Jiménez de Rada cruzó por el territorio eclesiástico tarraconense portando la cruz primacial y otorgando indulgencias, lo que no sentó bien al arzobispo de Tarragona, que doblemente molesto por el pleito de Valencia y por la ostentación que Rodrigo hacía de su primacía, le excomulgó. La excomunión sería anulada poco después por el Papa; la diócesis valentina, que en primera instancia fue concedida al toledano en un juicio celebrado en Tudela en presencia de ambos arzobispos, varios años más tarde quedó definitivamente para el tarraconense tras la apelación a la Santa Sede.
En el año 1243 publicó «De Rebus Hispaniae» una crónica de la historia de España desde los tiempos antiguos hasta aquel año. También conocida como «Cronicón de las cosas sucedidas en España», «Historia gótica» o «Crónica del toledano», esta obra es una de las fuentes más importates para el estudio de la historia medieval española y es ejemplo del amplio conocimiento de Jiménez de Rada sobre la historia y la cultura española. . Realizó la primera crónica de la legendaria batalla de Clavijo. Fundamentalmente, su mérito reside en que utiliza un método crítico como historiador, cuestionando inteligentemente sus fuentes, haciendo uso de la documentación y recurre a fuentes árabes para contrastar sus datos. Su «De rebus Hispaniae«, que sigue el modelo de la «Crónica najerense«, se convirtió en fuente de primer orden para la «Estoria de España» de Alfonso X el Sabio. La obra fue traducida pronto a las distintas lenguas romances peninsulares, comenzando con la aragonesa «Estoria de los godos» y la catalana «Crònica d’Espanya» atribuida a Pere Ribera de Perpinyà, y por estas dos vías, influyó notablemente en la concepción de una historia unitaria de España.

En el año 1247 viajó a Lyon para participar en el I Concilio Lugdunense, pero estando allí le informaron que Fernando III el Santo estaba sitiando la ciudad de Sevilla y Jiménez de Rada, siempre tan entusiasta de la Reconquista, no quiso perderse la ocasión y decidió abandonar el Concilio para dirigirse a Sevilla. Pese a lo delicado de su salud a sus 77 años y contradiciendo a quienes le aconsejaban no realizar el viaje en ese momento, Jiménez de Rada se embarcó en el Ródano y falleció en el viaje el 10 de junio de aquel año. Su cuerpo fue embalsamado y sepultado en el monasterio de Santa María de Huerta.
Mater Navarra, nutrix Castella, Toletum Sedes, Parisium Studium, mors Rhodanus, Horta mausoleum, coelum requies, nomen Rodericus.
Bis quater adde fuit, erit constructio plana
Su enorme biblioteca fue legada al Monasterio de Santa María de la Huerta, en Soria, pero, durante la invasión francesa del siglo XIX y la Guerra Civil española del siglo XX sufrió saqueos y destrucción, por lo que tan solo unos 30 manuscritos se conservan en la actualidad.
