LA RECONQUISTA

LA RECONQUISTA DE SEVILLA

En el año 1246 reinaba en Castilla y León el rey Fernando III el Santo, quien años atrás ya había reconquistado la antaño capital califal Córdoba y otras importantes villas, hasta entonces ocupadas por los moros y quizás por ello no había consumido su afán reconquistador, pero, ahora tenía en mente recuperar la imponente Sevilla.

A tal fin, organizó un poderoso ejército para el que necesitó pactar con otros reinos lindantes, con Jaime I de Aragón y con el rey nazarí de Granada, que desde varios atrás era feudo de Castilla. También envió una embajada al Vaticano, encabezada por el obispo Jiménez de Rada, para conseguir una bula papal que otorgase a la campaña el título de Cruzada, objetivo que se consiguió y gracias a la cual se obtuvieron fondos económicos de la iglesia española y de otros reinos cristianos de Europa, ahora integrados en países llamados Francia, Alemania e Italia.

La campaña comenzó en la primavera del año 1247 con el asedio a la villa de Carmona, a 34 kilómetros de distancia de Sevilla. Los moros de la villa ofrecieron una tregua de seis meses a cambio de un tributo económico a Castilla, con la esperanza que durante ese tiempo llegase ayuda desde el exterior, algo que no sucedió y tuvieron que rendirse en septiembre. La rendición de Carmona causó el pánico entre otras poblaciones moras de la región que optaron por secundar la rendición, como fue el caso de Constantina en la provincia de Sevilla y de Reina, en la actual Badajoz. Al mismo tiempo, se reconquistaron las villas de Lora del Río, Gerena, Guillena, Cantillana y más tarde Alcalá del Río.

El avance terrestre estaba siendo un éxito y el ejército de Fernando III ya estaba a las puertas de Sevilla, pero no bastaba. Sevilla tiene un río navegable, el Guadalquivir, que desemboca en el mar y eso significa que por ahí podían llegar refuerzos desde el norte de África, tal y como estaba sucediendo, ya que el emir de Tánger había enviado treinta galeras a Ceuta para asegurar el estrecho y de esta manera mantener el envío de guerreros y recursos a Sevilla. Pero con esto ya contaba Fernando III, por lo que llamó a Ramón de Bonifaz, el Almirante de Castilla, para que organizase una flota capaz de eliminar a la musulmana. Y así fue. Tras conseguir reunir una flota de trece naves y seis galeras tripuladas por cántabros, la flota de Ramón de Bonifaz derrotó a la flota musulmana en el estrecho, logrando capturar tres galeras enemigas y hundiendo otras muchas. Tras deshacerse de la flota mora, la armada castellana remontó el Guadalquivir para unirse a las tropas terrestres y junto al rey Fernando III en San Juan de Aznalfarache, a tan solo 4 kilómetros de Sevilla. Aunque no sería justo decir que la reconquista de Sevilla se ganó en el mar, si es cierto que como veremos más adelante, el papel de la armada castellana fue fundamental y por ello, muchos municipios de la actual Cantabria, entre ellos el propio Santander, por haber sido los lugares de los que partieron los barcos y los hombres, incluyeron en sus escudos este importante acontecimiento.

Aislados los moros de Sevilla, el asedio comenzó en agosto del año 1247. Se establecieron varios campamentos en los alrededores de la ciudad, siendo la zona frente a Triana la que correspondió a la Orden de Santiago, la cual, hasta el final del asedio participó en los combates y cabalgadas más duras y exitosas durante el largo asedio. En total y sumando a los marineros, el ejército de Fernando III constaba de algo menos de 30.000 hombres, por su parte, los moros contaban con unos 3.000 hombres de la guarnición sevillana, 20.000 hombres civiles armados, 9.000 mauritanos, argelinos y marroquíes llegados desde el norte de África y unos 20.000 hombres de las taifas de Niebla y de Jerez que atacaban a la retaguardia hispana. En total 47.000 moros.

Sevilla era entonces una ciudad muy fuertemente protegida por fuera y por dentro, ya que estaba rodeada por una muralla de 7,5 kilómetros de longitud y en la que en algunos tramos había doble muralla, era la ciudad más grande jamás asediada en la península ibérica.

Estatua de Fernando III el Santo, en Sevilla

Para destruir a la flota castellana, los moros lanzaron una gran balsa armada con fuego griego, un arma incendiaria semejante a los modernos lanzallamas que arrojaba alquitrán ardiendo a los barcos enemigos. Por suerte, no cundió efecto y no consiguió acabar con la armada castellana. Para asegurar la entrada fluvial a la ciudad, a la altura donde hoy está el Puente de Triana, había una fortaleza y el paso fluvial estaba protegido por una gran cadena de hierro que cortaba el paso a cualquier embarcación. Había que salvar este obstáculo para entrar en Sevilla y fue un tal Ruy Pérez a quien se le ocurrió acoplar una gran sierra a la popa de los dos barcos más resistentes de la armada castellana, probablemente dos carracas de carga, con sus proas reforzadas con gruesas tablas sujetas con pernos y uno de ellos llamado Rosa de Castro, capitaneado por el propio Ramón de Bonifaz.

Ramón Bonifaz. Miniatura del Libro de la Real Cofradía de los Caballeros del Santísimo y de Santiago

El 3 de mayo de 1248, aprovechando el viento, los dos barcos se dirigieron a la dichosa barrera acosados entre flechas y piedras de los moros. El puente había sido reforzado para que aguantara la embestida y, el primero de los barcos no consiguió su objetivo, pero el segundo si, consiguiendo romper el puente de barcas y aislando de esta manera a Sevilla de la rica comarca del Aljarafe. El humanista e historiador Alvar Gómez de Castro escribió un poema dedicado al ingenioso Ruy Pérez, creador de la idea de acoplar una gran sierra al barco para romper el cerco. El poema dice así:

Entre los fechos que guarda la fama de vos, Rui Pérez, remembre el famoso asaz entendido el Cielo vos llama; y nuestro Fernando por verse dichoso. Ca siendo imposible ganar Sevilla teniendo su entrada por mar bien guarnida, con una cadena de fierro crecida, con esta invención pudieron asilla. A Don Ramón Bonifaz le dixistes: Fijase una sierra a un fuerte navío, fecho lo cual, con mañas y brío, surcando el navío el fierro rompiste. Por esto, Fernando Tercero y prudente dijo: Rui González un hombre hábil es, de donde Avilés os nombraste después, y vuestra tierra, por vos juntamente.

Trozo de la cadena en el puente de barcas de Sevilla en la Iglesia de Santa María de la Asunción, en Laredo

Como recompensa, Fernando III entregó un escudo nobiliario a Ruy Pérez que hoy en día también lo es de la ciudad de Avilés. La villa de Laredo fue premiada eximiendo a sus habitantes del pago de peaje en cualquier lugar del reino. Además, les facultaba para pescar en todos los puertos castellanos y gallegos con la condición de comprar la sal en los almacenes reales.

Escudo de Avilés

Cortada cualquier ayuda por el Guadalquivir, la rendición de la ciudad era cuestión de tiempo y así fue, aunque los moros intentaron hacerle el lío a Fernando III, ofreciendo distintas condicones para la rendición. En octubre llegó la primera oferta, cuyas condiciones no fueron aceptadas por Fernando III. La segunda consistía en entregar el alcázar y las rentas de la ciudad, pero era obvio que Fernando III no quería dinero, quería la ciudad e insitió de nuevo que solo acptaría la rendición incondicional. Varios después los moros añadieron a estas dos condiciones el entregar un tercio de la ciudad, a lo que tambi,én se negó Fernando. A los moros les estaba costando hacerse la idea de abandonar la ciudad, así que al igual que en el regateo en una operación comercial, ofrecieron la posibilidad de dividir la ciudad en dos partes mediante un muro; una parte quedaría para ellos y otra para los cristianos.

Finalmente los moros tuvieron que aceptar la derrota y la rendición incondicional. Tuvieron que entregar la ciudad con todos los edificios intactos, incluida la mezquita recientemente construida y cuyo minarete es la actual Giralda. Además, tenían que abandonar la ciudad, ofreciendoles un salvoconducto y barcos para cruzar el estrecho al norte de África. Se les permitió vender sus propiedades y aquellas pertenencias que no quisieran o no pudieran llevarse.

«demandaron plazo al rey para vender sus cosas, las que non podian leuar; et fue un mes el que ellos demandaron, et el rey ge lo dio»

Axataf entregándole las llaves de Sevilla a Fernando III. Pintura de Francisco Pacheco,

El 23 de noviembre de 1248 se llevó a cabo la ceremonia oficial de entrega del alcázar de la ciudad y el consiguiente ondeado del estandarte castellanoleonés y las nuevas autoridades castellanas se hicieron cargo de la ciudad. Como se había otorgado un mes de plazo para que los moros abandonasen la ciudad, el 22 de diciembre se hizo entrega de las llaves de la ciudad a Fernando III y comenzó el traslado de los moros a África, bajo custodia y supervisión de la Orden de Calatrava.

El 25 de diciembre del año 1248, tras 537 años de ocupación musulmana, Sevilla volvió a celebrar la Navidad.

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