ESPAÑA

LA PRIMERA GUERRA DE MARRUECOS

Entre 1840 y 1859 las ciudades españolas de Ceuta y Melilla sufrieron ataques constantes por parte de rifeños marroquíes a quienes el sultán de Marruecos no podía o no quería reprimir ni controlar. Además, los ataques a barcos y navíos mercantes en aguas del Estrecho de Gibraltar también sufrían ataques y actos de piratería. Tras 20 años de ataques y protestas diplomáticas que quedaban en papel mojado, España decidió construir una línea fortificada en torno a la ciudad de Ceuta pero las obras fueron destruidas por los marroquíes en agosto de 1859. Tras 20 años de ataques y protestas diplomáticas que resultaban ser papel mojado, el gobierno de España presidido por Leopoldo O’Donnell, declaró la guerra a Marruecos.

«No nos lleva un espíritu de conquista; no vamos a África a atacar los intereses de la Europa, no; ningún pensamiento de esta clase nos preocupa; vamos a lavar nuestra honra, a exigir garantías para lo futuro; vamos a exigir de los marroquíes la indemnización de los sacrificios que la nación ha hecho; vamos, en una palabra, con las armas en la mano a pedir la satisfacción de los agravios hechos a nuestro Pabellón. Nadie puede tacharnos de ambiciosos; nadie tiene derecho a quejarse de nuestra conducta.»

Leopoldo O’Donnell, presidente del gobierno en el congreso de los diputados 22-10-1859

Leopoldo O’Donnell

La declaración de guerra a Marruecos fue muy bien recibida por el pueblo español, abriéndose numerosos centros de reclutamiento por toda España que tuvieron una gran aceptación, especialmente en Vascongadas y Cataluña, regiones que constituyeron el Tercio de Vascongados y los Voluntarios de Cataluña.

El ejército expedicionario para la conquista del Norte de Marruecos estaba compuesto por 45.000 hombres, 22 barcos de guerra y apoyo necesarios para asegurar las aguas del Norte de África, 3.000 soldados de caballería comandados por el Mariscal de Campo Félix Alcalá Galiano y 80 cañones con el Brigadier Julio de Angulo al mando. Fue dividido en tres grupos distintos, todos dirigidos por el propio Leopoldo O’Donnell que ostentaba el propio Leopoldo O’Donnell.

A mediados de noviembre de 1859 comenzó el desembarco español con el primer grupo. Los moros pensaron que eran las únicas fuerzas españolas y lanzaron un ataque, creyendo que podrían hacer retroceder a los españoles hasta Ceuta. Pese al fiero ataque y siendo minoría en número, este primer grupo de ejercito comandado por el Mariscal de Campo Rafael Echagüe logró detenerlo y hacer que los moros se retirasen con muchas bajas después de una semana de combates. Mientras, unos días después, el segundo grupo al mando del Teniente General Juan Zabala, conquista la Sierra de los Bullones.

El 1 de enero de 1860 tuvo lugar la Batalla de Los Castillejos, una de las más importantes de esta guerra. El primer grupo del ejercito se quedó en Ceuta para defender la ciudad, mientras que el 2º y el 3º comenzaron la marcha hacia la ciudad de Tetuán. Marchaban al frente el propio Leopoldo O’Donnell, quien además de presidente del gobierno era ministro de guerra y el General Prim, quien años más tarde llegaría a ser también presidente. El 3º grupo al mando del General Ros de Olano, marchaba algo por detrás guardando la retaguardia del 2º grupo. Los moros, desde las alturas comenzaron a hostigar a las tropas españolas, que reaccionaron enviando al ataque al General Prim con varias unidades, quienes consiguieron desalojar al enemigo de las posiciones más altas y obligándolos a bajar al valle. Prim y sus hombres, más una compañía de Infantería de marina al mando del capitán Miguel Lobo y Malagamba persiguieron a los moros por el valle, encontrándose con la dificultad extra de un terreno lleno de zanjas mientras llovían proyectiles del enemigo. En total, las fuerzas españolas resistieron cuatro feroces contraataques de los moros. En un momento exhausto para los soldados, Prim ordenó a los suyos se deshicieran de las mochilas y abanderando una bandera de España, les arengó:

«Soldados podéis abandonar esas mochilas porque son vuestras, pero no podéis abandonar esta Bandera, que es de la Patria. Yo voy a meterme con ella en las filas enemigas … ¿Permitiréis que el estandarte de España caiga en poder de los moros? ¿Dejareis morir solo a vuestro general? ¡Soldados! … ¡Viva la Reina!»

Reforzado con varias unidades más, los hombres del General Prim consiguieron hacer retroceder a los moros hasta expulsarlos del valle en cuestión, dejando tras de sí un buen número de bajas, pese a contar con el doble de soldados que Prim. Por sus actos durante esta batalla se le concedió la Cruz de San Fernando al corneta Gregorio Anaya.

El General Prim en la Batalla de Tetuán. Obra de Francisco Sans Cabot

Despejado el camino, ahora el siguiente objetivo era Tetuán, ciudad frente a la que llegaron el día 4 de febrero. El 2º grupo de Ros de Olano avanzó por la derecha y el 3º de Prim por la izquierda. Fue este el que lo tuvo más complicado ya que se adentraron en una zona que era un autentico barrizal. Los soldados se hundía hasta la rodilla y quedaron expuestos al fuego de los moros. Al complicarse el avance de los de Prim, ambos grupos perdieron la sincronía de llegar al mismo tiempo a las líneas marroquíes, lo que supuso momentos complicados para la victoria. Pero el empuje y la bravura de aquellos soldados no parecía tener limite y finalmente los voluntarios catalanes, rebozados en barro, lograron alcanzar las defensas moras y lograron penetrar en ellas, permitiendo que el resto de la infantería entrara al asalto cargando la bayoneta. Superados por la situación, los moros comenzaron a huir despavoridos, al tiempo que su mermada artillería comenzaba a hacer fuego sobre las posiciones que un minuto antes habían sido antes. Ni decir tiene que la artillería española también interpretó una oda de fuego y hierro contra los cañones enemigos. Finalmente, soldados del Regimiento de Voluntarios Catalanes, hicieron un popular «castell» para alcanzar los muros de las defensas e izar una bandera de España y el día 6 entraron en Tetuán.

Voluntarios Catalanes. Obra de Ferrer Dalmau

La noticia fue recibida con gran júbilo en España, una nación que durante el siglo había zozobrado de manera constante desde la invasión francesa y que esta victoriosa campaña militar devolvía el buen ánimo a una sociedad que se había malacostumbrado a recibir las noticias de los ataques sobre Ceuta y Melilla. En Europa sin embargo, la noticia no fue bien recibida, pues se temía que un resurgir de España hiciera peligrar los intereses económicos de algunos. Concretamente en Inglaterra, país que no quería poner en peligro su supremacía en el Estrecho de Gibraltar, por lo que acordó ó exigió que la ciudad de Tánger no fuera tomada por España.

El 6 de febrero el sultán envió una delegación al campamento de O’Donnell para entablar negociaciones de paz y este hábilmente la acordó para el día 23, dando tiempo para que el ejercito español se recompusiera y llegaran refuerzos. Pero la paz nunca llegó y durante los días posteriores al 23 de febrero, la Armada Española bombardeó los puertos de Rabat, Larache y Arcila, al mismo tiempo que el ejército de tierra se encaminaba hacia la ciudad de Tánger.

El 23 de marzo, en pleno ramadán, ambos ejércitos se encontraron frente a frente en el valle de Wad Ras, situado entre las ciudades de Tánger y Tetuán. Los moros intentaron detener al ejercito español en el puente sobre el río Busceja, que da paso al desfiladero de FundaK. En un primer momento, el puente fue tomado a la bayoneta por los Regimientos de Cazadores de Cataluña y los de Madrid, pero el contraataque de los moros fue tan furioso, que aunque fue desbaratado, necesitaban refuerzos para mantenerlo, pues era inminente un nuevo ataque. Y así fue pero para entonces ya habían llegado al puente, el Regimiento de Voluntarios Catalanes, quienes pese a perder la mitad de los hombres consiguieron mantener el importante puente. Mientras tanto, los hombres de Ros de Olano y Prim se enfrentaron desde las faldas del valle a los marroquíes que desde posiciones elevadas hicieron difícil la victoria, hasta que de nuevo la bandera de España ondeó sobre el valle.

Siguió habiendo escaramuzas pero el ejército marroquí ya estaba vencido. Tras reorganizar al español, O’Donnell lo encaminó de nuevo hacia Tánger para tomar la ciudad pero una nueva delegación enviada por el sultán para ofrecer la rendición y las reticencias británicas de la toma de Tánger, hizo que la reina Isabel II y Leopoldo O’Donnell tuvieron que aceptarla. El 26 de abril se firmó la paz de Wad Ras, por la cual Marruecos se declaraba derrotada y culpable de la guerra, teniendo que indemnizar con 400 millones de reales. También se ratificó la soberanía española de las ciudades de Ceuta y Melilla, de los peñones de Vélez de la Gomera y Alhucemas y de las Islas Chafarinas. También se firmó la cesión a perpetuidad a España de un territorio alrededor del fortín de Santa Cruz de la Mar Pequeña (Ifni), que se había establecido en la costa atlántica, en tiempos de los Reyes Católicos. Además, la ciudad de Tetuán quedaba bajo administración española hasta el pago de las deudas con España. Otros beneficios comerciales menores se firmaron en aquél tratado.

La Paz de Wad Ras. Obra de Joaquín Domínguez Bécquer

La victoria fue un soplo de aire nuevo en la maltratada España; se hicieron canciones populares, los más importantes pintores de la época realizaron un montón de cuadros, se construyeron estatuas a los generales, se hicieron los dos leones que hay en la puerta del Congreso de los Diputados con el hierro fundido de los cañones enemigos y se hizo una entrada triunfal al ejercito español a su regreso, que instaló su campamento mientras duraron los festejos en un paraje al norte de Madrid, un lugar que ahora se conoce como el barrio de Tetuán de las Victorias.

Recibimiento al Ejército de África en la Puerta del Sol. Obra de Joaquín Chavarrieta
Veteranos de los Voluntarios Catalanes en una fotografía durante una celebración en 1909

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