HISPANOAMÉRICA

LA HEROICA DEFENSA DE CARTAGENA DE INDIAS

El intento de invasión por parte de Inglaterra de Cartagena de Indias en el año 1741, fue la mayor operación anfibia de la historia, solo superado por el desembarco de Normandía en 1944, en el que participó la Royal Navy. La invasión de Cartagena de Indias era solo uno de los cuatro puertos que formaban parte del ambicioso plan, los otros tres puertos eran La Habana en Cuba, Veracruz en Nueva España (México) y Portobelo en Panamá. De las cuatro ciudades, que eran los más importantes del Caribe, tan solo el de Portobelo pudo ser tomado por los ingleses aunque para su desgracia, el único botín que obtuvieron fue la paga que había recibido previamente la guarnición hispana, pues avisada la ciudad de la “visita” inglesa, el gobernador había evacuado a la población y puesto a buen recaudo el tesoro de la ciudad.

Era un plan que de haber sido un éxito hubiera arrebatado a España los puertos más importantes en América, pues no era una mera operación de saqueo, sino que se trataba de un plan de invasión. Para ello Inglaterra no escatimó en medios y empleó para ello prácticamente todo su potencial naval, acompañado de un potente ejercito terrestre que disponía además de trenes de artillería, zapadores y toda la logística necesaria. La fuerza total comprendía 195 barcos, 1.500 cañones y cerca de 30.000 hombres. Las fuerzas hispanas que defendieron Cartagena de Indias eran 6 barcos y unos 4.000 hombres, al mando del Virrey de Nueva Granada (actuales Colombia, Venezuela y parte de Ecuador), Sebastián de Eslava y el Teniente General de la la Armada Blas de Lezo.

Plano de la Bahía y ciudad de Cartagena de Indias en 1735

A continuación reproducimos el diario del Sitio de Cartagena en 1741. Para una mejor comprensión de su lectura, se han transcrito al castellano actual algunas expresiones

Carta de Don Blas de Lezo al Marqués de Villarias, con un diario de lo acaecido en Cartagena de Indias durante el sitio, desde el 13 de Marzo de 1741 hasta el 20 de Mayo siguiente.

Fuente: Archivo Histórico Nacional. Portal de Archivos Españoles (PARES). Código de referencia: ES.28079.AHN//ESTADO,2335,Exp.2

El 13 de marzo dieron fondo en Playa Grande dos navíos ingleses de 70 y 40 cañones y un paquebote que se mantuvo sobre los bordes en Punta de Canoa.

El día 15 llego a dar fondo sobre la misma playa la armada inglesa compuesta por 195 embarcaciones, la cual constaba de diez navíos de tres puentes, treinta y dos de 60 a 70 cañones, seis fragatas de 40 a 50, seis fragatillas, tres brulotes, dos bombardas o paquebotes, y 133 embarcaciones de transporte. Se componía en tres escuadras, las dos de la división azul y la otra de la roja, mandadas por el vicealmirante Edward Vernon, la segunda el contraalmirante Chaloner Ogle y la tercera Lestock, capitán en Jefe.

Hasta el 19 manifestó dirigir su empresa por la Boquilla, el enemigo estando en inacción, y habiendo intentado algunas lanchas hacer desembarco en ella, la mañana de este día, fueron rechazadas por los nuestros que se les opusieron a cuerpo descubierto.

El día 20 hizo vela la armada nuestra y fue a dar fondo la mayor parte de ella sobre la Punta de Hicacos y enfrente de la Boca, nuevamente abierta donde se hallaban los navíos DragónConquistador y el de Trechuelo, armado al mando del capitán de navío don Francisco Obando (Comandante del Dragón), situados de tal manera que impide a cualquier navío el arrimarse a tiro de cañón. Siguió una escuadra de doce navíos el rumbo a Bocachica y fue batiendo el monte y playa la batería de Chamba y otra de Jafina, construida cuando nada se temía por tierra, hasta ahora abandonadas ambas.

A las 12 del día llegó un navío inglés a bombardear la batería de Santiago, quedando anclado a medio tiro de fusil. Siguieron otros dos más, poniéndose uno a más distancia de dicha batería, y entrando el otro a bombardear la otra batería, la llamada San Felipe. Al rato llegaron otros tres navíos a bombardear el fuerte de San Luis de Bocachica.

La batería de Santiago constaba de once cañones y tenia dos de ellos en un flanco que miraba a la playa solamente y otros dos a la espalda. Era al mar donde presentaba los restantes siete cañones, y de estos sólo dos batían el primer navío de tres puentes inglés. El capitán de fragata don Lorenzo Alderete mandaba aquella batería y la San Felipe, que constaba de cinco cañones. Estaba en esta batería el sargento de Marina Diego Serrano con quince hombres de Infantería y doce marineros. Con Lorenzo Alderete, estaba el teniente de fragata José de Rojas. Resistieron en la batería Santiago durante tres horas y media el más terrible fuego de cañón y fusil del enemigo, respondiéndole a proporción con sus dos cañones hasta que desmontados estos y arruinados los demás y sus almenas, se retiraron dejando anclada toda la artillería de ambas baterías sin más pérdida que la de un hombre muerto en la retirada y dos heridos. Otros dos navíos de la escuadra enemiga dieron alguna descarga al fuerte de San Luis, y no teniendo lugar donde poder anclarse sin recibir el fuego de los nuestros, por la Boca se fueron a incorporar con la armada a barlovento, e hicieron lo mismo los restantes avistados de las fortalezas.

No pudo evitar uno de los tres navíos que batían el fuerte de San Luis el ser descubierto por la Boca del Canal por los navíos San Felipe África, y aunque el segundo suspendió su fuego, fue batido con mayor vigor del San Felipe y de las baterías de San José y Punta de Abanicos, y no pudiendo salir aguantó hasta la noche oscura en que pudo salir del tiro al favor de las tinieblas, lo que habían ya ejecutado a la vela los otros dos navíos saliendo del combate antes de las cinco.

Por el diario de William Forbes (prisionero inglés), teniente del Regimiento de Bland, se sabe que quedaron extraordinariamente maltratados los navíos que entraron en acción este día, teniendo gran pérdida de gente, y que el nombrado Amalia  tuvo 60 muertos y 20 heridos. Dice:

 “Hubo un fuego infernal de entre ambas partes, también en esta primera prueba se presentaron con valentía sus naves. Los nuestros recibían todos los tiros altos y extraviados del fuerte de San Luis, por lo que en ellos hubo algunos heridos y muertos este día”.

Diario de William Forbes

Para formar idea de la acción de este día y los siguientes, se hará una breve descripción de las defensas que tenía entonces la entrada de su puerto, cuya primera defensa al mar eran las baterías de Santiago y San Felipe (ya descritas), que sólo se oponían al anclaje y estaban estas en la Isla nombrada Tierra Bomba. Hallábase luego sobre dicha isla y en la Boca de la Canal un fuerte de campaña llamado San Luis de Bocachica, cuadrado regular, cuyas dimensiones se omitían, diciendo que constaba de dieciséis cañones.

Plano del ataque inglés a Cartagena de Indias 1741

Por la frente de tierra tenía sólo la mitad de artillería y había en él un mortero de bombas y dos de granadas. Por la cara del Puerto se hallaba cubierto de una contra escarpa empezada a fabricar y nunca concluida, y lo demás se hallaba descubierto sin foso, la entrada en cubierta ni esplanada alguna, teniendo sólo una estacada al plano mismo sobre que se levantaba el Fuerte. Y siendo aquel de mucha altura para evitar la dominación del cercano monte Santiago, hallábase su almacén de pólvora, el cual no era a prueba de bomba y estaba mandado por el coronel Carlos Hernán, ingeniero en jefe de esta plaza.

Al otro lado del canal, en frente de San Luis, forma una punta de manglar la Isla de Baru y a dicha punta le llaman Abanicos. Aquí se construyó (defectuosa) una batería rasante e irregular con catorce cañones, que mandaba el teniente de navío José Campuzano. Más adentro del Canal, entre Abanicos y San Luis se hallaba aislada, la batería de San José, que estaba bien situada a la entrada del Puerto, contra la cual oponía veinte cañones bajo el mando del capitán de Infantería de Marina Franciso Garay. El Barajao es una garganta de playa angosta que, a espaldas de San José, forma la Isla de Baru con la Punta de Abanicos, y en esta se hallaba una batería con cuatro cañones construida a fin de evitar el bombardeo desde la ensenada que hay entre la isla de Baru y la Punta de Abanicos.

Por la parte del puerto había una balandra para su abrigo y retirada, y la mandaba el teniente de fragata Jerónimo Luisaga. Había una cadena entre San Luis y San José, la cual constaba de un ajuste, dos cables sobre dobles anclas y de unos palos trabados por las cabezas con cadenitas que enlazaban y fortalecían, siendo en todo débil fuerza a los navíos, y suficiente a los brulotes. Al tiro de pistola de la cadena se acordonaban cuatro navíos nuestros, siendo el primero de ellos el Galicia, y en él se hallaba el teniente general de la Armada Blas de Lezo, a cuyo mando estaban todas las defensas de la Boca bajo las armas del Virrey de este reino, don Sebastián de Eslava, quien los más días y noches se vio en aquellos puestos y navíos. A continuación estaba el San Carlos, su capitán Félix Celoran. Después el África, capitán José Caamaño. Acabada la línea el San Felipe, su capitán Daniel Huani. Basta lo dicho para la comprensión del hecho y sigue lo que pasó este día.

La noche del 20 al 21 nos empezó a bombardear el enemigo la batería de Santiago y a las 7 de la noche desembarcó quinientos hombres.

El 21 maltrató una bombarda la artillería del San Luis y habiendo pasado un navío de tres puentes a cubrir su retirada con bien ejecutada maniobra fue tanto fuego que recibió de dicho fuerte que largando por ojo sus amarras salió de él a través favorecido de la bahía. Si bien, después de haber conseguido el que se retirase la primera bombarda cuya función pasó a sustituir una fragata desde la cual disparaban morteros. Desembarcó este día el resto del ejército enemigo en las playas de entre Santiago y Chamba, y pusieron también en tierra su tren de artillería.

A las 7 de la noche del 22 al 23 se vio en la playa, montaña y batería de Santiago un fuego como de mil fusiles, el cual duró siete minutos. Supimos después, por desertores, haber sido una confusión entre los enemigos y que murieron muchos. Esta noche empezaron a construir sus baterías con ochocientos hombres y que ofendía mucho su campo nuestra batería de Punta Abanicos.

El 25 rompió el enemigo batiéndonos con dieciséis morteros y granadas, puestos en tierra en la hollada que forma la batería de Santiago con la de San Felipe, pero enfilado parte de ella, la batería de Abanicos este día, se vio el día siguiente 26 que habían retirado la mayor parte de los morteros a distintos parajes más cubiertos por el mismo sitio.

Croquis del ataque inglés a Cartagena de Indias.

A la una de la noche del 29 al 30 atacaron los enemigos con sus lanchas la batería del Varadero y haciendo el primer fuego de ella, don Jerónimo Luisaga clavó sus cañones y retirado a la balandra resistió a bala menuda, el vigoroso fuego de fusil enemigo durante más de media hora, hasta que, oyendo intentaban pasar lanchas al puerto por sobre el itsmo, se retiró en una canoa a bordo del África, llevando consigo catorce hombres que eran la guarnición de la balandra y la batería. Apoderado de dicha batería el enemigo, paso a atacar la inmediata de punta de Abanicos formado en dos columnas, una de las cuales iba por la orilla del manglar, cubriéndose del mismo, y la otra columna por la playa, de modo que se dirigía, la primera a la espalda de la batería de Abanicos (totalmente descubierta), y la segunda al flanco de ella, el cual cubría un débil parapeto que tenía dos troneras a las cuales colocó Campuzano cuatro cañones. A la espalda dio el enemigo dos descargas generales de fusilería a la que respondió con dichos cañones Campuzano, más cuando aquel quiso operar con el fusil se halló con un sólo sargento, once hombres del Regimiento de Aragón, y dos artilleros de la plaza, por haberles abandonado los demás, lo que le precisó a hacer la retirada a San José, y luego al Galicia.

Constaba la guarnición de dicha batería de sesenta soldados de Cartagena, y los restantes hasta ciento cuatro eran artilleros de la plaza y marineros desarmados de los navíos, estos sólo destinados al servicio de la artillería. Pegó fuego el enemigo a ambas baterías y las dejó inmediatamente abandonadas sin duda por la dominación del fuerte de San Luis a la expresada de Abanicos, la cual se halló clavada, y en ambas muchos muertos (cuyo número afirma llegó a setenta y dos), y se trajeron a bordo distintas armas y despojos viniendo la mayor porción del Varadero.

La oscuridad de la noche no permitió contar el crecido número de lanchas. Pero el citado Forbes nos lo aclara diciendo que:

“Fueron todas las de los navíos, llevando cada una diez soldados y treinta marineros y que mandaron esta acción cuatro ó cinco capitanes de navío y otros subalternos, y más abajo dice, pero sea por falta de los capitanes o por la voluntad de los marineros y soldados que iban mezclados, no se ejecutó todo lo que se debía porque la batería quedó medio destruida solamente, y los españoles hicieron fuego de ella sobre nosotros inmediatamente, y dos días después ejecutaron lo mismo con siete cañones contra nuestro campo”.

William Forbes

Al siguiente día 30 se empezó a desmantelar la batería de Abanicos consiguiendo hacerlo fácilmente, por no ser los clavos de temple y arponados que se necesitaba, y aquel el 31 de dicho marzo y el 1 de abril se utilizaron diez cañones contra el enemigo, no obstante que sin hacer reparo alguno a las ruinas del incendio.

El día de Pascua 2 de abril, a las 7 de la mañana, rompió el enemigo el fuego de veinte cañones, habiéndoles descubierto de entre un bosque que había en una hoyada distante poco más de tiro de fusil del fuerte San Luis, a donde se dirigían para desmontar la artillería y batir en brecha, y la acompañaban en dos baterías dieciocho morteros de bombas y granadas. A las 9 del día se atravesó a batirlas el Galicia, lo que ejecutó con la mayor viveza hasta las cinco de la tarde, como también el San Felipe con solo tres cañones, y las baterías del San José y Abanicos, con cuya diligencia taló el cañoneo el bosque a poco rato, quedando descubierta la batería de cañones cuyo fuego y el de las demás se entibió tanto que por la tarde se vio más de una hora suspendido. A las 4 de la tarde pasó un navío de 70 cañones a batir anclado la batería de Abanicos, lo que siguió haciendo hasta la noche oscura con el cuidado de quedar fuera de tiro de cañón de los navíos nuestros, y dicha batería le respondió continuamente con un cañón sólo por no presentar al flanco de los otros.

Hablando de este día dice Forbes: 

” Y nos respondió el Castillo con marcialidad igualmente que los navíos, el fuego de estos rara vez daba en nuestra batería pero pasaba nuestro campo, y también el fuego de San José cogiéndolo de perfil de cabo a cabo y nos mataron mucha gente con un coronel, un teniente coronel y diferentes capitanes“.

William Forbes

El 3 de abril rompió el fuego el enemigo con dicha batería dirigiendo cuatro cañones de ella a los navíos nuestros y el que se dijo ayer siguió en batir con mas inmediación el de Abanicos. A las 7 de la mañana se atravesó a batir la tierra el San Felipe con toda diligencia, hasta las doce, en que viéndose ordenar en línea trece navíos sobre la boca del puerto volvió al cordón y desde entonces estuvo suspenso el fuego de ambas partes hasta las 3 de la tarde que volvió a romperse el combate habiendo llegado el comandante Lestock con siete navíos a batir los fuertes de la boca y nuestros navíos arrimándose más el que batía la batería de Abanicos. Fueron los enemigos respondidos con vigoroso fuego de los fuertes, navíos San Felipe África, no haciéndolo el San Carlos ni el Galicia por estar en cubiertos del fuerte San Luis. A las 4 de la tarde pasaron otros dos navíos y un paquebote a la ensenada de Abanicos, acompañados de catorce lanchas al abrigo de sus costados, se dirigían a aquella batería y hallándose desmontada parte de ella por no haberse reparado los daños de su quema, se vio obligado Campuzano a retirarse con su gente a las 5 de la tarde.

Ataque inglés a Cartagena de Indias en 1741

El comandante Lestock, que a distinción de los demás se había empeñado bastante en el canal, se vio obligado a salir del combate antes de ponerse el sol, sin duda por haber recibido grave daño, lo que ejecutó a la vela, y otro navío casi al mismo tiempo poniéndose al abrigo de punta de Abanicos. Los restantes siguieron el combate hasta la noche oscura en que cesó entre ambas partes por la boca, más no en los tres navíos inmediatos a San Luis, que estos continuaron en batirle hasta las nueve.

Esta noche del 3 al 4 quemaron la batería de Abanicos los enemigos y la balandra había quedado intacta en la del Varadero, abandonando luego entre ambos puestos.

continuó con gran ardor ese día el fuego de ambas partes y en particular de los navíos haciendo grandes estragos a nuestro campo hasta obligarnos a mover un ala a la otra parte hasta que yendo el comandante Lestock con una escuadra para Bocachica, volvieron los enemigos sus costados contra nuestros navíos quedando con esto nuestro campo libre de molestia y más abajo, los cañones del castillo estaban ya desmontados por nuestras baterías a excepción de dos que juntamente con los navíos y San José hicieron continuo fuego sobre nuestros navíos que quedaron terriblemente maltratados y nos mataron muchos hombres, entre ellos a Lord de Beanclair, capitán del Prince Frederick“.

William Forbes

Hirieron este día levemente a don Manuel Huoni, capitán del San Felipe y de mayor gravedad a Francisco Garay, comandante de la batería San José, a quien fue a subsistir José de Campuzano.

El día 4 volvió a romperse el combate por mar y tierra por ambas partes aún con mayor vigor que el día anterior, si bien no amanecieron mas que cinco navíos en el paraje desde el que batieron la tarde anterior, y tres de ellos salieron del combate a las 7 de la mañana a los que vinieron a sustituir otros dos que se anclaron más distantes, y dos que quedaban en acción más inmediatos se apartaron a ponerse en línea con los recién venidos en cuyo modo batieron y fueron batidos estos cuatro todo el día por San José y San Luis, y los navíos San Felipe y África.

A las 9 del día se atravesó el navío San Carlos a batir la tierra con la mayor actividad y lo continuó minorando la viveza con que de aquella jugaban por la mañana sus baterías contra nuestros navíos y San Luis sin oposición alguna. Hirieron por segunda vez este día al Capitán del San Felipe y dice Forbes:

“no pudiendo nuestros navíos conseguir nada se vieron precisados a retirarse”.

William Forbes

El 5 de abril desde el amanecer jugó sus batería de tierra vigorosamente el enemigo contra el fuerte y los navíos, no usando el principal más que dos cañones por tener ya desmontados los demás ni haciendo nuestros navíos fuego alguno en todo el día, tanto por haberles quedado pocas balas cuanto porque no pudiendo ser sostenidos por San Luis ni por Abanicos creyeron tener combate al siguiente día con la escuadra mediante haberse levado para estas cercanías hoy a las 9 y haberle faltado el viento, a cuyo fin reservaron las municiones.

Ataque británico a Cartagena de Indias. Obra del pintor Luis Gordillo

Quedaban en la ensenada de Abanicos dos navíos y un paquebot asegurando la provisión de aquellas baterías y a las 4 de la tarde se vieron ir a dicha ensenada todas las lanchas enemigas cuyo movimiento se entendió con la finalidad de abrir canal en la estrecha garganta del Varadero para pasar al puerto y atacar por la espalda la batería de San José o cortarnos para tomar la retirada. A las 4 y media de la tarde se acabó de desplomar la brecha de San Luis quedando totalmente perfecta y accesible a la caballería (si la hubiese) e inmediatamente se vio venir al enemigo por la playa marchando en dos columnas con todo el grueso de su ejército.

La guarnición de dicho fuerte se componía de ciento setenta hombres de infantería destacados de la de Cartagena, de algunos condestables y artilleros de las brigadas de Marina, y doscientos marineros destinados para el servicio de la artillería, y faltaba en dicho fuerte tierra y cuanto se necesita para hacer las reparaciones y defender la brecha, para que siendo la determinación del Virrey el reforzar la plaza y reunir en ella aquella gente y la de los navíos, tenía dadas las ordenes y providencias para retirarla aquella noche, por lo que no era la determinación el esperar asalto, y advirtiendo don Carlos de Hernán que en dicho estado no podría resistirle, llamaba para capitularse, la cual desatendió el enemigo siguiendo en avanzar, lo que advertido por la gente que se contempló indefensa forzó la puerta poniéndose en desordenada fuga, la cual hubieron de secundar el mencionado comandante y demás oficiales que procuraron impedirla con las armas y habiendo entrado el enemigo por la brecha sin oposición, arboló su bandera en dicho fuerte.

Nuestros navíos estaban prevenidos para dejarles a pique en caso necesario, y a dicha hora acababan sus comandantes de recibir la orden para ejecutarlo y retirarse cuando llegase el caso extremo de abandonar el fuerte, a cuyos se les decía vendrían embarcaciones suficientes, más viendo las tripulaciones que faltaban estas, temiendo el no caber en las de los navíos solamente, o bien movidas del impulso que imprime la poderosa fuerza del ejemplo al ver fugitiva la guarnición del fuerte y a aquel que era su apoyo convertido en riesgo, se empezaron a embarcar desordenadamente las del San Carlos y Galicia, cuyo ejemplo siguieron las demás en igual forma, pero habiendo acudido los capitanes y oficiales, los contuvieron y repartieron en las lanchas y botes, logrando ordenarlos de tal suerte que no sólo no quedó hombre alguno en los navíos San Carlos, San Felipe y África, sino que también en el último desembarcaron en brazos todos los heridos que había en los tres anteriores días. Abrieron los agujeros al San Carlos y al San Felipe, pegando fuego al mismo tiempo a las obras muertas de popa de este ultimo navío. El capitán del San Carlos disparó nueve cañonazos contra el fuerte y el África todas sus dos andanas de artillería, al mismo tiempo que otros dos cañones dispuestos para echar el navío a pique en la bodega, habiendo sido el conjunto de esta tripulación el último que se vio desatracar de su navío respectivo.

Al mismo tiempo, se retiró la guarnición del San José en canoas prevenidas por su comandante, y no obstante que el Galicia tenía más embarcaciones que los otros entre las suyas y las de los marchantes, sin saber el motivo quedaron en aquel su capitán don Juan Hordan, el de fragata don Lorenzo Alderete, el alférez don Juan Domingo Ordosgoiti, cuarenta y seis hombres de infantería, un primer piloto, un primer y segundo condestable, un contramaestre y cuatro marineros por falta de embarcación, a los cuales hicieron prisioneros los enemigos a las 2 de la noche, y por no haber podido liberar a los mencionados ese fue el motivo de no haber echado este navío a pique.

Hicieron fuego sobre nuestras embarcaciones los dos navíos desde la ensenada de Abanicos y las baterías de tierra sin hacernos daño alguno. Llegó el Virrey con esta coyuntura con gran porción de embarcaciones que traía desde Cartagena para retirar las guarniciones de aquellos puestos y navíos aquella noche, en consecuencia de la resolución tomada, y se embarcó sobre ella la del fuerte San Luis. Vieron hundir el África, luego el San Carlos, y después arder y volar el San Felipe, al igual que la fragata Jardín de la Paz (almacén de pólvora) a quien Félix Celdrán le pegó fuego y dejamos la marinería en los navíos de la Boca nueva y la infantería en el Castillo Grande, desde el cual se retiró por tierra a Cartagena.

Blas de Lezo. Museo Naval de Madrid

En los días intermedios que no se hace mención ha sido desigual el fuego de una y otra parte, y ordinariamente vino por los días y lento por las noches. Aunque distintas noches y días ha dirigido el enemigo sus bombas a nuestros navíos ninguna ha puesto dentro de ellos y sólo algunas de ellas en los costados y muchas en sus inmediaciones. Aunque en los días de los combates por la mar se confundió la cuenta de las bombas tiradas por los enemigos que exacta se llevaba por los centinelas no obstante, a cien más o menos, se computan 5.800 bombas y granadas reales disparadas contra nosotros en los 17 días de aquel sitio, además de algunas ollas de fuego y flecha de las cuales usaron contra todos los navíos, los dos últimos días cayó daño de ilícita ofensiva, no tuvo consecuencia habiendo sido atajada fácilmente.

Por cuatro o cinco veces han atacado algunas partidas nuestras las avanzadas de los enemigos y siempre se han retirado aquellos bajo el cañón de sus navíos. Aunque se ignora la gente que fue al avance del San Luis se sabe que fue aún más que todo el ejército de tierra, porque nos dice Forbes que el primero de abril se desembarcó el regimiento de Bland y parte del de Lord Cavendish para reforzar el campo, no obstante que era sólo su destino el servir en la Marina, por lo que el brigadier general Wentworth revisó mucho el darles la alternativa con los demás del ejército de aquí. Todos los días del sitio se han visto a la vela distintos navíos de la armada enemiga mudando el lugar de fondeo y otros fingiendo maniobra de marcharse, con el fin de tenernos en alarma al reconocer nuestras defensas y al de abrigar sus trabajos de tierra con el cañón de aquellos, cuyos dos primeros jefes nunca han entrado en acción, ni se ha visto su comandante general en Bocachica hasta el día del avance.

Puede decirse en verdad que nuestros navíos fueron batidos todos los días de la acción de mar y tierra, en que se notan dos baterías oblicuas contra aquellos desde la tierra y boca de este puerto y otras perpendiculares en las que fueron mal dirigidas al fuerte de San Luis desde la mar (terribles todas) a más del fuego respetable de morteros. A bordo estas como quiera que no se desmontaron las maderas era resolución constante el mantenerlos sobre el agua, cuyos conductos cerraban tapabalazos abundantes el paso que la bala enemiga les abría. Hasta llegar el caso de faltar las defensas de tierra que les sostenía contra la numerosa armada inglesa, en quien se notan las ventajas de relevos cada día de combatientes y navíos, cuando los nuestros y su gente siempre fueron los mismos.

Ataque inglés a Cartagena de Indias. Obra de José Ferré Clauzel

En todas las funciones del expresado sitio ha habido sólo 50 muertos y 356 heridos de nuestra partes, entre los fuertes y los navíos. Se ha observado tener el enemigo en tierra no malos ingenieros, pero poco diestros bombarderos y artilleros, su tropa bien disciplinada aunque no aguerrida, en mar buenos navíos, buenos artilleros, audaz marinería, y aquella desigual destreza que se encuentra entre todas las naciones para operar en guerra notada en los navales movimientos siendo de aprobar los de los navíos que batieron las baterías de Santiago y Abanicos, la del que cubrió la bombarda (referida al 21 de marzo) y la del Comandante Lestock por su arresto y no desigual conducta los de los que se notan empeñados con mala consecuencia, los que aferraron las gavias para andarse al tiro en que se arriesga gente y dificulta la salida sin que lo apoye el quitar el blanco al enemigo, ni la fuerza del viento porque con él nunca se debe batir siendo fresco. Los que llevaron sus coderas en las lanchas al San Luis presentaban su popa a la batería de Abanicos, la cual por parte flaca y del timón debemos resguardar para evitar infaustas consecuencias en mar y tierra, se advierte en fin en el enemigo la vana confianza más no es este el primer error en que se había estudiado el escarmiento.

La noche del 5 al 6 de abril se espiaron a los canales de entre Castillo Grande y Manzanillo los navíos DragónConquistador, y el de Trechuelo acabando de ocupar aquellas adonde ya se hallaban todos los marchantes de los galeones al fin de echarlos a pique para tener distante al enemigo e impedir que pudiesen batir la plaza con su armamento.

Los días 6 y 7 entró parte de la armada inglesa a Puntal y Perico y se dividieron en piquetes de cincuenta hombres las siete compañías de marina que hicieron la guarnición al mando de Félix Celdrán, agregando a aquellas los oficiales sueltos de marina y las demás tripulaciones se destinaron al servicio de la artillería y los trabajos.

El 8 se echaron a pique en los canales dichos marchantes que mandó sus obras muertas sobre salientes del agua para ver que se iba acercando el enemigo y no los dos de guerra nombrados Dragón y Conquistador, quienes tuvieron las ordenes de hacer hasta la última defensa contra la armada enemiga acompañando lo que debía practicar el Castillo Grande a cuyo fin pasó a bordo el comandante Blas de Lezo a exhortar a la tripulación de dichos navíos. Se llamaba por ironía Castillo Grande y Santa Cruz por nombre propio un fuerte cuadrado regular el cual constaba de ocho cañones. Tenía un foso de agua por dos lados circundado de la tierra con su grasa arruinada sin estacada ni esplanada, al cual llegaba un bosque de manglar y por la parte del puerto que miraba a la plaza (como quien dice al revés) se hallaba reforzado aquel frente una falsa braga compuesta de diez cañones. Había en él treinta cañones del navío San Felipe además del de su dotación que se encontraban despreciables por corridos del tiempo situándose en la península que sale desde la puerta de Santo Domingo, de esta plaza, hasta la boca nueva distante al tiro de cañón, y enfrente de él, al otro lado del puerto, se hallaba un reducto sin artillería nombrado el Manzanillo.

Con los navíos semihundidos quedaba tapada el canal al Manzanillo y parte de el de Castillo Grande, el cual debían acabar los dos navíos y estando expuestos a ser remolcados o abordados por navíos, por no tener otro apoyo que la débil defensa de aquel fuerte para tan numerosa armada enemiga, y contemplando que la flaqueza de Santa Cruz podía hacer defensa de poca duración, porque el fondo permite llegar a los navíos más grandes a tiro de pistola, lo que podría ser motivo de inevitable tropelía a los navíos nuestros sobreponiendo la importancia de impedir la entrada a los navíos enemigos para atacar la plaza, se determinó el echarlos a pique; Se ejecutó la noche del 10 al 11, abandonando al mismo tiempo el expresado fuerte de Santa Cruz, en el cual quedo clavada la artillería de San Felipe, y se retiraron a la plaza las municiones y pertrechos, excepto ochenta barriles de pólvora que se echaron en su aljibe.

El 11 se apoderaron los enemigos de dicho fuerte y el reducto del Manzanillo arbolando en él primero su bandera y disparando algunos cañones contra las murallas del barrio de Getsemaní, y fue entrando su armada a las inmediaciones.

Ataque inglés a Cartagena de Indias. Autor desconocido

El día 12 se arrimó un navío al Conquistador y habiéndolo movido lo perfiló con el canal en que no quedo a pique, sino es flotante por la falta de su lastre cuyo peso no bastó a suplir su artillería puesta en la bodega excepto nueve cañones que se le habían quedado en batería y por el sitio que ocupaba entraron dos bombardas a las inmediaciones de la plaza.

El 13 a las 10 de la mañana empezó a bombardear la plaza el enemigo con dichas dos bombardas, y habiendo movido más el Conquistador entró un navío de 60 cañones y otras fragatas las cuales se fueron situando junto a las costas de Gracia y Manzanillo.

Los siguientes días 14 y 15 los batieron nuestros piquetes avanzados en aquellas orillas. El 16 a las 4 de la mañana el ejército enemigo hizo un desembarco en las costas de Gracia y Manzanillo, abrigándolo con el navío referido, un paquebote y tres fragatas que hicieron continuado fuego a tierra. Marchó en dos columnas, hacia la quinta en cuyo paso se le presentó una partida de las nuestras a darle una descarga. Desde Gavala hasta la quinta se hallaban apostados ocho piquetes nuestros, y siendo el primero de la izquierda la Compañía de Granaderos del Batallón de España dio su descarga a la primera columna, pero habiendo sido respondido por aquella se desordenó poniéndose en precipitada fuga y no obstante que los demás piquetes hiciesen también fuego sucesivamente siguieron también aquel primer ejemplo sin método de guerra, si bien les era imposible retirarse en orden a causa de la mucha metralla que aquel paquebote despedía sobre ellos. Así mismo, por la desigualdad tan grande de enemigos, como por no haber en dicho sitio, tierra levantada, ni en otra parte alguna de aquel campo siguió marchando el enemigo sin descomponerse, ni picar la retaguardia, y aquella noche quedo acampado en la quinta y sus avanzadas en el campo de Lozano.

El 17 ocuparon los enemigos el cerro de la popa y arbolaron en aquel convento su bandera. La noche del 17 al 18 atacaron los enemigos nuestras avanzadas, las que se retiraron por orden que tenían para llamarlos bajo la artillería de San Lázaro, lo cual no pudieron conseguir por no haber querido seguir el alcance el enemigo.

El 18 al amanecer atacaron los enemigos un piquete y setenta milicianos que había en la Cruz Grande guardando el paso a la boquilla y habiendo ganado el enemigo dicho puesto, pegó fuego dejando intacta la trinchera. Habiéndolo abandonado, inmediatamente lo volvieron a ocupar los nuestros. El 19 volvió el enemigo a atacar Cruz Grande y fue rechazado dejando en el campo quince muertos y un negro prisionero.

Se llama San Felipe de Barajas (y por la inmediación del Hospital de Lazarinos) el castillo de San Lázaro, un pequeño fuerte irregular situado sobre un cerro que se extiende desde enfrente del baluarte de Santa Catherina de esta plaza, hasta enfrente el fortín en media luna por la parte de tierra, pero aunque dicho fuerte tiene fortalecido el artificio hasta hacerle inexpugnable con distintas cortaduras, baterías y trincheras que forman obras exteriores en la montaña cuyo terreno es favorable para los trabajos. La noche del 19 al 20 de abril a las tres y media de la mañana atacaron los enemigos San Lázaro en dos columnas, dirigiendo una de ellas sobre el mismo cerro a un terraplén que entonces tenía solo un cañón, y la otra columna a una batería situada debajo del opuesto frente del fuerte. Al mismo tiempo, batían a dichas baterías con el navío de 60 cañones arriba mencionado y las bombardas, y en ellas se hallaba sólo cuatro piquetes de la marina y tierra. Fue rechazada fácilmente la columna que atacó la batería baja, la cual se incorporó después con la que operaba contra el terraplén, a la que hicieron extraordinario fuego por pelotones sucesivos, graneando el fusil en las intermisiones y volviendo a cargar a la retaguardia, la cual cubría del fusil y el cañón de dichas líneas, una quebrada que forma dicho cerro, que fue por donde subieron a atacarle este el que hubiere visto avanzar de este modo.

Castillo de San Felipe de Barajas. Cartagena de Indias

Se retiraron a dichas cortaduras tres piquetes apostados, y con un fuego continuo de fusil y del cañón de San Lázaro y de algunos de la Plaza que enfilaban en parte la quebrada, resistieron por tres horas y media dicho avance en que se vio horroroso fuego de una y otra parte. Venía una tercera columna por la playa a reforzar las columnas y habiendo sido batidas de la artillería de dicho fuerte fue toda desordenada, no obstante que se mantuvo retirada entre el canal en pelotones. Había como mil hombres de esta guarnición apostados en el fortín y media luna, y habiendo destacado cuatro piquetes de estos a reforzar el cerro sin dar tiempo a que operasen, se puso en precipitada fuga el enemigo, al cual siguieron los nuestros hasta la quebrada de la montaña, no habiendo tenido por conveniente el continuar mas adelante Melchor Navarrete y el Gobernador de esta plaza que mandaba las líneas.

Obró este día la piedad y política española y en hombros de los nuestros se retiraron a nuestros hospitales sesenta y cuatro ingleses heridos, trayendo entre ellos un capitán de Granaderos, dos tenientes (uno de los cuales fue el citado Forbes), y un cadete de casa distinguida. Además se tomaron treinta y uno prisioneros entre los cuales algunos marineros distinguidos por su vestimenta y sus sombreros. Hallaron en dicho sitio 400 herramientas de zapadores que constaban sólo de palas y zapas, picos, distintos sacos de lana y manteletes, siete cajas de guerra, 700 armas, muchas ropas, y casi igual número de birretinas en que a distinción de los distintos cuerpos se leían los diferentes motes que se siguen: hic murus à henerusesto, fac et esperaperseverandoper mare, per terran, por lo que se deduce que allí perdieron la mayor parte de los granaderos. Al poco rato y mientras se retiraba a la plaza lo expresado, hizo llamada el enemigo pidiendo se le dejase retirar los heridos y muertos, lo cual fue concedido bajo la condición de haberlos de retirar en la playa donde los fueron bajando nuestra gente, y se les entregaron trescientos sesenta y uno cadáveres al tiempo se les aseguraba que sus heridos retirados tendrían la mejor asistencia, como efectivamente se hizo.

De nuestra parte hubo sólo catorce muertos y veinte heridos este día. Dijeron los prisioneros en orden al número de gente que fue a avanzar al Cerro asegurando algunos que eran 23.200 hombres de infantería y hasta 4.800 entre marinería y negros, y otros que fueron 3.200 hombres de tropa y algunos negros solamente. Es mas verosímil lo primero por la cantidad de marineros que entre los prisioneros hemos visto. Por otros prisioneros y desertores se supo después que perdió el enemigo 600 hombres este día entre muertos y desaparecidos y que llegaba hasta 1.100 hombres el número total de muertos y heridos, contando entre los muertos al coronel Grant, comandante de la acción de este día y hasta veintitrés oficiales inclusos los que tuvimos prisioneros, que murieron todos. Desde este día se procuraron perfeccionar las cortaduras del cerro haciendo algunos reparos y trabajos nuevos, y se montó en aquellas toda la artillería que es posible tener.

Estatua dedicada a Blas de Lezo en Cartagena de Indias.

El 21 se vio tiraba una línea el enemigo desde el Cerro de la Popa al mar para cubrir su campo, haciendo dentro de ella su cabeza de playa para la artillería que empezó a desembarcar el 22. La noche del 22 al 23 empezaron a actuar dos morteros desde dicha línea al cerro de San Lázaro.

El día 23 hirió una bomba a don Melchor de Navarrete en dicho cerro, gobernador interino de esta plaza, con el mayor desvelo se había mantenido mandando el todo fuera de ella, y en su lugar pasó a lo mismo don Félix Celdrán, quien fue relevado por don Juan Ovando, aquel por don Ignacio de Salaberria, y este por don Pedro Sans, volviendo a empezar el círculo el primero el cual se ha continuado hasta el 21 de mayo por dichos capitanes de navíos.

El 25 bombardearon los enemigos con otros dos morteros de bombas desde la Isla de Manga contra el cerro.

El 26 llevaron los enemigos nuestro navío Galicia a las inmediaciones de la plaza y el 27 al amanecer empezaron a batir con él las murallas del barrio de Getsemaní y sus baluartes, lo que continuó con el mayor vigor hasta la una del día que no pudo resistir nuestro fuego desde la Plaza. Picó entonces sus cables y con la brisa se fue a varar en el bajo de entre Castillo Grande y Manzanillo. El mismo día se vio embarcar la artillería al enemigo, notamos que bombardeaban con solo un mortero que estaba dando fuego a algunos navíos de la armada y finalmente suspendieron el fuego las bombardas, saliendo la parte de fuera del Castillo Grande, siendo todo señales de embarcar y de partir.

La noche del 27 al 28 se embarcó el ejercito enemigo y el 28 al amanecer estaba su campo abandonado, el cual fue ocupado por los nuestros inmediatamente, tomándose en él algunos prisioneros, entre ellos el jefe de los negros (que era blanco), y se hallaron algunas armas sueltas y un cajón con granadas de mano, un barril de pólvora, dos de cartuchos de fusil y otros cajones, dos barriles de alquitrán, 800 útiles distintos de gastadores, ollas de campaña, y tiendas, algunas cajas, ropas y otros equipajes, por lo que se deduce que se embarcó precipitadamente al llegar el día.

A las once del día vino un bote a parlamentar pidiendo el canje de los prisioneros, y habiendo vuelto el 30 con algunas lanchas trajeron setenta y uno españoles con el alférez Ordosgoiti apresado del navío Galicia, siendo la mayor parte de los apresados en las embarcaciones, en cuyo cambio se les enviaron sesenta y seis prisioneros de su tropa, incluyéndose entre ellos veintiocho heridos, que fueron los que vinieron solamente de los sesenta y cuatro que se dijo que se habían retirado el día 20 en el ataque del cerro, y se estipuló que se debía completar la desigualdad del número de prisioneros a favor de la parte que quedase acreedora de los que se hubiere hecho en otra parte ó que se hiciesen.

El mismo día 30 pegaron fuego al Galicia y al Conquistador, y consumió aquel las obras muertas que de entre ambos sobresalían sobre el agua. En los días que no se hace mención, y en los demás desde el 13 al 27 de abril (inclusive) no han cesado las bombardas sobre la ciudad día y noche, aunque con fuego desigual y lento por las noches, en cuyo tiempo se regula que de aquellas y de los morteros de tierra habrá tirado el enemigo unas 2.800 bombas y granadas, cuyo efecto y ruina ha sido de bien poca consecuencia.

En todas las ocasiones, combates del Galicia y bombardeo durante el sitio de esta plaza sólo hemos tenido 64 muertos y 110 heridos. Por la variedad de informes nunca ha podido saberse a punto fijo la gente de desembarco que traía el enemigo. La más verosímil noticia que se ha hallado fue una lista firmada por don Harry Blahunsy, mayor general del Ejército que contenía la gente de él desembarcada, nombrando los siguientes diez batallones: 1º Harrison, 2º Wentuorthes, 3º Wolfs, 4º Robinson, 5º Louthers, 6º Winyardes, 7º Grants, 8º Mortons, 9º B. Gooch, 10º B. Gooch. A los cuales se añaden los dos regimientos de Bland y Lord Cambedich, que Forbes dice vinieron destinados a servir en la marina. 800 Hombres que dicen trajeron de la guarnición de Jamaica, 160 artilleros y bombarderos que se hallaron nombrados en otra lista, y 3.200 hombres que de las colonias francesas llegaron a Jamaica desde Virginia y Carolina, además de toda la gente de las embarcaciones del asiento de negros por cuya cuenta se ajusta de 14 a 16.000 hombres de desembarco, suponiendo cada batallón de 800 hombre, aunque algunos desertores dijeron que eran de 1.000.

Blas de Lezo en Cartagena de Indias. Obra de Augusto Ferrer Dalmau

Concuerdan todos en que dicho ejército y armada padecieron enfermedades graves en su viaje desde Inglaterra en el que murieron al menos 2.000 hombres. Afirman que en los ataques de Bocachica perdieron 700 y entre ellos el ingeniero en jefe Mouzes, y que con estos los perdidos en el ataque a San Lázaro más los muertos de enfermedades, sumaban 5.000 hombres los que faltaban desde el 15 de marzo en que llegaron a este puerto hasta el 30 de abril en que hicieron esta deposición sus desertores más sensatos, asegurando ser la falta de gente el motivo de levantar el sitio.

Desde el primero de abril habían empezado a salir algunos navíos y embarcaciones del convoy del enemigo, lo cual continuaron en hacer en distintos convoyes hasta el 20 de mayo en que salió con el último, el capitán en jefe Lestock, y habiendo llevado la cuenta de barcos desde el Cerro de la Popa don Bartolomé de Montes, salieron de este puerto 186 embarcaciones de las 195 que entraron, y tan solo dos navíos de tres puentes y uno de 70 cañones.

Hallamos demolidos los fuertes y baterías de Bocachica, Castillo Grande y Manzanillo, y el canal de dicho Castillo Grande despejado en parte tras retirar al semihundido Conquistador, y el de Bocachica libre totalmente, quedando en este último las ruinas de nuestros navíos San Felipe y las de dos navíos de los enemigos a quienes pegaron fuego, los cuales supusimos eran los que atacaron en Bocachica, que debieron de quedar inútiles de navegarse y por ello habían sido incendiados.

En las ruinas del fuerte de San Luís se hallaron dos cintas en que se leía en la latín lo siguiente: 

en predatio vestra que previti duxit

Aquí vuestro pillaje puesto en evidencia

Se halló al mismo tiempo cubierto de cadáveres el puerto, y dimos respuesta muda a las cintas despegando los labios solamente para dar risas, siendo felicidad que un sitio de tan poderoso armamento se concluyera en risa.

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