NAVEGANTES Y EXPLORADORES

NÚÑEZ DE BALBOA

Escarbar en la vida de Núñez de Balboa es vivir una aventura que supera cualquier ficción. Es un apasionante viaje que nos traslada a la selva más frondosa del planeta habitadas por numerosas tribus, a playas paradisiacas y a un largo complot que terminó injustamente con su vida. Una vida de altibajos duros y brillantes como los dientes de un serrucho. Es la vida de un incansable emprendedor a quien la suerte, aun cuando parecía que le sonreía, en verdad le daba la espalda. Si, llegó a ser gobernador pero gobernador de un puñado de pobres como él. Sus enemigos quisieron borrarlo del mapa y lo consiguieron, físicamente en su persona y literalmente, con las dos ciudades que fundó, pues ambas fueron abandonadas a propósito tras su muerte y no han perdurado en el tiempo. Afortunadamente la historia no se puede borrar y la vida de Núñez de Balboa es historia y de la buena.

Vasco Núñez de Balboa Explorador y descubridor del océano Pacífico. Nació en Jerez de los Caballeros (Badajoz) aproximadamente en el año 1475 y murió ejecutado, acusado falsamente de traición al rey, en Acla (actual Panamá) en 1519.

Fundador y alcalde de Santa María la Antigua del Darién, primera ciudad española en el continente americano y de Acla, así como conquistador de una gran parte del istmo centroamericano. Tuvo los títulos de Adelantado de la Mar del Sur y gobernador de las provincias de Panamá y Coiba.

Lamentablemente apenas hay documentación de Balboa, a excepción de algunas cartas que envió al Rey Fernando el Católico. El padre Las Casas buscó documentación para tratar la figura de Balboa, pero no encontró nada. El testimonio más valioso es el de Gonzalo Fernández de Oviedo, que coincidió en el Darién con Balboa y le conoció personalmente.

De niño ingresó como criado en casa de Pedro Puertocarrero, señor de Moguer (Huelva), donde se educó en letras, modales y armas. Llegada la juventud, se trasladó a Sevilla y en 1500 se enroló como escudero en la expedición a las Indias Occidentales, organizada por Rodrigo de Bastidas y el cartógrafo Juan de la Cosa. Parece que era buen espadachín. Bartolomé Las Casas lo describió como:

“bien alto y dispuesto de cuerpo, buenos miembros y fuerzas, gentil gesto de hombre muy entendido y para sufrir mucho trabajo”.

Jerez de los Caballeros (Badajoz)

EXPEDICIÓN DE RODRIGO DE BASTIDAS

La expedición, formada por una nao, una carabela y un bergantín, partió de Cádiz en marzo de 1501 y llegó a la costa de la actual Colombia, desde donde navegó durante cinco meses, descubriendo la actual costa atlántica colombiana (Santa Marta, Bocas del Magdalena, Cartagena, etc.) y luego la costa atlántica panameña desde Urabá hasta un punto desconocido situado a unos 225 kilómetros del Darién. El mal estado de las naves obligó a detener la navegación y regresar. Juan de la Cosa logró llegar con las naves hasta Jamaica y desde allí a la isla La Española (actual Republica Dominicana). Intentaron inútilmente reparar las naves y finalmente se hundieron en las cercanías de Puerto Príncipe (actual Haití) en febrero de 1502. Los expedicionarios llegaron a pie a Santo Domingo, divididos en tres grupos. Núñez de Balboa se quedó en La Española y fue premiado con un reparto de tierras en Salvatierra de la Sabana, población que él mismo ayudó a fundar. Inició un negocio de cría de cerdos que no prosperó por culpa de un huracán. Endeudado, fue a Santo Domingo, donde se encontraba en 1509 buscando la forma de salir de la isla. Sus acreedores le impidieron salir en la expedición de Ojeda al Darién y tuvo que esperar hasta que se organizó la de Martín Fernández de Enciso, que partió de Santo Domingo el 13 de septiembre de 1510 con una nao y un bergantín con cincuenta y dos hombres.

EXPEDICIÓN DE ENCISO

Núñez de Balboa iba de polizón, con su perro Leoncico, escondido dentro de un tonel. Descubierto en alta mar, estuvo a punto de ser abandonado en una isla desierta por Enciso, pero gracias al carisma de Balboa y la buena amistad que tenía con el resto de los tripulantes, le dejó a bordo. La flotilla siguió su rumbo al Golfo de Urabá y encontró frente a Cartagena a los supervivientes de la expedición de Ojeda, al mando de Francisco Pizarro. Se supo entonces que había fracasado el intento de poblar San Sebastián en el golfo de Urabá, por lo insalubre del lugar y porque estaba habitado por indios que usaban flechas envenenadas. El propio Ojeda había sido herido y tenido que abandonar el poblado en busca de refuerzos, tras dejar a sus hombres al mando de Pizarro y con autorización para hacer lo que estimaran conveniente si no regresaba en un plazo de cincuenta días. Los españoles habían cumplido con el plazo, tras el cual habían embarcado en las naves que encontró Enciso.

Enciso puso rumbo a San Sebastián y al llegar naufragó la nao. Comprobó que era cierto cuanto le habían dicho. Es más, los indios habían quemado las treinta chozas construidas por los españoles. Convocó entonces una junta para decidir si regresaban a La Española o buscaban otro lugar para poblar, lo que no parecía fácil. En plena deliberación pidió la palabra Núñez de Balboa para decir algo parecido a esto que transcribió el padre Las Casas:

“Yo me acuerdo, que los años pasados, viniendo por esta costa con Rodrigo de Bastidas, entramos en este Golfo y a la parte de occidente, a mano derecha, según me parece, salimos en tierra y vimos un pueblo de la otra banda de un gran río, que tenía muy fresca y abundante tierra de comida y la gente de ella no ponía veneno en sus flechas”

Fue una sugerencia que todos aceptaron, empezando por el propio Enciso. Dejaron 65 hombres en San Sebastián y el resto siguió hasta el lugar señalado por Balboa, que encontraron pasado el golfo, en un río del Darién. Era la provincia del cacique Cémaco, cuyos guerreros fueron vencidos fácilmente por Enciso, que les combatió tras encomendarse a la Virgen de Nuestra Señora del Antigua. Mandaron luego venir a los que habían quedado en San Sebastián y procedieron a establecer una población que llamaron La Guardia en noviembre de 1510. No hubo fundación formal y unos meses más tarde Balboa decidió bautizarla con el nombre de Santa María de la Antigua del Darién. Fue la primera ciudad española en la América continental.

Recreación de Santa María la Antigua de Darién. La primera ciudad fundada por España en el continente americano y abandonada años más tarde

Martín de Enciso se enemistó pronto con sus hombres por haberles prohibido comerciar con oro, bajo pena de muerte y se negó a repartir el botín de oro, ya que en su opinión esto le correspondía hacerlo al gobernador Ojeda. Núñez de Balboa aprovechó la ocasión para minar su autoridad, pidiendo la creación de un Cabildo para que gobernase la ciudad. Se reunieron los conquistadores y resultaron elegidos como alcaldes el propio Núñez de Balboa y Benito Palazuelos. El tesorero fue el médico Alberto, el alguacil Bartolomé Hurtado y los regidores Diego Albítez, Martín de Zamudio, Esteban Barrantes y Juan de Valdivia. El Cabildo se apoderó de los barcos y empezó a actuar como máxima autoridad local. Protestó Enciso, argumentando que representaba al gobernador Ojeda, pero no pudo presentar su nombramiento porque el documento se había perdido en el naufragio de la nao, según dijo y no le hicieron caso alguno.

A finales de noviembre de 1510 llegó a Santa María de la Antigua del Darién, Rodrigo de Colmenares con dos naves y los refuerzos para su jefe Diego de Nicuesa, a quien debía encontrar en algún lugar situado al oeste del golfo de Urabá. En la ciudad no se sabía nada de Nicuesa y Colmenares siguió por la costa panameña tras el rastro de su gobernador. Lo encontró pasado Nombre de Dios (actual Panamá). Nicuesa había fracasado en su objetivo poblador y le quedaban sólo treinta hombres. Al saber que existía Santa María, decidió ir a la ciudad y reclamarla como parte de su gobernación, ya que estaba pasado el golfo de Urabá y había convenido con Ojeda que Urabá se dividiría por la mitad para sus dos gobernaciones. Tardó mucho en llegar y se le anticiparon las noticias de sus desastres, por lo que los pobladores de Santa María pactaron para no recibirle como gobernador. Cuando Nicuesa arribó a Santa María se le invitó a no desembarcar y a retirarse. Tras muchos incidentes fue obligado a reembarcarse el 1 de marzo de 1511. Puso rumbo a La Española, donde pensaba reclamar sus derechos, pero murió en el naufragio de su nave en alta mar. Fernández de Oviedo atribuye todo esto a maquinaciones de Núñez de Balboa. Enciso exigió luego dos tercios del botín por su aportación de los barcos y por su supuesto título. Se lo negaron y se le acusó de usurpación de autoridad y tentativa de apropiación indebida. Se le puso en libertad, pero decidió regresar a España para reclamar sus derechos. Le acompañaban el alcalde Zamudio y el corregidor Juan de Valdivieso, a quienes Balboa envió a Santo Domingo para pedir ayuda y mercedes. Consecuencia de esto último fue que el virrey Diego Colón reconociera a Núñez de Balboa como gobernador del Darién, desconociendo los derechos de Enciso. Lo mismo haría luego el Rey por Cédula de 23 de diciembre de 1511, en espera de nombrar gobernador en propiedad.

Vasco Núñez de Balboa

GOBERNADOR DEL DARIÉN

Vasco Núñez de Balboa había quedado como la única autoridad del Darién desde el 4 de abril de 1511, cuando lo abandonó Enciso y un mes después de partir Nicuesa. Su gobierno duró tres años durante los cuales realizó la conquista y el descubrimiento del Pacífico. En mayo se dirigió al territorio de la tribu Careta para pedir alimentos a su jefe Chima. No se los dio y Balboa le retuvo. Acordaron entonces que Chima entregaría anualmente alimentos y algún oro, a cambio de que Balboa le ayudara en su guerra contra el cacique Ponca. El cacique selló el pacto con la entrega de varias mujeres, entre ellas a su hija Anayansi, que se convirtió en la amante y mujer de Balboa. Chima aceptó ser bautizado con el nombre de Fernando, como el Rey de España.

Núñez de Balboa mandó recoger toda la gente de Nicuesa que quedaba en Veragua y la trasladó a Santa María. En agosto de 1511 procedió a organizar la ciudad. Distribuyó solares a los vecinos, se trazaron calles, se construyeron casas y se señalaron campos de maíz. Para cumplir lo prometido al cacique Careta (ahora Fernando), atacó a su enemigo el cacique Ponca. Los naturales se escondieron, por lo que saqueó su territorio. Fernando le pidió entonces que hiciera lo mismo con otro enemigo suyo, el cacique Comogre. Éste recibió bien a los españoles y tras agasajarlos con comida y bebida abundantes, aceptó luego bautizarse como Carlos y les regaló varias piezas de oro, valoradas en unos 4.000 pesos. Balboa ordenó separar el Quinto Real y repartir el resto del botín entre sus hombres. Aquí fue donde escuchó por primera vez de boca de los indios, la existencia de un mar al sur, no muy lejos de allí.

Balboa y sus hombres regresaron a Santa María, donde encontraron a Valdivia, que había regresado de La Española con el nombramiento de Núñez de Balboa como gobernador. Balboa le mandó regresar nuevamente a La Española para informar al virrey Diego Colón de las noticias sobre la Mar del Sur y pedirle un refuerzo de mil hombres, armas y vituallas. Le entregó asimismo el Quinto Real de los botines logrados hasta entonces, que sumaban unos 15.000 pesos. La nave de Valdivia naufragó, por lo que el virrey Diego Colón no recibió las noticias ni el Quinto Real. El año se cerró con el nombramiento real de Balboa el 23 de diciembre de 1511 como gobernador y capitán del Darién. Fue resultado de las gestiones de Zamudio en España, pero no le llegaría a Balboa hasta 1513, por lo que ejerció con el nombramiento que le había dado Diego Colón.

Imagen de satélite del Golfo de Urabá, en la actual Colombia. En sus orillas estuvieron San Sebastián y Santa María la Antigua del Darién, la primera ciudad española en el continente americano. Ambos enclaves fueron abandonados. Actualmente, el Golfo de Urabá es un destino turístico.

Núñez de Balboa dedicó el año 1512 y la mayor parte del año siguiente a establecer buenas relaciones con las tribus de la zona y a realizar su expedición a la zona del Golfo de Urabá (en la actual Colombia). Organizó una fuerza de ciento sesenta hombres de la que nombró segundo a Rodrigo de Colmenares y la embarcó en un bergantín y una flotilla de canoas para explorar el citado golfo. Desembarcó en Urabá y penetró hasta la provincia de Ceracana, donde recogió otro botín de oro valorado en 6.000 pesos. Subió luego por el río Atrato hasta el río Sucio, al que llamó Negro, desde donde alcanzó la tribu de Albanumaque. Aquí oyó hablar del mito del Dabaibe, mito según el cual los hombres cogían pepitas de oro grandes como naranjas. No pudo ir en su busca, porque le llegaron noticias que había surgido una sublevación indígena para destruir Santa María. Regresó a la ciudad y logró deshacer la conspiración urdida por los caciques de turno. Incluso le tendieron una emboscada con cuarenta guerreros disfrazados de campesinos, de la que logró salir indemne por el miedo que les infundió su presencia. Pese a todo, la situación de la colonia era mala. Los vecinos llevaban dos años sin refuerzos, viviendo por sus medios, y decidieron pedir ayuda en La Española. Construyeron un pequeño bergantín en el que embarcaron trece descontentos y partieron el 28 de octubre de 1512. En Santa María quedaron sólo ciento sesenta españoles. Los descontentos consiguieron llegar a La Española, donde trataron de desacreditar a Núñez de Balboa, y luego a España en 1513, donde siguieron hablando mal del gobernador, lo que decidió al rey Fernando a enviar un gobernador titular y una fuerza pobladora al Darién.

Mientras tanto, en Santa María, el resto de los descontentos intentaron apoderarse del botín de 10.000 pesos de la Tesorería. Núñez de Balboa encarceló a varios de ellos y los puso bajo custodia de los franciscanos. Llegaron entonces unos refuerzos de La Española, enviados por Diego Colón. Núñez de Balboa envió a Colmenares como procurador suyo a La Española, con un memorial para el Rey, fechado el 20 de enero de 1513, en el que criticaba a sus antecesores, Nicuesa y Ojeda, y ponderando sus descubrimientos, el cuidado de Santa María, el buen trato dado a los indios, los botines logrados y la enorme riqueza que se escondía en los ríos que iban al otro océano. Ocampo partió con sus naves desde La Española con las cartas al rey, pero tardó mucho en llegar a España. Además, llegó enfermo y murió en Sevilla en 1514, transfiriendo a Noya la defensa de Núñez de Balboa ante el rey.

DESCUBRIMIENTO DEL MAR DEL SUR

Mientras tanto, llegaron al Darién varias naves desde La Española con víveres, correspondencia y cuatrocientos colonos. En la correspondencia llegó el nombramiento real de Núñez de Balboa como gobernador interino otorgado por el rey en 1511, así como noticias de que el Rey pensaba nombrar un gobernador en propiedad, ajeno a las facciones existentes. Núñez de Balboa decidió entonces jugar la carta escondida del descubrimiento del Mar del Sur, del que le habían hablado los indios, pensando que era su gran oportunidad para ascender de gobernador interino a gobernador propietario. Dejó en Santa María doscientos hombres y salió a su descubrimiento con ciento noventa. Su plan era ir primero a la tierra del cacique Chima, que le facilitaría los guías para llegar a la Mar del Sur. Aunque la distancia terrestre entre ambos océanos no es muy grande, la expedición tuvo que hacerlo en zigzag, para evitar las tribus hostiles y hacerlo por las comarcas de las tribus aliadas. Zarpó del puerto de la ciudad el 1 de septiembre de 1513 con un barco pequeño y nueve canoas.

Hizo por mar la pequeña travesía hasta Puerto Careta, donde dejó más de la mitad de sus hombres asentados y partió con sólo 92 soldados y dos sacerdotes. Tras dos días de marcha por la selva alcanzó las tierras del cacique Ponca. Después envió a la retaguardia algunos enfermos y siguió hacia la tierra de un cacique llamado Torecha, enemigo de Ponca. Este trayecto fue el más duro del viaje. Tardaron en cubrirlo cinco días, dado lo abrupto del terreno y la intensa lluvia tropical, propia de la época del año. Finalmente llegaron a su objetivo el 24 de septiembre. En Quareca tuvieron un combate con los indios. Les vencieron fácilmente y saquearon la población. Núñez de Balboa estableció un retén de quince hombres y partió con el resto, sesenta y cinco soldados y un clérigo. Abandonó Quareca el 25 de septiembre, a las seis de la mañana, dispuesto a subir hasta la cima de las montañas aquel mismo día. Lo logró en unas cuatro horas. Hacia las diez de la mañana los guías le indicaron el lugar desde el cual podría ver la otra mar. Núñez de Balboa ordenó detenerse a su gente y partió solo, pues deseaba ser el primer español que viera la Mar del Sur. Coronó la montaña en unos minutos y desde allí contempló extasiado el extenso océano que nunca antes hubiera visto ningún europeo.

“Y en martes veinte y siete de aquel año de mil e quinientos y trece, a las diez horas del día, yendo el capitán Vasco Núñez en la delantera de todos los que llevaba por un monte raso, vido desde encima de la cumbre de la Mar del Sur antes que ninguno de los cristianos compañeros que allí iban”

Andrés de Valderrábano, escribano de la expedición

Llamó entonces al resto de sus hombres para que contemplaran la maravilla. A continuación, procedió a tomar posesión en nombre de los reyes de Castilla; cortó varias ramas de los árboles, amontonó piedras y grabó sobre los troncos de algunos árboles los nombres del rey Fernando y de la reina Juana. Los indios miraban asombrados toda la ceremonia. Núñez de Balboa hizo venir al escribano Valderrábano y le ordenó tomar los nombres de todos los que habían estado presentes en el acontecimiento: 67 españoles. El primero era naturalmente el del propio Balboa, el segundo el del clérigo Andrés de Vera y el tercero el del teniente de la expedición, Francisco Pizarro, el hombre que años después conquistaría Perú.

Núñez de Balboa y sus hombres en la Mar del sur

Los españoles descendieron hasta la costa y acamparon en Chape, cuyos habitantes huyeron. El cacicazgo lo ostentaba una mujer, a la que no vio Balboa, que mandó llamar a los quince españoles que habían quedado como retén en Quareca. Cuando todos estuvieron reunidos, el 29 de septiembre, fiesta de San Miguel Arcángel, preparó la ceremonia de la toma de posesión. Seleccionó a veintiséis hombres y partió con ellos hasta la misma orilla del mar. Todos lucían sus mejores galas de combate; corazas, cascos, plumas y llevaban en vanguardia un estandarte con la imagen de la Virgen y las armas de Castilla. Habían llegado a un rincón de un golfo que en el futuro se llamaría Golfo de San Miguel. Eran las dos de la tarde y la playa ofrecía un aspecto deplorable, pues había marea baja y aquello era un inmenso lodazal. Núñez de Balboa había calculado mal la marea, al regirse por el horario de las mareas del océano Atlántico. En vista del panorama existente, los españoles decidieron posponer la ceremonia. Se sentaron en la playa y esperaron que subiera la marea.

“Llegó Balboa a la ribera a la hora de vísperas y el agua era menguante. Y sentáronse él y los que con él fueron, y estuvieron esperando que el agua creciese, porque de bajamar había mucha lama e mala entrada, y estando así sentados creció la mar, e vista de todos, mucho y con gran ímpetu”

Andrés de Valderrábano, escribano de la expedición

Subida la marea, Núñez de Balboa se puso la coraza y el yelmo, tomó el estandarte en la mano derecha y con la espada desnuda en la izquierda se adentró algunos pasos, hasta que el agua le llegó a las rodillas. Luego empezó a pasear de un lado para otro diciendo:

“Vivan los muy altos e poderosos señores reyes don Fernando e doña Juana, Reyes de Castilla e de León, e de Aragón, etc. en cuyo nombre e por la corona real de Castilla tomo e aprehendo la posesión real e corporal e actualmente destas mares e tierras, e costas, e puertos, e islas australes”

Andrés de Valderrábano, escribano de la expedición

Núñez de Balboa en el Mar del sur

Preguntó luego si alguien se oponía a la posesión, pero nadie replicó. A continuación, preguntó si los españoles presentes estaban dispuestos a defender con sus vidas aquella posesión por los Reyes de Castilla, a lo que contestaron todos afirmativamente. Después ordenó al escribano Valderrábano dar fe del acto y escribir los nombres de todos los presentes. Los testigos probaron el agua y aseguraron que era salada, señal inequívoca que aquella era agua de mar. Por último, Núñez de Balboa dio unos sablazos a las aguas y salió a la playa, donde hizo con un puñal tres cruces en los árboles, en nombre de la Santísima Trinidad. Los acompañantes secundaron su acción cortando ramas y grabando cruces. Todo el formalismo quedó así cumplido.

Playa de Buenavista, lugar donde Núñez de Balboa hizo posesión de la Mar del Sur.
Fotografía de Alberto Flechoso

Al caer la tarde regresaron a Chape, donde el hermano de la cacica les obsequió con oro y perlas. Núñez de Balboa exploró los alrededores pues quería encontrar las perlas por su propia mano. Embarcó a sesenta hombres en unas piraguas y navegó por un brazo del río Congo hasta Cuquera, donde cogió a los indios otra buena cantidad de perlas y oro. Volvió a Chape y pidió más canoas. Al día siguiente arribó a las tierras del cacique Tumaca, unos treinta kilómetros al norte del Golfo de San Miguel y lo bautizó como Golfo de San Lucas. El cacique Tumaca le dijo que las perlas estaban en las islas que se veían a lo lejos. Núñez de Balboa trató de conseguir una gran canoa para llegar a ellas, pero no pudieron tenerla a punto hasta dos semanas después. Se adentró con ella en el mar acompañado de veintitrés españoles. Había mar gruesa y sólo pudo navegar hasta la desembocadura del río Chiman, desde donde tuvo que contentarse con ver la silueta de la isla. La bautizó como Isla Rica. Varios buceadores indígenas sacaron cuatro grandes cestas de ostras. Los españoles las abrieron con voracidad, esperando encontrar perlas, pero no hallaron ninguna, y se quedaron extrañados al ver que los indios se comían su contenido. Volvieron a Tumaca y desde allí, el 23 de noviembre, emprendieron el regreso a Santa María. Habían estado casi un mes en la costa del Mar del Sur.

Archipiélago de Las Perlas (Panamá)

Regresaron por un camino distinto, con objeto de descubrir otras tierras. Hicieron una incursión a la provincia cacique Tamaname, donde se sospechaba que existían minas de oro, pero resultó un fracaso. Los hombres estaban exhaustos y Núñez de Balboa se hallaba enfermo de fiebres (quizá de paludismo). Pasaron la Navidad y el año nuevo atravesando la selva más frondosa del planeta todavía hoy, conocida como el Tapón del Darién, hasta que llegaron a Careta, en cuyo puerto embarcaron en el mismo bergantín que les trajo, hasta Santa María de la Antigua del Darién. Atracaron en su puerto el 19 de enero de 1514. El balance de la entrada no podía ser mejor; habían descubierto la Mar del Sur y recogido un botín de más de dos mil pesos en oro y perlas, y no habían perdido un solo hombre.

El Tapón del Darién

EL COMPLOT CONTRA NÚÑEZ DE BALBOA

Núñez de Balboa recibió en Santa María unas noticias alarmantes que le trajo el comerciante Pedro de Arbolancha desde La Española: la nave de Valdivia que llevó el Quinto Real había naufragado y los procuradores y Enciso habían informado en contra suya, por lo que el Rey había nombrado un nuevo gobernador y había rebautizado aquel territorio como Castilla del Oro. El nuevo gobernador se llamaba Pedro Arias de Ávila y estaba próximo a llegar con una gran flota y dos mil colonos. Núñez de Balboa se apresuró a comunicar al Rey su descubrimiento. Hizo una relación del mismo y un mapa de la Mar del Sur, adjuntó el nuevo Quinto Real, una petición de que se le nombrase gobernador de la Mar del Sur y una relación de los vecinos de Santa María sobre sus servicios. Lo envió a La Española, pero sus enemigos hicieron desaparecer los documentos. En espera de la llegada de Pedrarias envió a Andrés Garavito con ochenta hombres para descubrir otra vía alternativa hacia el Mar del Sur; fue el camino llamado ‘del Suegro’, porque el cacique de Tamahe casó a su hija con Andrés Garavito.

Pedrarias arribó al puerto de Santa María el 26 de junio de 1514, con diecisiete buques y dos mil colonos, artesanos y funcionarios. Núñez de Balboa recibió la noticia cuando estaba reparando el tejado de una casa y salió a recibirle inmediatamente con la ropa de trabajo que tenía; una camisa y un calzón viejo de algodón. Pedrarias portaba armadura completa y cabalgaba sobre un caballo, rodeado de su señora, sus parientes y criados. Tras él venía el obispo bajo palio, rodeado de religiosos, precediendo una comitiva de funcionarios, soldados, abanderados, mujeres, etc. Núñez de Balboa hizo una reverencia a Pedrarias, que le entregó sus credenciales. Se hicieron las presentaciones de turno y ambos grupos regresaron a la ciudad. Cuando Pedrarias contempló Santa María se quedó asombrado, pues eran sólo unas doscientas casas de tablas y paja en las que vivían quinientos españoles y mil quinientos indios. No tenía infraestructura para recibir aquella enorme población que le acompañaba. Pedrarias pidió a Núñez de Balboa un informe pormenorizado de la colonia: fuentes de aprovisionamiento, tribus aliadas y hasta el camino para llegar a la Mar del Sur. Núñez de Balboa se los entregó, pero estos papeles se han perdido. El nuevo gobernador inició por su cuenta una pesquisa secreta sobre la actuación de su predecesor, lo cual era insólito. Intervino el obispo y la pesquisa secreta quedó pendiente. Como Santa María no podía albergar una población de dos mil quinientos españoles, Pedrarias ordenó una serie de campañas contra los territorios indígenas; cinco expediciones para descubrir minas de oro pero en realidad, para quitarse bocas que alimentar en la ciudad. Consiguieron un botín de 30.000 pesos, pero destruyeron la labor pacificadora de Balboa y dejaron a los indios enemistados con los españoles.

Por culpa de Pedrarias se rompieron muchas alianzas con los indios

Nueve meses después, el 20 de marzo de 1515, llegó a Santa María el nombramiento real de Vasco Núñez de Balboa como Adelantado de la Mar del Sur (se había dado por cédula de 23 de septiembre de 1514) y Gobernador de las provincias de Panamá y Coiba, aunque sujeto a Pedrarias. Éste quiso guardarse la Cédula, pero se opusieron el obispo y varios funcionarios. Tuvo que entregársela a regañadientes, pero prohibió a Núñez de Balboa reclutar hombres para sus empresas descubridoras, ya que dijo necesitar todos los hombres que había en Castilla del Oro. Balboa mandó entonces a su hombre de confianza, Andrés Garavito a la isla La Española para que los reclutara. Tenía el proyecto de fundar poblaciones a orillas de los dos océanos y construir unas naves para navegar doscientas o trescientas leguas por la Mar del Sur con objeto de encontrar las Islas de la Especiería. De no hallar éstas, pensaba navegar hacia el sur para tratar de hallar un paso interoceánico en América, asunto que interesaba al Rey. Eran grandes proyectos que lamentablemente no pudo acometer.

Pedrarias viajó a Careta, pero tuvo que regresar rápidamente a Santa María a causa de un cólico hepático. Allí encontró sesenta soldados de Cuba, que habían llegado a petición de Balboa. Acusó a éste de conspiración y rebelión frustrada y le metió en una jaula en el patio de su casa. Núñez de Balboa estuvo allí dos meses, hasta que un día Pedrarias le abrió la jaula, le pidió perdón y le concedió la mano de su hija María. Balboa no lo pensó dos veces y aceptó los esponsales, lo que disgustó mucho a su amante Anayansi. La reconciliación tuvo otras condiciones, como construir una población en la región de los Careta, no emplear más de ochenta hombres en sus empresas y concluirlas en un plazo máximo de año y medio.

Costa atlántica de la actual Panamá, muy cerca del lugar de fundación de Acla

Núñez de Balboa fundó Acla a finales de 1516, donde organizó la Compañía de la Mar del Sur, con aportaciones de accionistas de Santa María. Luego mandó construir las piezas necesarias para ensamblar varios bergantines que pensaba botar en el Pacífico. En 1517 envió a Francisco de Compañón a la costa de la Mar del Sur, para que escogiera el lugar apropiado para el astillero. En agosto de 1517 comenzó a trasladar las piezas de los bergantines, así como las jarcias, brea, velas, anclas, etc. El propio Balboa cargó con tablones. El astillero se montó junto al río de las Balsas (cerca de la actual Yaviza). Los españoles trabajaron en cuadrillas que se ocupaban de talar árboles, construir las naves, recoger víveres y en abrir un buen camino a la recién fundada Acla. Cuando estaba todo listo para la botadura hubo una fuerte riada que arrastró el astillero al mar. Núñez de Balboa, apesadumbrado, hizo reunir el Consejo de la Compañía para decidir qué hacer. Se acordó seguir adelante. El adelantado botó los bergantines, pero se hundieron de inmediato. Pidió a su ahora suegro Pedrarias otro plazo y dinero y volvió a empezar con unos préstamos. Balboa reflotó los bergantines, les tapó las vías de agua y se embarcó en ellos hasta llegar a una de las islas de las Perlas; la Isla Rica o Isla del Rey, que había sido esquilmada poco antes por Morales, un lugarteniente de Pedrarias, y quien sabe sí mandado por Pedrarias con intención de arruinar la empresa de Balboa. No se desanimó por ello, sin embargo. Construyó otras dos naves y navegó hacia el sur, hasta alcanzar un puerto que llamó Puerto Peñas, el mismo lugar que luego Pizarro bautizó como Puerto Piñas. Desde allí regresó al Golfo de San Miguel. Envió entonces al escribano Valderrábano a Santa María para que insistiese ante Pedrarias en la solicitud de una prórroga. En vez de ésta, le llegó la noticia de que el Rey había sustituido a Pedrarias por un nuevo gobernador llamado Lope de Sosa, que estaba próximo a llegar. Surgió entonces la “traición” de Balboa, que le costó la vida.

Puerto Piñas

EL OCASO DE UN HÉROE

No se conoce bien cuál fue el delito de la “traición”. En versión de Fernández de Oviedo, que vio el expediente, consistió en que Núñez de Balboa se precipitó ante la noticia de la llegada del nuevo gobernador, pensando que éste le iba a prohibir realizar descubrimientos en la Mar del Sur, y decidió fundar una población en la costa del nuevo océano descubierto, donde los indios decían que había muchas riquezas. Balboa creía, que si continuaba Pedrarias como gobernador podría realizar su navegación, en lo que se confundió. Envió a Santa María a sus fieles Valderrábano, Garavito, Muñoz, el archidiácono Pérez y Luis Botello. El último de éstos debía anticiparse y llegar a Acla para saber si había arribado Lope de Sosa. Tuvo la mala fortuna de ser detenido por un centinela y conducido a presencia de Francisco Benítez, enemigo de Balboa, que le hizo confesar todo el plan, comunicándolo de inmediato a Pedrarias. Todos sus compañeros fueron detenidos al llegar a Santa María. Pedrarias ordenó al tesorero que levantara una acusación formal contra Núñez de Balboa. Luego se trasladó a Acla, desde donde escribió una carta muy cariñosa a su yerno, rogándole que se presentara en dicha población para tratar de los asuntos de la expedición que deseaba realizar. Balboa no receló nada y cayó en la trampa. Al entrar en Acla fue apresado y acusado del delito de traición. Se le tuvo preso en la casa de Juan de Castañeda, adonde fue a visitarle Pedrarias para decirle que no se preocupara, porque había sido detenido por algunas acusaciones seguramente infundadas. En una segunda visita cambió de tono y le acusó de haber traicionado al Rey y a él. Mandó ponerle guardias y trasladarlo a la cárcel común. En el proceso testimoniaron todos los enemigos de Balboa y hasta su amigo Garavito, que estaba enamorado de Anayansi y había sido rechazado por ésta. Pedrarias añadió al expediente su pesquisa secreta e infinidad de acusaciones, como haberle dado informes falsos sobre los indios para que fracasara en sus entradas, haber maltratado a los indios contra sus instrucciones, haber actuado malintencionadamente contra Ojeda y Nicuesa y, sobre todo, haber urdido un plan para proclamarse independiente en la Mar del Sur. Pedrarias negó la apelación y le condenó a muerte.

Ejecución de Núñez de Balboa

Se levantó un cadalso en la plaza mayor de Acla, donde se cumplió la sentencia un día desconocido de enero de 1519. Se ejecutó a Núñez de Balboa, Fernando de Arguello, Luis Botello, Hernández Muñoz y Andrés Valderrábano. Antes de que le cortaran la cabeza, Núñez de Balboa tomó la palabra y dijo a los presentes que todo era una falsedad y que jamás había traicionado al Rey. Un injusto final para un auténtico emprendedor que consiguió terminar la misión que había empezado Colón de encontrar un paso hacia las islas de las Especias, además de explorar nuevos territorios y conseguir importantes alianzas con muchas tribus, todo ello sin haber faltado jamás a su lealtad con el rey y con España.

Monumento a Vasco Núñez de Balboa en Ciudad de Panamá
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