LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS
Se conoce como Los Últimos de Filipinas o Sitio de Baler, la hazaña realizada por un pequeño destacamento militar español que resistió durante 337 días un asedio en Filipinas durante la guerra de secesión en 1898. El destacamento de Baler, desconocedor del estallido de la guerra con Estados Unidos y de la recién proclamada independencia de Filipinas, fue atacado por los independentistas filipinos y se refugió en la iglesia, comenzando así el sitio, el 1 de julio de 1898. En la iglesia de Baler quedaron sitiados un contingente español de 57 militares y tres religiosos. En total, sobrevivieron al asedio 38 personas. En el lado filipino sufrieron 700 bajas entre muertos y heridos.
Desde el principio del asedio, las fuerzas sitiadoras intentaron en vano la rendición de las tropas españolas mediante el envío de noticias, que les informaban del desarrollo del conflicto entre los españoles con los insurrectos filipinos y los invasores estadounidenses. Tras la caída de Manila en manos estadounidenses, en agosto, las autoridades españolas mandaron repetidamente misivas y enviados para lograr su rendición, igualmente sin conseguirlo. Los sitiadores también enviaron en agosto a dos franciscanos españoles que tenían prisioneros para que convencieran a los sitiados, sin éxito. Estos, sin embargo, se quedaron con el destacamento español durante el resto del asedio.
Mientras las últimas tropas eran repatriadas a España, nuevos emisarios españoles fracasaron en el intento de convencer a los sitiados de que depusieran las armas y volvieran a Manila. En abril, las autoridades militares estadounidenses enviaron, a petición española, una cañonera para liberar al destacamento de Baler, pero las tropas desembarcadas cayeron en manos de los filipinos, sin lograr su propósito.
A finales de mayo, un nuevo enviado español, el teniente coronel Aguilar, llegó a Baler por orden del gobernador general español, con órdenes de que los sitiados depusieran su resistencia y le acompañaran a Manila, pero estos volvieron a desconfiar y tuvo que marcharse sin conseguir su objetivo. Sin embargo, al hojear los sitiados unos periódicos dejados en la iglesia por Aguilar, descubrieron una noticia que no podía haber sido inventada por los filipinos, lo cual finalmente los convenció que España ya no ostentaba la soberanía de Filipinas y de que no tenía sentido seguir resistiendo en la iglesia. El 2 de junio de 1899, el destacamento español de Baler se rindió, tras un sitio de 337 días.
Las nuevas autoridades filipinas aceptaron unas condiciones honrosas de capitulación y permitieron su paso, sin considerarles prisioneros, hasta Manila, con el presidente filipino Aguinaldo emitiendo un decreto en el que exaltaba su valor. Tras un recibimiento apoteósico en la capital filipina, los supervivientes fueron repatriados a España.
En Baler a los dos días del mes de junio de mil ochocientos noventa y nueve, el 2.º Teniente Comandante del Destacamento Español, D. Saturnino Martín Cerezo, ordenó al corneta que tocase atención y llamada, izando bandera blanca en señal de Capitulación, siendo contestado acto seguido por el corneta de la columna sitiadora. Y reunidos los Jefes y Oficiales de ambas fuerzas transigieron en las condiciones siguientes:
Primera. Desde esta fecha quedan suspendidas las hostilidades por ambas partes beligerantes.
Segunda. Los sitiados deponen las armas, haciendo entrega de ellas al jefe de la columna sitiadora, como también de los equipos de guerra y demás efectos pertenecientes al Gobierno Español.
Tercera. La fuerza sitiada no queda como prisionera de guerra, siendo acompañada por las fuerzas republicanas a donde se encuentren fuerzas españoles o lugar seguro para poderse incorporar a ellas.
Cuarta. Respetar los intereses particulares sin causar ofensa a personas.
Y, para los fines que haya lugar, se levanta la presente acta por duplicado, firmándola los señores siguientes: el teniente Coronel de la columna sitiadora, Simón Tecson. El Comandante, Nemesio Bartolomé. Capitán, Francisco T. Ponce. Segundo teniente, comandante de la fuerza sitiada, Saturnino Martín. El médico, Rogelio Vigil.