ESPAÑA

EL CURA MERINO

Gerónimo Merino Cob (1769 – 1844), apodado «el Cura Merino», fue un cura que, durante la invasión francesa de España, abandonó la sotana y la iglesia para echarse al monte y combatir con las armas al invasor francés. Sus importantes acciones le convirtieron en uno de los más importantes guerrilleros españoles que combatieron a los franceses.

Nacido en Villoviado, en la provincia de Burgos, el Cura Merino ya tenía 39 años cuando los soldados franceses irrumpieron en España y por consiguiente en su pueblo. Molesto por el maltrato que los franceses daban a sus vecinos, decidió abandonar el mundo espiritual y convertirse en guerrillero. Su primera acción guerrillera consistió en atacar el día de Reyes Magos a un correo francés y su escolta, a la altura de un pueblo cercano. Esta primera acción le valió para que más jóvenes de la comarca se unieran a su columna.

En junio de ese mismo año le llegan noticias que un destacamento francés está de tránsito por la región, así que decide mantener viva una red de información que finaliza con el asalto al Palacio Ducal de Lerma, donde estaban acuartelados los franceses, consiguiendo hacer presos a los supervivientes. Esta noble acción le procura más fama y cada vez más jóvenes -y no tan jóvenes- acuden para unirse a su causa. Uno de estos hombres es Ramón Santillán, quien años más tarde será el primer gobernador del Banco de España.

Considerado ya un importante líder guerrillero por la Junta de Defensa, se le confiere la vigilancia de los caminos entre Burgos y Valladolid, en la que otros éxitos continúan acrecentando la fama y el prestigio del Cura Merino en aquella región de Castilla, de tal manera que el 22 de enero de 1810 ya tenía la suficiente fuerza en hombres como para atacar ya no destacamentos, sino divisiones enteras, como ocurrió aquel día en Dueñas (provincia de León), cuando emboscó a 1.500 soldados franceses de los que tan solo escaparon 200.

También sufrió, como no, algunas derrotas, pues tengamos en cuenta que el Cura Merino y sus hombres no habían sido guerreros anteriormente, no habían tenido preparación militar y sus filas estaban compuestas por agricultores, estudiantes, profesionales, etc… Al contrario que los soldados franceses que estaban inmersos en una guerra europea en la cual el ejército francés estaba considerado en aquel momento como el mejor de todos. Y tal vez la derrota más sonada del Cura Merino ocurrió en la villa de Almazán (Soria), donde el Cura Merino y sus hombres fueron sitiados por un regimiento francés dirigido por un general al frente de 1.200 soldados. Los franceses atacaron la villa y en vista que no podían abrir brecha y tras sufrir gran cantidad de bajas, solicitaron u armisticio de varias horas para recoger a los fallecidos. El Cura Merino aceptó el alto el fuego, pero los franceses aprovechando la guardia baja de los españoles, rompieron el alto el fuego y lograron entrar en la tranquila villa soriana, que fue sometida a saqueo y posterior incendio por los franceses. Afortunadamente, el Cura Merino y otros de sus hombres lograron escapar a caballo.

En 1811 fundó el Regimiento de Húsares de Burgos y establece su cuartel general en una cueva cercana a Regumiel de la Sierra (Burgos), desde la que dirige ataques por toda aquella comarca. Al año siguiente los franceses detectan que el Cura Merino debe estar escondido en aquel pueblo y someten a sus habitantes a interrogatorios, de los que no consiguen extraer la información. Para escarmentar a los habitantes del pueblo, los franceses queman la iglesia y el fuego termina propagándose por varias casas más. Varias semanas más tarde el Cura Merino decide dar venganza sobre el Primer Batallón de Lanceros del Vistula, un batallón formado por polacos leales a Napoleón que se encuentra por la zona confiscando carne. El Cura Merino decide la emboscada en un camino entre los pueblos burgaleses de Hontoria de Valdearados y Peñaranda de Duero. El propio Merino escribió así el hecho:

«… Tenemos la satisfacción de anunciar a V.E. que el 16 del pasado mes de abril de 1812 han tenido estas tropas la acción más brillante de cuantas han ocurrido desde los principios de su formación: todo el batallón 1.º del Vístula, compuesto de 669 polacos fueron fruto de ella. Habían salido de la villa de Aranda a continuar sus robos y saqueos. El coronel Merino cae sobre ellos en Hontoria de Valdearados, en tan buena disposición, que ni uno siquiera se les fue. Sesenta y nueve murieron en el ataque, sin que por nuestra parte hubiese más desgracias que cinco heridos, el uno de gravedad, los demás polacos, con sus jefes y oficiales, quedaron prisioneros. Inmediatamente de concluida la acción mandaron los comandantes degollar​ a 110 de ellos. El resto de los prisioneros ha sido conducido hacia Asturias…»

Como la historia siempre es mejor contada por sus protagonistas, dejamos a continuación, uno de los partes de guerra que escribió el propio Cura Merino. Este en concreto está fechado en abril de 1813 y describe el ataque a 300 soldados franceses de la Guardia Real:

Excmo. Sr.

Hallándome en los pueblos de Solarána y Nebreda con 200 caballos y 600 infantes del sexto batallón de Arlanza, tuve noticia que en la villa de Roa se hallaban como 300 enemigos entre ellos 140 caballos dé la guardia real, con preparativos de ponerse en marcha para Peñafiel. Mil dificultades se me ofrecían para poder realizar una sorpresa que llenase mi deseo. Mi segundo D. Antonio López Angulo se hallaba distante con el segundo batallón y restantes tropas del primero: los infantes y caballos se hallaban algo cansados a causa de unas marchas rápidas en los días anteriores: la villa de Roa ofrecía una posición, que además de estar murada, es un fuerte por si, y un circuito dilatado para poder atender a sus entradas con la poca infantería que me hallaba, y por último sabía muy bien que la acción debía ser ejecutada en el término de dos horas, a causa de halarse en la villa de Peñafiel 400 caballos y 500 infantes enemigos que debían socorrerlos en este tiempo, y en Fuentidueña 1500. Nada de esto me detuvo, cuando al mismo tiempo llegaron a mis oídos algunas voces incautas é imprevistas de los pueblos, que sin consideración a todos estos inconvenientes sentían que tan corto número dé enemigos se restituyesen a la guarnición de Peñafiel. En efecto, receloso de sus avisos continuos y prontos de mis movimientos, salí de aquellos pueblos con mi tropa a las 9 de la mañana del 14 del corriente, y descansé en el de Bahabon hasta las 8 de su noche, y al mismo tiempo dirigí dos avanzadas de caballería a los puentes de S. Martin de Royales y Peñafíel para avisarme de cualquier movimiento del enemigo. En esta hora volví a emprender la marcha para la villa de Roa, y llegando a sus cercanías, fueron descubiertas dos compañías y otra de caballeria por una patrulla enemiga, a causa de lo despejado del terreno por aquella parte, y la claridad de la luna, cuyo accidenta hizo romper el fuego antes de tiempo. En este caso no hubo otro medio que entrar a la bayoneta por la referida puerta y la de la Cuba, como lo ejecutó mi infantería, haciéndolos replegar hacia la plaza con un vivísimo fuego. Él enemigo, valiéndose de la obscuridad de la noche, hizo una llamada con 16 caballos al mando de su comandante de escuadrón, por el puente de Duero, á tiempo que mi caballería iba a tomar posición en aquel punto, y creyendo seria toda la caballería por el ruido y velocidad de un escape, les persiguieron hasta el puente de S Martin de Royales, donde acabaron de ser todos muertos y prisioneros. Entre tanto el enemigo comprometido, rompió por una de las calles menos defendidas, y tomó el camino de Peñafiel. Como de algunas casas hicieron bastante fuego, creyeron algunos comandantes dé compañía habría alguna gran parte en el pueblo que pudiese salir posteriormente por retaguardia, y su apresamiento les detuvo en el pueblo algún tiempo, que hizo falta para alcanzar el grueso de caballería infantería, que huían, persiguiéndoles solo algunas guerrillas. Yo tomé por su derecha con un escuadrón del comandante D. Santos Padilla, que acababa de llegar, con ánimo de interceptarles el puente de S. Martín; más lo escabroso del terreno y embarazoso del viñedo me impidió poderlos realizar. A este tiempo acababa de llegar igualmente el comandante D. Tomas Príncipe, quien se reunió al momento con su caballería a la mía por la izquierda del Duero, para contener un refuerzo de 360 caballos y 500 infantes que venían de Peñafiel. Hallándose mi tropa de una y otra arma ya demasiado cansada, emprendí mi retirada para la villa de Sotillo, sosteniéndola con la caballería de los referidos comandantes, y la mía con el mayor orden. En este pueblo se cargó a la enemiga, y se la obligó a retirar y desistir de su empeño, dirigiéndome yo con la tropa de mi mando a los pueblos de Pinilla y Cilleruelo á racionarla, pues hacia 24 horas que se hallaban sin alimentarse y en continua marcha. El resultado de esta acción ha sido 80 muertos con bastantes heridos, y 25 prisioneros enemigos, entre ellos 11 oficiales y 9 jurados, con 40 caballos: de nuestra parte 10 muertos y 25 heridos.

Recomiendo a V.E. á los capitanes de caballería y de infantería y a D. Joaquin Machado, quienes han acreditado su valor.

Dios guarde á V.E. muchos años. Arauzo 19 de abril de 1813. – Excmo. Sr.– Jerónimo Merino– Excmo. Sr. presidente y vocales de la junta superior de Burgos

Al acabar la guerra en 1814, Jerónimo Merino –el Cura Merino– había alcanzado el grado de General y gobernador militar en Burgos. No obstante, renunció a todos sus cargos y retornó a la iglesia, volviendo a ejercer de párroco en su pueblo natal, como antes de la invasión… Pero no por mucho tiempo porque en el año 1822, con el estallido de la llamada Guerra Realista durante el Trienio Liberal (1820-1823), el Cura Merino volvió a enrolarse en la guerra, esta vez en el bando realista, apoyando -ironías de la vida- la invasión francesa de Los Cien Mil Hijos de San Luis para terminar con el gobierno liberal… Y de nuevo volvió a echarse al monte por tercera y última vez en el año 1833, con motivo de la Primera Guerra Carlista, que finalizó en 1839 con la derrota del bando de Carlos María Isidro de Borbón, al cual pertenecía el Cura Merino. Disgustado por el resultado de la esta guerra y que marcaba un camino liberal para España, el Cura Merino decidió autoexiliarse en Francia, en Alençon, ciudad en la que falleció en el año 1844.

Aquí os emplazo hontorianos,

Aquí os emplazo españoles

a mostrar vuestros bemoles

y a exhibir vuestros reaños.

Que hoy toca arriesgar la vida

por mucho que sea bella

y que nos sea querida,

para salvarnos la honra

¿pues acaso quiere aquella

quien la vive en la deshonra?

Hoy la patria nos convoca,

mis amigos hontorianos,

contra el maldito francés

De Zaragoza a Gerona

De Móstoles a Lavapiés

De Cádiz a Barcelona

Desde Gata al Finisterre

De Burgos a Valdearados

¡Por nuestras bellas mujeres!

¡Por nuestro niños amados!

¡Por los cielos estrellados

que alumbraron nuestra infancia

y también nuestra vejez,

mandemos raudos a Francia

al presumido francés,

y que llore la arrogancia

y lamente de una vez

el haber plantado el pie

donde es España y no Francia.

Que hoy mis queridos hermanos

nos toca escribir la historia

de España a los hontorianos.

Y en los arcos del triunfo

que en el mundo entero haya

escribid con la cizalla

y labrad con vuestras manos.

Y que queden bien grabados

las letras de la victoria

y el nombre de la batalla:

¡¡¡Hontoria de Valdearados!!!

Gritad conmigo soldados

Gritad conmigo hontorianos

¡¡¡Viva Hontoria de Valdearados!!!

¡¡¡Viva España!!!

Arenga a sus soldados en Hontoria, el 18 de abril de 1812

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