CASTILLA
La primera mención del término «Castilla», aparece en un documento del hoy desaparecido monasterio de San Emeterio de Taranco de Mena, situado en el valle de Mena, en el norte de la actual provincia de Burgos. El nombre de Castilla aparece en el documento notarial fechado el 15 de septiembre del año 800 y por el cual el abad Vitulo donaba unos terrenos. En ese documento aparece escrito «Bardulia quae nunc vocatur Castella» (Bardulia que ahora es llamada Castilla).
“et sancti Martini, quem sub subbicionem Mene manibus nostris fundauimus ipsam basilicam in ciuitate de area patriniani IN TERRITORIO CASTELLE et sancti Stefani, cuius basilicam manibus nostris fundauimus in loco qui dicitur Burcenia in territorio Mainense”
“y San Martín, cuya basílica fundamos con nuestras propias manos bajo la subordinación de San Esteban, patrón en el territorio de Castella, en el lugar que se llama Burcenia, cuya basílica fue fundada en el territorio de Mainensi”
El nombre toponímico de Castilla se refiere, todavía en el año 853, a un territorio muy pequeño del norte de Burgos diferenciado de los valles burgaleses de Mena y de Losa: “Et presimus presuras in Castella, in Lausa et in Mena”. Este topónimo sería llevado al norte de Burgos por algunos de los repobladores de la “Bardulia” (que después se conocería como “Castilla”) en tiempos de Alfonso I y su hijo Fruela.
El origen de Castilla -que empezó siendo un condado del Reino de Asturias- se remontan casi con el inicio de la Reconquista, entre la Cordillera Cantábrica y la Meseta. Es una región con ciertas alturas y algunos desfiladeros. Por ello sirvió como una barrera defensiva para el reino de Asturias contra las incursiones de los moros, motivo por el cual estaba despoblada. Según se fue afianzando el Reino de Asturias, muchas personas comienzan a atravesar la Cordillera Cantábrica que, haciendo uso del derecho romano, comienzan a apropiarse de aquellos terrenos de nadie; restauran iglesias, recuperan molinos y se dan a la ganadería y la agricultura. Estos primeros pobladores tuvieron que soportar varias incursiones musulmanas sin apenas ayuda por su lejanía con la capital asturiana. Hubo tres núcleos iniciales de repoblación: el Valle de Mena desde Taranco, Valpuesta y el núcleo occidental, los tres en la provincia de Burgos.
En el año 842 los habitantes de este territorio decidieron crear los Jueces de Castilla, dos jueces propios para resolver sus pleitos. Para este honroso cargo fueron nombrados Nuño Rasura y Laín Calvo. Ambos impartieron justicia apoyándose en las costumbres sin tener en cuenta el Liber Iudiciorum, un código de leyes de herencia visigoda, que se respetaba en el resto del reino asturiano.
Poco a poco, se fue afianzando el nuevo territorio, hasta que en el año 850 Ordoño I de Asturias llega al trono y cree necesario formalizar aquel territorio y delega el gobierno de su territorio fronterizo a gente de la familia real, quien tendrá libertad de acción a cambio de su fidelidad y nombra a su hermano Rodrigo conde de Castilla. Ha nacido el Condado de Castilla. El conde Rodrigo es el encargado de recaudar los impuestos, cobrar las multas e impartir justicia en sus territorios. En los primeros años de su gobierno se reanuda la repoblación de nuevos territorios bajo la acción de eclesiásticos y señores.
En el año 860 el condado de Castilla se extendía hacia el sur por la Merindad de Sotoscueva, Espinosa de los Monteros, Bricia, Valdivielso, Valle de Mena, La Losa, Valdegovía y el Valle de Tobalina, y llegando por el este siguiendo el río Ebro hasta Puentelarrá y por el oeste hasta Brañosera y Aguilar de Campoo. En este año tuvo lugar la acción militar más importante del conde Rodrigo, al reconquistar y repoblar Amaya, lo que lleva a adelantar la línea de fortalezas hasta Úrbel del Castillo, Castil de Peones, Moradillo de Sedano, Oca y Cerasio (Cerezo de Río Tirón). La toma de la fortaleza musulmana de Pancorbo fue otro logro importante, pues debido a su estratégica situación era paso obligado entre Álava y Castilla y desde la cual, los moros tenían una importante base para sus ataques.
El conde Rodrigo hizo una excelente labor en la Reconquista y durante su gobernación reorganizó la línea fronteriza y expandió las fronteras del Reino de Asturias (y con ello las del condado de Castilla) hasta los montes Obarenes y asegurar la frontera riojana. A su muerte, en el año 873, el condado de Castilla aparece ya perfectamente configurado como un territorio diferenciado tanto de León como de Álava y con una mirada puesta en su expansión hacia el Duero y La Rioja.
El relevo de Rodrigo lo tomó su hijo Diego Rodríguez, cuyo periodo de gobierno está marcado por cuatro acontecimientos importantes: el definitivo afianzamiento de la frontera en el valle del Ebro, la creación de una nueva línea defensiva más al sur, siguiendo el curso del río Arlanzón, la restauración de la antigua sede episcopal de Oca y la fundación de Burgos.
Oca es la antigua Auca Patricia, sede episcopal ya en época visigoda. Es posible que en esta zona siempre hubieran quedado poblaciones y fortificaciones. Sin embargo, es ahora cuando empieza a ser parte del reino asturiano gracias a la labor del conde Diego Rodríguez. La repoblación se hizo entre los años 873 y 880. La sede aucense está en pleno funcionamiento durante el gobierno del conde Diego y además se ve favorecida por numerosas donaciones del conde.
Poco antes de 882 construyó el castillo de Pancorbo, donde resistió el ataque de un gran ejército musulmán en las primaveras de los años 882 y 883. Los Anales Castellanos nos dan la fecha del 882 para la repoblación de Ubierna, Castrogeriz y Burgos.
In era DCCCCXX · populavit Didacus commes Burgus et Auvirna · pro iussionem domno Adefonso. Regnavit Adefonsus rex annos XVI · et migravit a secculo in mense decembris· et suscepit ipso regno filio eius Garsea.
En la era 920 (año 882) el conde Diego pobló Burgos y Ubierna por mandato del señor Alfonso. El rey Alfonso reinó dieciséis años y se fue por los siglos en el mes de diciembre y le sucedió en el reino su hijo García.
Según la Crónica Najerense el 31 de enero de 885 el conde cayó muerto en la localidad burgalesa de Cornudilla, probablemente en batalla contra las fuerzas musulmanas. Según algunas fuentes, su cuerpo se encuentra enterrado en las ruinas de la ermita de Villafranca Montes de Oca. Después de su muerte, el condado de Castilla se divide en varios condados entre 885 y 931, fecha en que toma el control de todos los condados el conde Fernán González.
En el año 931 el Reino de Asturias había recuperado tanto terreno a los moros que ahora pertenecía al Reino de León, en cuyo trono estaba Ramiro II. El rey leonés vio necesario volver a organizar el reino y ello implicaba retomar el condado de Castilla y delegar a alguien de su plena confianza el gobierno del condado de Castilla, un territorio que había crecido bastante desde la muerte del conde Rodrigo en el año 885. El elegido para ejercer el gobierno fue el Señor de Lara, Fernán González
Los primeros documentos escritos sobre el mandato de Fernán González como conde de Castilla son del año 932. En dos de ellos queda confirmado que en la persona de Fernán González se vuelven a unir la gobernación de todos los territorios castellanos y además el condado de Álava, sin ningún tipo de contrapeso en dicho territorio y con la confianza plena del rey. En dicho documento se puede leer:
“Primo anno regni sui Ranimiri principis in Legione; Fredenandus comes in Castella et in Alapa”
Fernán González encarnó todos los valores que se le atribuyen al buen castellano: trabajador, con honor, combativo a favor de la fe católica e independiente. Es considerado el héroe defensor de Castilla. Esta tradición comenzará con el Poema de Fernán González. Su importancia en la historia castellana es innegable. Su actuación política en el reino de León dará lugar a que Castilla debilite los vínculos feudales con el reino leonés en un grado que no alcanzaron ningún otro de los territorios que también lo intentaron. Al final de su gobierno, Castilla actúa libremente en su política y se puede considerar el comienzo de la independencia de Castilla, aunque siempre estuvo ligado políticamente al Reino de León.
No vamos a extendernos en el gobierno del condado de Fernán González porque es un personaje histórico y su biografía castellana da para mucho. Durante su gobierno participó en la Batalla de Simancas en el año 939, una importante victoria que supuso un nuevo impulso en la reorganización del territorio más allá del río Duero. Por el oeste se repuebla el valle del río Tormes con gentes de León, con núcleos como Salamanca, Ledesma, Baños de Ledesma, Peñausende, Alhándega, etc. En la parte central se avanza hasta Íscar y Olmedo. Y por el este hasta Sepúlveda.
Fernán González llegó a enfrentarse al rey de León Ramiro II, lo cual le costó pasar un año preso y cesado como gobernador de Castilla. Resuelto su enfrentamiento con Ramiro II, volvió a ejercer su gobierno en Castilla. Muerto Ramiro II en el año 951, el reino de León quedó sumido en una crisis dinástica que Fernán González supo aprovechar en su favor. Subió al trono leonés Ordoño III, pero su prematura muerte permitió al conde castellano recuperar su capacidad de maniobra, aunque en esta ocasión tuvo que enfrentarse al reino de Navarra, siendo derrotado y capturado en el año 960, recuperando la libertad tras hacer diversas concesiones territoriales a Navarra.
El conde Fernán González falleció en el año 969. Su vida y hechos fueron magnificados en un poema anónimo, el Poema de Fernán González, escrito entre los años 1250 y 1271
El siguiente conde de Castilla fue García Fernández, hijo de Fernán González y apodado “el de las manos blancas”. Recibió un condado de Castilla en un momento de esplendor, con una paz pactada por el rey leonés con Al-Ándalus que se mantuvo hasta el 974 y que el mismo quebrantó, atacando varias ciudades musulmanas, incursionando hasta Sigüenza. Para hacer frente al peligro musulmán que se cernía sobre sus fronteras, amplió la base social del condado promulgando el Fuero de Castrojeriz, en el que se igualaba de condición a caballeros y campesinos; aquellos campesinos que dispusieran de un caballo para la guerra serían equiparados automáticamente con los nobles de segunda clase.
En el año 978 acudió a León en búsqueda de refuerzos, pero la corte leonesa no quería comprometerse. A pesar de esto, García aprovechó aquel mismo verano para conseguir que San Esteban de Gormaz se rindiese, incursionando hasta Atienza. El frío le obligó a retornar, aunque con un inmenso botín. Con tenacidad admirable, García cerró el paso al invasor y se quedó solo: Bermudo había pactado, Sancho Abarca se había sometido y Borrell había visto Barcelona saqueada e incendiada. Comprende que le era imposible conservar las plazas alejadas y por ello decide en 984 retirarse a Sepúlveda abandonando Atienza.
Después del ataque musulmán de 987 a León, el rey Bermudo II se retira a Galicia. García se presentó al otro lado del Cea con el intento de erigirse en defensor de aquella tierra desamparada por su señor legítimo. En junio del año 989, Almanzor atacó San Esteban de Gormaz, pero no pudo hacerse con el castillo y para colmo, su propio hijo se pasó al bando castellano, siendo acogido por el conde castellano. Al año siguiente Almanzor volvió con un ejército mayor para recuperar a su hijo, pero la frontera estaba bien defendida y entraba el otoño cuando se abrieron negociaciones: paz a cambio del hijo. García lo entregó siempre y cuando respetase su vida. No fue así y Almanzor ordenó decapitar a su propio hijo. Bermudo II aprovechó la tregua con los moros para regresar a León y agradecido, se casó con la infanta Elvira, hija del conde.
El fracaso militar de Almanzor le impuso un cambio de táctica buscando partidarios en el campo enemigo. Es lo que nos permiten suponer los cantares de gesta con el Romance de los siete infantes de Lara donde unos señores son captados por Almanzor que sabía aprovechar los rencores de los señores cristianos para asegurar sus campañas para culminar su venganza.
En la campaña de 994 García pierde dos plazas importantes: Clunia y San Esteban de Gormaz, pero restablece su autoridad sancionando la traición de los infanzones de Espeja y contraataca llegando hasta Medinaceli. Las noticias históricas vienen a confirmar la leyenda: Los Anales Toledanos hablan de la rebelión del hijo de García Fernández contra su padre, una parte de su gente no quiere seguirle, prefieren un acuerdo con Almanzor.
En mayo del año 995, perdidas las fortalezas de Clunia y Gormaz, habían quedado en primera línea los castillos de Peñaranda y de Langa. Los dos destacamentos enemigos se encontraron fortuitamente en el paraje actualmente denominado Piedrasillada. García luchó casi sin esperanza hasta que fue herido en la cabeza y tendido en el campo, los moros lo recogieron aún con vida. Fue llevado a Medinaceli, cuartel general de Almanzor y al terminar la campaña, ordenó Almanzor la vuelta a Córdoba, llevando entre el bagaje a su ilustre prisionero casi agonizante. El 29 de junio, cuatro días después de su llegada a Córdoba, murió. Almanzor entregó su cuerpo a los cristianos cordobeses, que le dieron honrosa sepultura, de donde fue trasladado cinco años después al monasterio de San Pedro de Cardeña, lugar que él había favorecido con especial devoción, gracias a las gestiones de su hijo Sancho García.
La prisión y muerte del conde de Castilla, García Fernández fue una de las noticias que más impresionó a sus contemporáneos y por eso aparece recogida en diversos anales.
El siguiente conde de Castilla fue Sancho García, hijo del anterior conde y que se había rebelado contra su padre. Durante su gobierno tuvo que hacer frente a las terribles embestidas musulmanas, pero tras la muerte del líder moro, Córdoba vivió una guerra civil que Sancho García supo aprovechar. Apoyó a Sulaimán al-Mustaín en las luchas civiles cordobesas. Durante esta contienda, llegó a saquear Córdoba, el 14 de noviembre del año 1009. Para evitar que cambiase de bando, al-Mustaín y sus partidarios le cedieron varias villas; Osma, San Esteban de Gormaz, Clunia, Berlanga de Duero, Sepúlveda y Peñafiel.
Fue conocido como «el de los Buenos Fueros» por los privilegios que dio a diversas poblaciones de Castilla y fundó el monasterio de San Salvador de Oña en el año1011. Falleció en el año 1017, dejando heredero del condado de Castilla a su hijo García Sánchez, un niño de tan solo 8 años. La regencia fue ejercida por varios señores castellanos y Urraca, su tía.
En el año 1028 concertó el matrimonio con la infanta Sancha, hija del rey Alfonso V de León. Al año siguiente marchó a León para conocer a su prometida, pero fue asesinado junto a la iglesia de San Juan Bautista de León. El Romance del Infante García y las crónicas posteriores relatan que este asesinato fue perpetrado por integrantes de la familia Vela a la que el conde Fernán González (su bisabuelo) había arrebatado los dominios alaveses.
Tras el asesinato, el rey Sancho Garcés III de Pamplona se hizo con el gobierno de Castilla por el derecho de su esposa Muniadona de Castilla, hermana del difunto, y designó a su hijo Fernando Sánchez de trece años como conde de Castilla en el año 1029. Los nobles castellanos, a cambio de reconocer la autoridad de Sancho por su matrimonio con Muniadona, insistieron en mantener su identidad y en tener un señor que no fuese a heredar la corona navarra, condiciones que Sancho aceptó. Aunque nunca fue conde de Castilla, pasó de hecho a gobernar su territorio. En la práctica fue él y no Fernando, quien rigió el condado hasta su muerte en el año 1035.
Tras la muerte del rey Sancho Garcés III de Pamplona, su hijo Fernando por fin puede hacer uso de su título de conde de Castilla. Sus primeros años de gobierno los pasó resolviendo conflictos internos. Llevó a cabo una enérgica actividad de Reconquista, tomando las plazas de Lamego, Viseo y Coímbra. Además, sometió a varios reinos musulmanes al vasallaje. En el año 1037 heredó el trono de León, convirtiéndose en Fernando I de León, cargo que junto con el de conde de Castilla, ostentó hasta su muerte, en el año 1065. Fernando I fue enterrado en el Panteón de Reyes de San Isidoro de León que él mismo había construido. Sobre la lápida de su sepulcro esculpieron el siguiente epitafio latino:
H. E. TUMULATUS FERNANDUS MAGNUS REX TOTIUS HISPANIAE. FILIUS SANCTII REGIS PIRENAEORUM ET TOLOSAE. ISTA TRANSTULIT CORPORA. SANCTORUM IN LEGIONE BEATI ISIDORI ARCHIEPISCOPI AB HISPALI VICENTIIMARTYRIS AB ABELA. ET FECIT ECCLESIAM HANC LAPIDEAM. QUAE OLIM FUERAT LUTEA, HIC PRAELIANDO FECIT SIBI TRIBUTARIOS OMNES SARRACENOS HISPANIAE ET CEPIT COLIMBRIAM, LAMEGO, VESEO, ET ALIAS. ISTE VI CEPIT REGNA GARSIAE ET VEREMUDI. OBIIT VI K. JANUARII. ERA MCIII.
Aquí está enterrado Fernando Magno, rey de toda España, hijo de Sancho rey de los Pirineos y Tolosa. Trasladó a León los cuerpos santos de San Isidoro arzobispo, desde Sevilla, y de Vicente mártir, desde Ávila, y construyó esta iglesia de piedra, la que en otro tiempo era de barro. Hizo tributarios suyos, con las armas, a todos los sarracenos de España. Se apoderó de Coímbra, Lamego, Viseo y otras plazas. Se adueñó por la fuerza de los reinos de García y Bermudo. Falleció el 27 de diciembre de 1103.
Fernando I de León, al morir, dividió sus reinos entre sus hijos: al primogénito, Sancho, le correspondió el condado de Castilla, que fue elevado a categoría de reino. Con esta maniobra, en el año 1065, el peligroso territorio tras la cordillera cantábrica donde algunos hombres libres se habían asentado en pequeños núcleos, resistiendo los embates de los moros, se convirtió en Reino. Un reino que en los siguientes siglos experimentará un auge territorial, social y cultural que irá más allá de la península ibérica por océanos desconocidos; Castilla.