HISPANOAMÉRICA

ASÍ ENGAÑÓ HERNÁN CORTÉS A LOS MEXICAS CON LOS CABALLOS

Conocido es el hecho que los mexicas (llamados aztecas por la historiografía tradicional) cuando vieron por primera vez a los jinetes de Hernán Cortés montando a caballo, creyeron que hombre y caballo eran un mismo ser. Y es que la primera vez que vieron un caballo los mexicas, no tuvieron mucho tiempo para la observación pues fue en un combate y la caballería de Cortés (que tan solo tenían 13 caballos), apareció por sorpresa atacando la retaguardia del ejército mexica.

La primera vez que Hernán Cortés puso un pie en el actual México no fue en Veracruz, sino en el actual Estado de Tabasco. En la expedición de Cortés iban algunos soldados que habían participado en dos expediciones anteriores a aquellas tierras y siguiendo los consejos de estos, le fueron guiando por la costa siguiendo el recorrido que ellos habían hecho un año antes, llegando hasta la desembocadura del Rio Grijalva (llamado así en honor a Juan de Grijalva, capitán de aquella expedición), a una ciudad indígena llamada Potonchán gobernada por el cacique Tabscoob (Tabasco).

En aquel lugar un numeroso y poderoso ejército indígena atacó a los españoles y fue cuando ocurrió la primera carga de la caballería de Hernán Cortés mencionada al principio de este artículo y que atacó por sorpresa la retaguardia del ejército indígena. Tras aquella batalla los indios perdieron 800 de sus mejores guerreros y Cortés envió a algunos que habían sido hechos prisioneros para negociar la paz con los caciques del lugar. Obviamente, tras la derrota que habían sufrido, los caciques aceptaron y enviaron una embajada al campamento de Cortés.

Hernán Cortés a caballo. Obra de Augusto Ferrer Dalmau

Aquella primera embajada no gustó a Cortés, pues los caciques enviaron como mensajeros una comitiva de 15 indios a los que tenían esclavizados. Gracias a que en la expedición había un español llamado Jerónimo Aguilar, que hablaba la lengua de los indios porque el mismo había estado esclavizado durante 15 años tras sufrir un naufragio el barco en el que navegaba desde Tierra Firme (actual Panamá) a La Española (actual Republica Dominicana) y a quién habían encontrado al llegar unas semanas antes a la isla de Cozumel, se les dijo a aquellos pobres desgraciados que:

Fuesen a los caciques y les dijesen que sí querían paz que viniesen a pactarla señores, como es norma y no enviasen esclavos

Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España. Bernal Díaz del Castillo

Les dieron algunos regalos y la embajada de esclavos regresó a su origen para decirles a sus caciques el mensaje de Cortés. Un par de días después apareció otra comitiva de 30 indios vestidos con sus mejores galas que traían obsequios (gallinas, ropa y plumas) para decir que pronto vendrían los principales caciques para concertar el tratado de paz. Cortés y el traductor Jerónimo Aguilar estuvieron hablando con ellos y tras un buen rato, Hernán Cortés llegó a una conclusión que comentó a sus soldados:

¿Sabéis, señores, que me parece que estos indios temen mucho a los caballos y creen que son los que crean la guerra y el fuego de los cañones?

Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España. Bernal Díaz del Castillo

Entonces Cortés ideó un ingenioso plan para atemorizar aún más a los caciques cuando llegasen al campamento para pactar la paz. A partir de aquí transcribimos lo sucedido como lo escribió Bernal Díaz del Castillo en sus memorias:

He pensado una cosa para que se lo crean más todavía. Traigan la yegua que parió el otro día en el navío y atenla aquí, donde estoy yo. Traigan también el caballo de Ortiz que es caballo que se excita fácilmente con las yeguas y que huela a la yegua. Después metan la yegua en aquella cabaña que está frente a mí y aseguren cuando lleguen los caciques que ni la ven ni la escuchan relinchar hasta que los caciques estén frente a mi.

Además de esto, mandó que se dispusiera a punto de disparo un cañón, el mayor que teníamos, con una buena bala y bien cargada de pólvora. Y estando en esto vinieron cuarenta indios, todos caciques, con buenas maneras y ricas vestimentas a su usanza. Saludaron a Cortés y a todos nosotros y pidieron perdón por habernos hecho la guerra y que ya no la volverían a hacer.

Cortés, mediante el traductor Jerónimo Aguilar, se hizo el enojado, recordando a los caciques que no habían querido la paz que el les había propuesto por tres veces antes de la batalla y que sí cumplían su promesa de paz a partir de ahora, no les harían ningún daño pese a que los tepustles (que así llaman los indios en su lengua a los cañones), todavía estaban enojados por habernos hecho la guerra. Entonces mediante un gesto hablado anteriormente, Cortés mandó disparar el cañón que hizo tan buen disparo y estruendo zumbando la bala por los montes que los caciques se espantaron al escucharlo.

En ese momento trajeron junto a Cortés el caballo de Ortiz, el caballo que fácilmente se excitaba con las yeguas y que como empezó a olfatear a la yegua que estaba escondida tras una cabaña detrás de donde estaban los caciques, el caballo comenzó a relinchar, patear y hacer otras bravuras. Como el caballo miraba en dirección a donde estaban los caciques, estos creyeron que era a ellos a quienes miraba y comenzaron a mostrarse asustados del caballo. Entonces Cortés se acerco al caballo, lo cogió por las riendas y le susurró al oído, y mediante el traductor Jerónimo Aguilar, les hizo saber a los caciques que le había dicho al caballo que no les hiciese ningún daño. Después dos mozos se llevaron al caballo, quedando los caciques más tranquilos.

Era obvio que llegaría el día que los mexicas descubrirían que aquellos seres no eran más que simples animales y no los seres extraordinarios que su imaginación les había hecho creer, pero sin duda el engaño hizo ganar tiempo a Cortés, dio un mayor dominio tecnológico del que disponían los españoles y seguro desconcertó a Moctezuma y a su corte cuando sus mensajeros le informaron de aquello.

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