ESPAÑA

EL EMPECINADO

Juan Martín Díez, el Empecinado, fue un agricultor español que se convirtió en el más importante líder guerrillero durante la invasión francesa de España en 1808. Tras la guerra fue ascendido a Mariscal de Campo, aunque años más tarde, debido a sus ideales liberales, fue condenado a muerte.

Juan Martín, el Empecinado, nació el 2 de septiembre de 1775 en Castrillo de Duero (Valladolid). A los naturales del pueblo se les llamaba “Empecinados”, por lo que su mote proviene de ahí. Era hijo de familia de agricultores por lo que durante su infancia compaginaba la escuela con las labores del campo. A los dieciocho años mostró su interés por la carrera militar y se enroló en el ejército español para combatir en la Guerra del Rosellón, una feroz guerra de dos de duración que enfrentó a España y Portugal contra Francia durante entre 1793 y 1795.

Al finalizar la guerra se casó con una joven de Fuentecén (Burgos) y volvió a dedicarse a la agricultura en aquel pueblo. La vida transcurría tranquilamente hasta que en 1808 el ejército francés invadió España. Cuentan que debido a la violación de una joven del pueblo por parte de soldados franceses fue el motivo que determinó al Empecinado a “echarse al monte” y organizar un grupo guerrillero con otros jóvenes del pueblo.

Juan Martín Díez, El Empecinado. Réplica de Goya por Martínez Cubells.

Comenzó hostigando a los franceses en la ruta entre Madrid y Burgos, asaltado los correos, abastos y patrullas de los franceses. El Empecinado se mostró como un hábil estratega, pues, aunque luchó en terrenos desconocidos para él, siempre supo elegir el momento y el lugar adecuado para enfrentarse siempre a un enemigo superior en hombres y armas. El daño que infringió a los franceses fue de tal envergadura que el ejército francés envió a un general para capturarlo. El Empecinado y sus hombres tuvieron que refugiarse en el castillo de Ciudad Rodrigo (Salamanca).

En abril de 1809 recibió el reconocimiento de la Junta Central como Comandante de la Partida de Descubridores de Castilla la Vieja y el sueldo de teniente de Caballería. A finales de aquel año estaba al frente de trescientos jinetes y doscientos infantes, unidades diferenciadas y cargando sable en mano al frente de ellas. Se le adjudicó su zona de acción la provincia de Guadalajara para proteger a sus gentes y bienes como principal misión. Cuando después de la batalla de Ocaña, La Alcarria se llenó de tropas francesas, el Empecinado y sus hombres se instalaron en la provincia de Cuenca, cruzando regularmente el Tajo para seguir combatiendo a los invasores.

Se ha hablado mucho de bandoleros que se dedicaron a luchar contra los franceses, pero también hubo guerrilleros que se dedicaron al bandolerismo y contra ellos también luchó el Empecinado. La fama del Empecinado creció tanto que muchos castellanos quisieron unirse a sus filas, por lo que la Junta Central (que era algo así como el gobierno legítimo durante la invasión), creyó que era momento de integrar al Empecinado y a sus hombres dentro del ejército, por lo que en 1810 fue nombrado coronel, al mando de dos batallones creados por él mismo; el Batallón de Dispersos (llamado así por estar formado por los supervivientes de diversas unidades) y el Batallón de Voluntarios de Guadalajara. Más tarde creó el Batallón de Voluntarios de Madrid.

Al mismo tiempo que la fuerza militar del Empecinado aumentaba, aumentaba también la importancia para el ejército francés de acabar con él, por lo que los gabachos destinaron una fuerza de 3.000 hombres para intentar suprimirlo. Pero el éxito militar del Empecinado también le acarreó que surgieran enemigos de él dentro de España. La Junta de Guadalajara —con su intendente al frente— remitió a la Regencia un durísimo informe contra El Empecinado, pero enterado un comisionado del Servicio de Información de la Regencia, hizo llegar a ésta otro voluminoso informe de El Empecinado en el que refutaba todo lo que se decía en el anterior y finalmente La Regencia dio la razón al Empecinado y cambiaron a la Junta de Guadalajara.

En enero de 1812 El Empecinado sufrió una gran derrota al presentar batalla de manera organizada frente a un gran ejército francés cerca de Sigüenza (Guadalajara). Había abandonado de su forma habitual de combatir y sus hombres no estaban instruidos para este tipo de acciones. La derrota fue aprovechada por la propaganda francesa y afrancesada, especialmente por la Gaceta de Madrid, editada por el Gobierno de José I (Pepe Botella), utilizando el paso por Madrid de los mil prisioneros españoles hechos tras la batalla. Pero El Empecinado atacó los depósitos de víveres de los franceses desplegados por toda la provincia, y el 9 de mayo entraba en Cuenca desalojando a su guarnición francesa.

El sitio de Gerona. Obra de César Álvarez Dumont

Una de las acciones más gloriosas del Empecinado fue la defensa de Alcala de Henares en mayo de 1813 por la que obtuvo la Cruz de San Fernando. Evacuada Madrid por los franceses, el Empecinado se mantuvo en Guadalajara por orden expresa de la Junta, pese a que en Madrid reclamaban su presencia y se limitó a enviar al Regimiento de Voluntarios de Madrid a la capital para atender a su seguridad interna, en situación difícil debido a los numerosos bandidos y desertores que se habían establecido en sus proximidades.

Finalizada la guerra, en octubre de 1814, el rey Fernando VII concedió a Juan Martín el privilegio de poder firmar con el título de “El Empecinado” y cuatro días más tarde fue ascendido a mariscal de campo. Pero la buena relación con el rey fue desapareciendo al tiempo que el Empecinado fue cayendo en brazos de la masonería.

En 1821 era gobernador militar de Zamora y allí le sorprendió la sublevación realista, en la que luchó primero contra el cura Merino y después a las órdenes de Enrique O’Donnell por Guadalajara, Soria y el Bajo Aragón, hasta que, desavenido con su jefe, marchó a tierras extremeñas. En esa fase final de la insurrección, desordenada por la deserción masiva de los ejércitos constitucionales, El Empecinado asaltó y entró en Cáceres en octubre de 1823. En ese asalto murieron veintisiete hombres y una mujer de entre sus defensores. El 26 de noviembre capituló el ejército de Extremadura, incluyendo en él a la división de El Empecinado. Pese a que la capitulación acordaba la libertad de todos los componentes de ese ejército, el Empecinado fue apresado.

El rey Fernando VII había concedido un indulto por los hechos cometidos antes del 1 de octubre, pero el asalto a Cáceres había sido diecisiete días más tarde. el juez le condenó a ser arrastrado, ahorcado y descuartizado, pero el Rey lo dejó en ahorcamiento simple, sentencia que se cumplió el 19 de agosto de 1825.

Al parecer, el rey Fernando VII intentó que el Empecinado se adhiriese a su causa (a pesar de previamente haber jurado la Constitución de Cádiz), le ofreció otorgarle un título nobiliario y una gran cantidad de dinero. La respuesta del Empecinado fue:

«Diga usted al rey que, si no quería la constitución, que no la hubiera jurado; que el Empecinado la juró y jamás cometerá la infamia de faltar a sus juramentos»

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