CIENCIA

LEONARDO TORRES QUEVEDO


Leonardo Torres Quevedo (Molledo, Cantabria, 1852 – Madrid 1936)
Ingeniero de caminos, matemático e inventor español. Prolífico y versátil innovador, fue una figura reputada tanto en España como en el extranjero por sus destacables contribuciones en el ámbito de la Mecánica y la Matemática aplicada así como en otros campos de la ingeniería, incluidos los teleféricos, los dirigibles, o el radiocontrol. Su tarea pionera en Automática, conceptual y práctica, alcanzó resonancia internacional y sus aparatos han sido citados como precursores de la cibernética, del cálculo analógico y de la informática.

Leonardo Torres Quevedo

En 1902, Leonardo Torres Quevedo presentó el proyecto de un nuevo dirigible que solucionaba el grave problema de suspensión de la barquilla.
En 1905, con ayuda del capitán Alfredo Kindelán, Torres Quevedo dirige la construcción del primer dirigible español. En 1909 finalizan con gran éxito, y el nuevo dirigible, el España, realiza numerosos vuelos de exposición y prueba.​ Quizá la innovación más importante en este dirigible fue la de hacer el globo trilobulado, de modo que aumentaba la seguridad. A raíz de este hecho empieza la colaboración entre Torres Quevedo y la empresa francesa Astra, que llegó a comprarle la patente con una cesión de derechos extendida a todos los países, excepto a España, para posibilitar la construcción del dirigible en el país. Así, en 1911, se inicia la fabricación de los dirigibles conocidos como Astra-Torres. El diseño distintivo de tres lóbulos fue ampliamente utilizado por el ejército francés y británico durante I Guerra Mundial, en muy diversas tareas, fundamentalmente de protección e inspección naval. Su éxito durante la guerra incluso llamó la atención de la Armada Imperial Japonesa, quienes adquirieron un modelo en 1922.

Dirigible de Leonardo Torres Quevedo

La experimentación de Torres Quevedo en el área de transbordadores, funiculares o teleféricos comenzó muy pronto durante su residencia en su pueblo natal, Molledo. Allí, en 1887, construyó en su casa el primer transbordador, al que llamó “transbordador de Portolín”, para salvar un desnivel de unos 40 metros: de unos 200 metros de longitud y tracción animal, una pareja de vacas y una silla a modo de barquilla.
Preparó varios proyectos en San Sebastián y Zaragoza, y en 1907 construyó el primer transbordador apto para el transporte público de personas, en el Monte Ulía en San Sebastián. El problema de la seguridad se había solucionado mediante un ingenioso sistema múltiple de cables-soporte, liberando los anclajes de un extremo que sustituye por contrapesos. El diseño resultante era de gran robustez y resistía perfectamente la ruptura de uno de los cables de soporte.

Transbordador de Torres Quevedo en el Monte Ulía (Guipúzcoa)

Pero es sin duda el Spanish Aerocar en las cataratas del Niágara, en Canadá, el que le ha dado la mayor fama en esta área de actividad, aunque desde un punto de vista científico no sea la más importante. El transbordador de 550 metros de luz es un funicular aéreo casi horizontal (la diferencia de cota entre los dos extremos es de un metro) que une dos puntos diferentes de la orilla canadiense en un recodo del río Niágara. Se desplaza a unos 7.2 km/h (120m/min). La carga por cable vía es de nueve toneladas, con un coeficiente de seguridad de los cables de 4.6.27​ Se construyó entre 1914 y 1916 , siendo un proyecto español de principio a final: ideado por un español, construido por una empresa española con capital español (The Niagara Spanish Aerocar Co. Limited); una placa de bronce, situada sobre un monolito a la entrada de la estación de acceso, recuerda este hecho: «Transbordador aéreo español del Niágara. Leonardo Torres Quevedo (1852–1936)». Se inauguró en pruebas el 15 de febrero de 1916 y se inauguró oficialmente el 8 de agosto de 1916, abriéndose al público al día siguiente; el transbordador, con pequeñas modificaciones, sigue en activo hoy día, sin ningún accidente digno de mención en un siglo de servicio, constituyendo un atractivo turístico y cinematográfico de gran popularidad.

El Aero Car de Torres Quevedo sigue cruzando las cataratas del Niagara. Fotografía de Clifton Hill.

En 1903, Torres Quevedo presentó el Telekino en la Academia de Ciencias de París, acompañado de una memoria y haciendo una demostración experimental. En ese mismo año obtuvo la patente en Francia, España, Gran Bretaña y Estados Unidos.
El telekino consistía en un autómata que ejecutaba órdenes transmitidas mediante ondas hertzianas. Con el telekino, Torres Quevedo estableció los principios operacionales del moderno sistema de control remoto inalámbrico y fue un pionero en el campo del mando a distancia.
En marzo de 1905 ensayó las primeras pruebas del telekino, manejando el primer vehículo terrestre del mundo en el frontón Beti Jai de Madrid.
En 1906, en presencia de Alfonso XIII y ante una gran multitud, demostró con éxito el invento en el puerto de Bilbao al guiar un bote desde la orilla;​ más tarde intentaría aplicar el telekino a proyectiles y torpedos, pero tuvo que abandonar el proyecto por falta de financiación.
En el año 2006, el telekino fue reconocido por la IEEE como «milestone», un ‘hito’ para la historia de la ingeniería a escala mundial.

Telekino de Torres Quevedo

Torres Quevedo construyó toda una serie de máquinas analógicas de cálculo, todas ellas de tipo mecánico. Una de ellas es El Ajedrecista, presentado en la feria de París de 1914 y considerado el primer videojuego de la historia.​ En estas máquinas existen ciertos elementos, denominados aritmóforos, que están constituidos por un móvil y un índice que permite leer la cantidad representada para cada posición del mismo.​ El móvil es un disco o un tambor graduado que gira en torno a su eje. Los desplazamientos angulares son proporcionales a los logaritmos de las magnitudes a representar.
Con propósitos de demostración, Torres Quevedo también construyó una máquina para resolver una ecuación de segundo grado con coeficientes complejos, y un integrador.

El Ajedrecista

Leonardo Torres Quevedo sentó las bases de lo que más adelante se daría en llamar inteligencia artificial y describe cómo las máquinas pueden ser construidas para desempeñar más tareas que únicamente aquellas para las que no es necesario ‘pensar’.

Falleció en Madrid, en diciembre de 1936.

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