TERCIOS DE FLANDES

JUAN DE AUSTRIA

Militar y diplomático español que llegó a ser gobernador de Flandes. Su nacimiento fue el fruto de la relación fuera del matrimonio entre su padre, el emperador Carlos V y Barbara Blomberg, una bella dama hija de un importante empresario alemán. A la muerte del emperador, fue reconocido como hijo suyo en el testamento, por lo que desde aquel momento pasó a formar parte de la familia real española.

«por quanto estando yo en Alemania, después que embiudé, huve un hijo natural de una mujer soltera, el que se llama Gerónimo»

Los primeros años de vida transcurrieron junto a su madre, pero a los cinco años de edad Carlos V decidió que el niño debía criarse en España, para lo cual se firmó un acuerdo económico con un violinista de la corte casado con una española para que ambos se encargaran de la educación del niño. La pareja y el niño se instalaron en la entrañable localidad madrileña de Leganés, en donde la madre adoptiva tenía tierras. En el año 1558, al conocerse la voluntad del emperador Carlos en su testamento de su reconocimiento oficial como hijo suyo, se le cambió el nombre de Jerónimo por el de Juan.

Parece ser que la educación que estaba recibiendo en Leganés no era la más adecuada para el hijo de un emperador, por lo cual, con 10 años de edad, fue nuevamente trasladado junto a una nueva familia, esta vez la de Luis de Quijada, uno de los más importantes hombres de confianza del emperador Carlos V, quien lo llevó a su casa en Villagarcia de Campos (Valladolid), donde su mujer se encargó de su educación, finalizando en la Universidad de Alcalá de Henares su ciclo formativo.

En un principio se intentó que se decantase por la carrera eclesiástica, pero Juan de Austria nunca sintió el menor interés por ello. Al contrario, desde muy pequeño demostró que sentía la llamada de las armas y en el año 1565, durante el cerco turco a la isla de Malta, Juan de Austria pidió permiso para incorporarse a la flota de galeras que acudió en socorro, pero se le denegó. Pese a ello, se escapó de la Corte y acudió a Barcelona, donde se estaba reuniendo la flota española pero cuando llegó, esta ya había zarpado.

Presentación de don Juan de Austria al emperador Carlos V, en Yuste, por Eduardo Rosales, 1869.

La primera demostración de su sensatez y lealtad al rey, ocurrió cuando su sobrino el príncipe Carlos, hijo de Felipe II y quien no estaba en sus mejores cabales, le contó su plan para huir de España e irse a los Países Bajos. Don Juan de Austria le recriminó que fuese a hacer tal acto de traición y el príncipe Carlos desenvainó su espada y atacó a su tío, que pudo esquivar el ataque hasta que el príncipe Carlos fue reducido por la servidumbre.

Eran años difíciles para España; por un lado, los protestantes habían iniciado la rebelión en Flandes y que más tarde se ha llamado «La guerra de los Ochenta Años» y por el otro había que hacer frente a los continuos ataques de los turcos, que ponía en peligro el comercio y la paz en toda la costa mediterránea. Pero también estaba surgiendo un plan de inestabilidad en el mismo corazón de España y que estaba siendo alimentado desde el norte de los pirineos y al sur de Ceuta y Melilla; La guerra de las Alpujarras.

Se conoce como Rebelión de las Alpujarras o Guerra de las Alpujarras a la rebelión sangrienta que protagonizaron los moros del Reino de Granada en el año 1568, un conflicto interno alimentado desde el exterior que lejos de ser una simple rebelión o protesta, bien pudiera interpretarse hoy en día como una guerra civil, pues fue necesaria la movilización de grandes recursos humanos, militares y navales para acabar con ella. En un principio estuvo al mando de las tropas el Marqués de Mondéjar, pero fue cesado en el cargo y sustituido por Juan de Austria, que llegó a Granada en abril de 1569. La guerra se prolongó durante dos años en una orografía tan extrema y difícil como es la sierra de las Alpujarras, hasta que se consiguió acabar con el último reducto en el otoño del año 1570. en febrero del año siguiente, Felipe II firmó la orden de expulsión de todos los moros del Reino de Granada.

Casi coincidiendo con el fin de la Guerra de las Alpujarras, se gestó un nuevo conflicto militar, esta vez exclusivamente de carácter naval; La batalla de Lepanto. Juan de Austria había sido nombrado Capitán General del Mar en 1568, por lo que debía ser él quien llevara el mando de la Liga Cristiana que se enfrentó a los turcos en la famosa batalla en la que participo también Miguel de Cervantes, a la que se refirió como:

«La más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros»

El 20 de mayo de 1571 se firmó el pacto de alianza en el Vaticano, en presencia del Papa Pio V y con representantes de España, Venecia, Génova, Toscana, Saboya, Urbino, Parma y Malta. El Papa intentó convencer a Francia, Portugal y Austria para que se uniesen a la Liga Santa pero no lo consiguió y Francia, una vez más, ratificó su alianza con los turcos.

El día 7 de octubre de 1571, frente a la costa de Lepanto, en la entonces ocupada Grecia por los turcos, se encontraron frente a frente dos civilizaciones opuestas, dos mundos, dos percepciones distintas de lo divino y de lo humano, dos imponentes fuerzas navales que nunca antes en el Mediterráneo se había presenciado. Fue entonces cuando Juan de Austria arengó a sus hombres con unas palabras que forman parte de la historia de España:

«No deis ocasión para que el enemigo os pregunte con arrogancia impía; ¿Dónde está vuestro Dios?»

De entre toda la maraña de galeras disparándose cañonazos y abordándose mutuamente, el combate más significativo fue el que hubo entre las dos galeras que llevaban a los capitanes generales de ambos contendientes; La Real, con un jovencísimo Juan de Austria y La Sultana, con el experimentado general turco Alí Bajá. La Sultana arremetió e impactó contra un lateral de La Real. Los turcos asaltaron la proa del barco, pero fueron barridos por la artillería y el fuego de arcabuces. Los nuestros aprovecharon aquello para ganar el primer envite y luego, durante un par de horas, se sucedieron los ataques en la cubierta de la galera otomana, la cual, debido al continuo abastecimiento de hombres provenientes de otras galeras turcas, resistió ferozmente el abordaje español. La lucha fue salvaje e implacable, los dos capitanes generales lucharon como uno más, codo con codo junto a sus hombres. De repente, un disparo de arcabuz fulminó al general otomano Alí Bajá y su cuerpo fue decapitado por un soldado español que alzó su cabeza sobre una pica para desmoralizar a los turcos, quienes parecieron no decaer en el ánimo. Finalmente, cerca de las 4 de la tarde, la galera capitaneada por Luis de Requesens consiguió llegar hasta la galera española para sumar más hombres al abordaje de la galera turca que finalmente acabó vencida.

Tras la victoria en Lepanto, Juan de Austria se convirtió en uno de los hombres más famosos de su tiempo, reunía las condiciones necesarias de un gran héroe de la época; era joven, guapo y valiente, por lo que grandes artistas realizaron innumerables retratos, bustos y esculturas de él. Este fue el tiempo en el que tuvo varias amantes en Italia, una de las cuales dio a luz en secreto a una niña de la que cuidó su hermana Margarita de Parma. Incluso desde Albania le propusieron convertirse en rey, petición que rechazó por consejo de Felipe II.

Solventado el peligro turco, quedaba el de los piratas tunecinos. En una rápida operación anfibia, Juan de Austria se hizo con el control de Túnez. Allí obtuvo como regalo del Muley Hamida un león adiestrado que dormía con Juan de Austria en su tienda de campaña. Tras la campaña de Tunez, se lo llevó a Italia y es por eso que a Juan de Austria se le conoce como El Caballero del León ó el León de los Austrias.

«Siempre estaba echado ante él y con la barba en tierra, le ponía el pie encima y, como un lebrel, agradecido a tal favor, coleaba; estaba a su comer a la mesa, y comía de lo que el señor don Juan le daba. Y en la galería, el esquife de ella era su morada, y cuando iba a caballo iba a su estribo, como un lacayo, y si a pie, detrás, como un paje. Y tal vez si se enojaba con alguno e iba a arremeter contra él, una voz de don Juan, diciéndole: «Austria, tate, para aquí» se ponía en paz y se iba a echar a su misma cama… Este hermoso y raro animal, partido el señor don Juan hacia Flandes, fueron tantos los gemidos y aullidos que dio, que puso a todos los de este reino gran maravilla y espanto, hasta que, de pura tristeza de la ausencia de su amo, vino a acabarse».

Luis Zapata de Chaves, Miscelánea o Varia Historia, finales del siglo XVI

Juan de Austria con su león. Anónimo del siglo XVI

Una vez más se le ofreció el trono de Tunez y de nuevo tuvo que rechazarlo, pues Felipe II decidió enviarle a Genova para mediar la disputa entre dos familias de la ciudad. Durante su estancia en Genova, Don Juan de Austria tuvo noticias del plan inglés, que consistía en restaurar el catolicismo en Inglaterra, mediante la boda de un príncipe cristiano con María Estuardo. Ese príncipe cristiano era Juan de Austria. Al mismo tiempo que se desarrollaba este plan, se inició en los Países Bajos una revuelta tras la muerte del gobernador, Luis de Requesens.

Felipe II nombró nuevo gobernador de Flandes a Juan de Austria y le ordenó que acudiese inmediatamente a Flandes para evitar un vacío de poder que podía tener fatales consecuencias, pero Juan de Austria en vez de ir a Flandes fue a España para discutir con Felipe II el plan inglés y proponer al rey que tras pacificar Flandes se ejecutaría el plan inglés. No del todo, Felipe II aceptó la propuesta y aunque terminó siendo un encuentro distendido, Felipe II percibió en Juan de Austria una peligrosa ambición la necesidad de convertirse en rey.

Juan de Austria demoró su llegada a Flandes, pues primero pasó por Valladolid para visitar a la que había sido su segunda madre adoptiva, Doña Magdalena de Ulloa, quien le convenció para que viajase al peligroso Flandes a través de Francia disfrazado como el criado de un comerciante italiano para evitar atentados. Y de esa guisa llegó a Luxemburgo, en ese momento la única provincia leal a España que permanecía en paz. Allí se reunió con su madre, Barbara Blomberg, a la cual convenció para que se trasladase a España, para evitar represalias por ser la madre del nuevo gobernador. Barbara Blomberg, en contra de su voluntad, se trasladó a España, donde falleció años después en Colindres (Cantabria).

Juan de Austria visitando a Miguel de Cervantes. Obra de Eduardo Cano (siglo XIX)

La demora en llegar a Flandes hizo que se cumplieran los peores deseos de Felipe II, y es que, justo el día anterior de su llegada a Amberes, se había producido el saqueo de la ciudad por parte de los Tercios Españoles, quienes, ante la ausencia de un líder, habían cumplido su promesa de saquear la ciudad como protesta por el prolongado retraso en el pago de su salario. Juan de Austria tenía instrucciones de Felipe II de llevar una política apaciguadora y tranquila con los protestantes, por lo que pactó con ellos la retirada de las tropas españolas a cambio de que los protestantes dejaran de matar a los católicos. Este pacto fue llamado el Edicto Perpetuo y fue firmado por ambas partes en febrero de 1577. Pero el pacto no duró siquiera un año. En septiembre volvieron las persecuciones a los católicos en Flandes y Guillermo de Orange extorsionó a Juan de Austria; La paz a cambio de entregar todas las ciudades, licenciar a las tropas y marcharse a Luxemburgo. Entonces, Juan de Austria prolongó las negociaciones a la vez que esperaba la llegada de los Tercios Viejos, quienes mediante el Edicto Perpetuo habían sido enviados a Milán.

El ejército protestante y los Tercios Viejos, liderados por Alejandro Farnesio, sobrino y amigo de Juan de Austria, se enfrentaron en los alrededores de la actual ciudad belga de Glemboux, en enero del año 1578. Los Tercios iban tras el ejército protestante y se envió a la caballería española para hostigar la retaguardia, con órdenes de no presentar batalla y tan solo hacer intenciones para provocar el desorden en el ejército enemigo. No obstante, ante las primeras acciones de la caballería española, la caballería protestante entró en pánico y terminó arrollando a su propia infantería, momento que fue aprovechado por los Tercios para lanzarse al ataque y destrozar a los protestantes. En tan solo hora y media, el ejército holandés quedó diezmado, perdiendo más de la mitad de sus hombres y otros miles cautivos.

No obstante, la tranquilidad en Flandes duró poco. A comienzos del verano de ese mismo 1578, un ejército francés y otro de mercenarios pagados por la reina de Inglaterra, entraron en Flandes. Don Juan envió a su secretario a España para pedir más dinero a Felipe II para pagar a los Tercios, pero para entonces y sin saberlo, Juan de Austria estaba envuelto en una red de mentiras y difamaciones creadas por otro secretario del rey; Antonio Pérez. Por ello el rey estuvo sin responder a las cartas de Juan de Austria y, por ende, sin atender las necesidades económicas para el ejército de Flandes. Finalmente, el complot del secretario Antonio Pérez terminó con su asesinato que nunca fue esclarecido y no fue hasta la noticia de su muerte cuando Juan de Austria comprendió lo ocurrido.

Por desgracia para él, el tifus se había apoderado de su cuerpo y sintiendo cercana la muerte, nombró gobernador de Flandes en su testamento a su sobrino y amigo Alejandro Farnesio.

“Confío en vos, hermano mío, que desde que os informéis del estado de los negocios en los Países Bajos dedicaréis vuestra fuerza y vuestra vida a un negocio tan importante para el honor de Dios y el bienestar de su religión. Y como están en peligro, no hay sacrificio que deba evitarse para salvarlos”.

Falleció en su tienda de campaña el 1 de octubre del año 1578, con poco más de treinta años de edad.

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