ESPAÑA

FELIPE III Y LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS

Aunque Felipe III había firmado el decreto de expulsión de los moriscos el año anterior, fue en el año 1610 cuando comenzaron a ser embarcados en distintos puertos españoles.

La desconfianza a la población morisca estaba presente desde la caída del Reino Musulmán de Granada en 1492. Este resentimiento volvió a incrementarse tras la llamada “Guerra de las Alpujarras”, una violenta rebelión armada de los moros de Granada que duró tres años, entre 1568-1571 y que necesitó el despliegue en la sierra granadina de hasta 20.000 soldados de los Tercios, dirigidos por Luis de Requesens y Don Juan de Austria, debido a la ayuda exterior que recibieron los moriscos desde el norte de África.

Aunque finalmente la rebelión fue aplacada, la desconfianza a los moros no, pues la rebelión había puesto de manifiesto el peligro que suponía semejante inestabilidad en España, algo que Francia, Inglaterra y los Países Bajos aprovecharon, pues aquella rebelión en Granada coincidió en unos años en los que había empezado la guerra en Flandes. Y no era una sospecha infundada, ya que cuando se firmó la paz con Inglaterra en 1604, el rey inglés Jacobo I envió a Felipe III la correspondencia secreta de su antecesora Isabel I con los moriscos españoles. Y al año siguiente, en 1605 se descubrió a un agente de Enrique IV que proyectaba desestabilizar España con una guerra interior y prometía un ejército y armas a los moriscos. Fue ejecutado en Valencia en ese año.

También, el pueblo español tenía la sensación que gran parte de la población morisca establecida en las costas del Sur y el Levante actuaba como informantes de los piratas moros que de vez en cuando atacaban algunas poblaciones costeras, saqueando y llevándose mujeres y niños. Así que aprovechando la Tregua de los Doce Años con los protestantes holandeses, Felipe III firmó el decreto de expulsión de los moriscos el mismo día, el 4 de abril de 1609. La consiguiente relajación militar era el momento propicio para llevar a cabo la expulsión, al poder recurrir a medios técnicos y humanos (barcos y soldados) que hasta ese momento estaban destinados a la guerra en Europa.

Embarque de moriscos en el puerto de Valencia. Pedro Oromig (1616)

Habitaban por entonces unos 300.000 moros en España, de una población total de 7.500.000 de habitantes, siendo el sur y el levante las regiones con mayor número de moriscos.

Hubo quienes estuvieron en contra de la expulsión de los moros. Algunos jerarcas de la Iglesia opinaban que no debían ser expulsados sino evangelizados pero esta idea ya se había intentado desde la misma toma de Granada en 1492 y había sido infructuosa, ya que casi todos los moros mantenían sus creencias en secreto. El propio padre de Felipe III y anterior rey, había barajado esa idea durante su reinado pero finalmente aceptó continuar con el plan evangelizador. Otros que se manifestaron contrarios a la expulsión fueron algunos terratenientes que tenían moros trabajando en sus tierras como mano de obra barata.

La expulsión no fue organizada de manera precipitada ni masiva, se hizo escalonada, primero en el Reino de Valencia, por ser la región con mayor población morisca. El 4 de abril de 1609 el Consejo de Estado tomó la decisión de expulsar a los moriscos del Reino de Valencia, pero el acuerdo no se hizo público inmediatamente para mantener en secreto los preparativos. Se ordenó concentrar las 50 galeras de Nápoles y Sicilia en Mallorca con unos 4.000 soldados a bordo. Al mismo tiempo, se encomendó a los galeones de la flota del Océano la vigilancia de las costas de África.

La orden de expulsión de los moriscos de Castilla fue hecha pública el 10 de enero de 1610 y en ella especificaba que los moriscos podían vender todos sus bienes aunque no podían sacar su valor en oro, plata, joyas o letras de cambio, sino en «mercadurías no prohibidas» que pagarían sus correspondientes derechos de aduana. Fueron embarcados en Sevilla y Málaga.

Bando Real decretando la expulsión de los moriscos del reino de Aragón

En el Reino de Aragón los moriscos, unos 70 000, representaban un sexto de la población total. El 18 de abril de 1610 el rey Felipe III firmó la orden de expulsión, aunque ésta no se hizo pública hasta el 29 de mayo, para realizar en secreto los preparativos de la misma. Según los registros oficiales 22.532 salieron del reino hacia Francia por los pasos fronterizos pirenaicos y el resto, 38.286, embarcaron en la costa de Tarragona hacia Argel.

En el Reino de Murcia la orden de expulsión fue hecha pública el 8 de octubre de 1610 y en principio solo se refería a los moriscos granadinos que habían sido deportados allí tras la Rebelión de las Alpujarras, los demás quedaron exceptuados debido a los buenos informes que se disponía sobre su sincera conversión al cristianismo. Pero justo un año después, el 8 de octubre de 1611, Felipe III decretó su expulsión y de los demás moriscos antiguos del reino de Murcia, lo que levantó numerosas protestas por ser considerados auténticos cristianos. La orden fue aplazada, pero dos años después, en octubre de 1613, se procedió a la expulsión de todos los moriscos, casi 7.000. Fueron embarcados en Cartagena.

La expulsión duró tres años (1610 a 1613). Fueron embarcados en su mayoría en los puertos de Málaga, Sevilla y Cartagena. Su destino fue Francia y lo que hoy son Túnez, Argelia y Marruecos.

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