OCEANÍA

CRÓNICA DEL DESCUBRIMIENTO DE LAS ISLAS SALOMÓN

ALGUNOS DATOS ACTUALES SOBRE LAS ISLAS SALOMÓN

Las Islas Salomón es un país insular independiente situado en Oceanía. Es una monarquía parlamentaria dentro de la Commonwealth. La Reina Isabel II del Reino Unido es también reina de Islas Salomón, la cual es representada por el Gobernador General. Su territorio está formado por más de 990 islas repartidas entre dos archipiélagos: el archipiélago homónimo y las islas Santa Cruz. Su capital y ciudad más poblada es Honiara, ubicada en la isla de Guadalcanal.
El archipiélago en su conjunto tiene una superficie de 28.450 km², que para efectos comparativos es similar a la de Albania.
La distancia entre las islas más occidentales y las más orientales es de cerca de 1.500 kilómetros. Los volcanes, de grados variables de actividad, están situados en algunas de las islas más grandes, mientras que varias de las islas más pequeñas son simplemente atolones minúsculos cubiertos de arena y cocoteros.
Las Islas Salomón se dividen en 9 provincias y un territorio capital.

Localización de las islas Salomón con el nombre que recibió de los españoles. Algunas islas mantienen el nombre en español

EL MOTIVO DE LA EXPEDICIÓN Y POSTERIOR DESCUBRIMIENTO

Los españoles supieron de boca de los quechuas la leyenda que decía que hacia el oeste se encontraban unas islas llenas de oro. Inmediatamente se compararon estas islas con la Tierra de Ofir, donde estaban las minas de oro del rey Salomón. Como el cargo de virrey del Perú se hallaba vacante, el presidente de la Audiencia, Lope García de Castro, ejercía las funciones de virrey y encargó la dirección de la expedición a su sobrino Álvaro de Mendaña (un joven de 25 años), en contra de las aspiraciones de Pedro Sarmiento de Gamboa, que reivindicaba la iniciativa de la expedición.
Las naves de la expedición eran Los Reyes y Todos los Santos, de 300 y 200 toneladas, respectivamente. La tripulación constaba de unos 150 hombres, incluidos marineros, soldados, cuatro frailes franciscanos y una veintena de negros. Los capitanes eran Pedro Sarmiento de Gamboa y Pedro de Ortega Valencia. El piloto mayor era Hernán Gallego, autor del relato y quién llevó a cabo la mayor parte de la exploración de las islas en un bergantín que construyeron en el archipiélago a tal fin. El objetivo de la expedición era buscar la supuesta Terra Australis Incognita, explorar sus recursos y estudiar las posibilidades de colonización. Mendaña llevaba la orden de fundar un establecimiento.

La expedición partió de El Callao (puerto de Lima), el 20 de noviembre de 1567. El viaje de vuelta lo hicieron por la ruta utilizada por el Galeón de Manila hasta Santiago de Colima (México). Llegaron el 2 de marzo de 1569. En total 1 año, 3 meses y 11 días. Finalmente volvieron a El Callao el 22 de julio de 1569.

RELATO DEL PILOTO HERNÁN GALLEGO

Aunque el relato se ha transcrito del castellano antiguo usado en la época, se ha mantenido la estructura gramatical con la que fue escrito. Algunos términos han sido transcritos al castellano actual para su comprensión

Se han eliminado de la narración algunos islotes y arrecifes que solo fueron avistados, pero en los que no se desembarcó, así como aquellos deshabitados en los que no hubo contacto con los nativos. También se han eliminado los datos relativos a la situación geográfica (latitud, altitud) y a las distancias para no hacer aburrida la lectura.

El año 1567, siendo presidente en Lima y gobernador por vacante del virrey el licenciado Castro, el cual, por causas que le debieron de mover, despachó del puerto del Callao a su sobrino Álvaro de Mendaña, con título de general y orden para que descubriese a la parte incógnita del Sur, tierras que debía de sospechar había en ella.

ISLA DE JESÚS (actual Nui, en Tuvalu)- Partió el general como se dice, del Callao, y viernes 10 de enero de 1568, reconocieron una isla pequeña, poblada de gente amulatada: púsosele por nombre Isla de Jesús. Halláronse aquí los primeros aguaceros, truenos y relámpagos que se vieron.

ISLA DE SANTA ISABEL – Túvose vista de otra tierra: fuese en demanda de ella, y hallaron un puerto en donde entraron día de Santa Apolonia (9 de febrero), a punto que se cayó un pedazo de tierra mayor que la nao al puerto. Se puso de nombre Santa Isabel : llámanla los indios Samba, y al cacique Bille-bana-rra. Esta gente adora en sus oratorios culebras, sapos y cosas tales; son amulatados, los cabellos crespos, andan desnudos, partes tapadas; su comida es cocos y raíces a que llaman renau; no tienen ningunas carnes ni brebajes: es gente limpia. Entendióse por cosa cierta que comían carne humana, y porque el cacique envió de presente al general un cuarto de un brazo de un muchacho con su mano, mandóle el general enterrar delante de los que le trujeron: mostraron gran sentimiento de esto, y bajando las cabezas, se fueron muy corridos. Es gente de parcialidades, tienen guerra unos con otros, y pareció se cautivaban, porque unos que los nuestros prendieron delante de unos amigos, los pedían por cautivos, y porque el general no se los quiso dar, se fueron tristes a sus pueblos: Llaman al capitán Jaurique.

En esta isla hizo el general decir la primera misa. y por hallar allí aparejo se hizo un bergantín con que, a 4 de abril, fue enviado el maese de campo Pedro Ortega Valencia con 18 soldados, doce marineros y el piloto mayor Hernán Gallego a descubrir. Navegóse al Essueste, que así corre la costa y hallaron varias islas pequeñas con grandes palmares y una grande bahía con siete u ocho islas pequeñas, todas pobladas de gente que tiene por armas machetes de madera, arcos y flechas.

BUENA VISTA– A una distancia de nueve leguas está otra de doce de cuerpo; es muy poblada y tiene los pueblos formados y juntos: diosele por nombre Buena Vista, por tenerla y ser muy fértil; tiene en su redonda muchas isletas pobladas, y otras cinco en cordillera.

ISLAS FLORIDA, DE SAN DIMAS, DE SAN GERMÁN Y GUADALUPE– Saltóse en tierra en la primera, cuyos moradores se enrubian el cabello, huyen del arcabuz, tocan arma con caracoles y tambores, comen carne humana: llamóse La Florida, a otra más al este San Dimas, a las otras no se fue, y llamáronlas a la una San Germán y a la otra Guadalupe. Isla Florida mantiene hoy su nombre

ISLA SESARGA (Savo)- Es alta, redonda y muy poblada: tiene mucha comida de ñames, panaes y algunos puercos, y en medio de ella un volcán que de ordinario está vomitando mucho humo.

ISLA GUADALCANAL– Viose una grande isla; en ella un gran río, donde salieron a ver a los nuestros, nadando, muchos hombres, mujeres y muchachos, y otros muchos en canoa, los cuales dieron un cabo al bergantín, y teniéndole junto a tierra, tiraron muchas piedras, diciendo mate, mate: mataron los arcabuces algunos de ellos, con que se retiraron. Saltó el maese de campo en un pueblo, donde halló mucho número de raíces y jengibre verde, cogido en cestillas, y también puercos; llamaron a la isla Guadalcanal por ser el maese de campo originario del pueblo sevillano.

Isla de Guadalcanal

ISLA DE SAN JORGE– De este paraje se volvió el bergantín con toda su gente, en demanda del puerto donde habían dejado las naos, fueron bojeando la Isla de Santa Isabel porque así se les había ordenado. A distancia de cinco leguas, estaba una isla que, en nombre natural llaman Varnesta y su cacique Benebonafa. Esta isla hace canal con la de Santa Isabel: de largo seis leguas y un auste de ancho, y puerto de ocho a doce brazas, fondo limpio, que pueden caber mil naos, y a donde hay un poblado con trescientas casas. Viéronse en esta isla algunas perlas, y los indios no hacen mucho caso de ellas; dábanlas todas por el rescate de una canoa que se les había tomado; también trujeron unos dientes que parecieron ser de algún grande animal; estimábanlos en mucho más que las perlas, y decían que los tomasen y volviesen su canoa.

ISLA DE SAN NICOLÁS – Grande y rodeada de muchos arrecifes, y tanto, que a veces apenas se podía salir en el bergantín: vierónse en ella murciélagos que tenían de punta a punta de las alas, cinco pies. Se vieron en los arrecifes muchas canoas de indios que estaban pescando; vinieron todos a tirar flechas al bergantín y se volvieron: en estos arrecifes hay muchas isletas pobladas y despobladas, y en la punta de Santa Isabel hay muchas islas, todas pobladas.

ISLA DE SAN MARCOS (Choiseul) – No se fue a ella por no detenerse y haber muchos que andaban ausentes: a la gente que aquí se vio, no se le conoció señor.

Porque habían de volver en demanda del puerto donde quedaron las naos, siendo contrario el viento, el maese de campo envió una canoa con nueve soldados, un marinero y un indio amigo, que siempre anduvo con los nuestros, a dar aviso al general de su ida y de las causas que no llegaba. Fueron estos costa a costa, y en uno de los arrecifes se hizo pedazos la canoa, y perdiendo alguno el hato, se salvaron todos; y por habérseles mojado la pólvora, determinaron volver atrás a buscar el bergantín. Fuéseles el indio, aunque no era de aquella isla; caminaron toda la noche en su demanda, por encima de las peñas vivas, con temor de los indios: encontraron con una cruz que habían levantado en cierta parte cuando pasaron, y habiéndola adorado, acordaron de esperar tres días al bergantín, o hacer una balsa para ir a los navíos. En esta aflicción estaban cuando Dios fue servido que viesen el bergantín, que les dio el contento que se puede imaginar, y así hicieron una bandera para hacerle señas, a que acudió el bergantín, y embarcando a la gente, siguieron viaje hasta entrar en el puerto, donde hallaron algunos de las naves muertos y otros indispuestos.

GUADALCANAL – El sábado 8 de mayo acordó el general salir con las naos y el bergantín de Santa Isabel donde habían estado, por entre unos arrecifes que están a su entrada; los vientos eran a ratos recios, y con ellos fueron a surgir en una playa de la isla de Guadalcanal; buscóse otro puerto y hallóse junto a un río que se llamó Río Gallego. Tomóse el siguiente día posesión de la tierra de S.M. y se levantó una cruz en un cerrillo, presentes algunos indios que tiraban flechas; mataron dos con los arcabuces y los demás huyeron todos, y los nuestros embarcaron. Quisieron el otro día salir en tierra para celebrar la misa y vieron como los indios habían quitado la cruz y la llevaban, con que los nuestros se volvieron a embarcar, y viéndolos los indios, volvieron la cruz a su lugar y se huyeron.

El 19 de mayo envió el general a Don Fernando Enríquez, alférez real, con 30 soldados, a ver la tierra: queriendo dar cara a un gran río, cargaron tantos naturales, que fue forzoso dejarse de esto y defenderse; afirmaron los mineros que el río era de oro: trujeron dos gallinas y un gallo, que fueron los primeros que se vieron, de que mucho se holgó el general, por entender de que cada día se había de ir descubriendo más tierra con mejoría de las cosas.

Envió el general desde allí a Don Fernando Enríquez, con el piloto mayor, en el bergantín: a distancia de una legua, se halló un río y cerca de él muchas poblaciones y más adelante en otro río, saltó el alférez real en tierra, y en ella le salieron de paz doscientos indios a darle plátanos: mas, al embarcarse los nuestros, la convirtieron en pedradas. A cuatro leguas más adelante, se dio en otro río poblado; pusósele nombre de San Bernardino: está con un muy alto y redondo cerro (el Monte Lion Heads de 1.831 mts.). Dos leguas más adelante, a orilla de un pequeño río, se vió una gran población: saltó en tierra nuestra gente, y los indios, al son de sus instrumentos, se juntaron más de seiscientos, y al embarcar, les tiraron muchas piedras y flechas, y con todo eso, mandó don Fernando Enríquez no se les hiciera mal. Algunos se echaron a nado y entraron en el bergantín a pedir con muchos halagos una canoa suya: más viendo que no se la daban y que los amenazaban, se fueron a tierra, y a poco trujeron dos, en un palo, un cierto bulto a la playa, y llegándose al bergantín, decían les diesen su canoa y fuesen por aquel puerco, que los nuestros conocieron ser bulto de paja, y ellos que era conocida su treta, y con grandes gritos se echaron todos a nado y, tirando flechas y piedras, se fueron todos a tierra sin que se les hiciese mal ninguno.

Fuese en seguimiento del camino a dar en un grande río con muchos bajos de arena, a donde se vio gente sin número; llamóse río Santa Elena; viéronse en toda la costa muchas llanadas y palmares y, ocho leguas la tierra adentro, una cordillera de muy altas sierras con quebradas, de donde salen los ríos: viose más adelante una punta de arrecife, a donde más de mil indios salieron a flechar a los nuestros, y otros, a nado y zambulléndose, procuraban el escondite. Había en tierra grande número de gentes, de quien, matando los arcabuces dos, se deshizo la junta huyendo: para su reparo hicieron en la tierra unos bastiones de arena, y aunque se vio, no se les hizo daño; salieron los nuestros a tomar agua, contra quienes se juntó, detrás de los bastiones, un gran número de gente; disparóseles un verso cargado de perdigones y, muerto un indio y muchos heridos, se fueron a meter en la montaña.

Prosiguióse por la costa hasta seis leguas, de donde salieron tres mil indios que presentaron un puerco, muchos cocos e hinchieron las botijas de agua, y con sus canoas las trujeron al bergantín y en él sin armas se entraban a mirarle: el cacique se llamaba Nobalmua.

De la isla de Guadalcanal dice así Hernán Gallego, que para andarla es menester medio año, y que había andado de largo de ella, por la banda del Norte, ciento treinta y cinco leguas, con una infinidad de poblaciones, y que allí hay papagayos blancos y de muchos colores.

RAMOS (Malaita)- A dieciséis leguas se fue a dar en buen puerto, que en su entrada tiene muchos arrecifes, y por ser casi cerrado se le puso Puerto Escondido. Los indios andan aquí del todo desnudos y los más con unas mazas, que son de grandor de naranjas, de un metal que parecía oro bajo: tiénenlas puestas y fijas en un palo, para pelear con ellas cuando vienen a las manos.

Saliendo de este puerto, se navegó hasta que se halló una entrada de un gran río que por su rápida corriente no se pudo entrar en él: cuatro leguas más adelante se halló un buen puerto, con una isla a la entrada, que se ha de dejar a la banda de estribor; púsose por nombre Puerto de la Asunción. Distancia de ochenta y cinco leguas tiene esta isla de Ramos de largo; no se anduvo toda por la parte norte, y por esto no se sabe su ancho.

Guerreros de las islas Salomón

ISLA TREGUADA (Ulawa)- A ocho leguas vimos otra isla; fuese a ella, y en un pequeño río salieron de paz todos los indios, con sus mujeres e hijos, todos desnudos: llámase en nuestra lengua esta isla la Treguada, y en la natural Brava; llamáronla así por salirnos a recibir su gente con tregua falsa: es muy poblada, tiene mucha comida y contratación con las islas comarcanas.

Volvióse con lo hecho el bergantín a los navíos, y en ellos hallaron que los indios habían matado nueve hombres, que con el despensero fueron por agua, escapando solamente a nado un piloto mayor. El cacique de aquella parcialidad se mostraba amigo del general e iba y venía a los navíos muchas veces, y su gente, cuando se iba por agua, hinchia nuestras botijas, y cuando los nuestros fueron a socorrer los otros se juntaron más de cuarenta mil indios, que con muchos atambores y gritos los salieron a recibir. Entendióse se había hecho este daño por un muchacho que les tenían, y no se le había querido dar el general, aunque el cacique lo había pedido trayendo un puerco y rogado se lo diese; tomáronle el puerco diciéndole hablase al general, que estaba en tierra, y como no se le dio, sucedió la desgracia contada, que se entendió por esto.

Otro día, después de sucedido lo dicho, envió el general al capitán Pedro Sarmiento que con toda la gante saliese a tierra a hacer castigo, así en los indios como en sus casas: mató veinte y quemó numerosas casas, con que se volvió, y se le envió otra vez con cincuenta hombres: quemó todos los pueblos que vio, a donde halló pedazos de jubones y camisas de los nuestros que mataron: y porque por desprecio habían puesto los indios en unos palos unos pedazos de cocos, entendiendo el general al ser las cabezas de los nuestros, envió al Sarmiento con veinte soldados a ver lo que era, y quemóles de esta vez ocho pueblos; y con esto y otros grandes castigos, que cada día que saltaron en tierra se hicieron, quedaron los indios amedrentados.

SAN CRISTÓBAL (Makira)- A trece de junio se hicieron las naos a la vela, y se fue a una isla, que se llamó San Cristóbal. Tomóse puerto en ella, saltando a tierra el general, que, visto por los indios, decían por señas a los nuestros que se volviesen, y viendo no querían, fue cosa notable de ver las bravuras que hicieron, visajes, temblores y revolcar y escarbar en la arena con los pies y manos, irse a la mar, echar el agua por alto y otros muy extraños ademanes. Tocóse nuestra trompeta a recoger, vino Pedro Sarmiento donde estaba el general con toda la gente, y los indios se vinieron para los nuestros con sus armas en las manos a punto de pelear; cada uno tenía dos o tres dardos, otros macanas, arcos y flechas: llegarónse tan cerca, que si desembarazaran no dejaran de herir a los nuestros, porque el general les decía por señas que se fuesen, que no los quería hacer mal: esto no aprovechaba, más antes enarcaban los arcos y hacían muestras de arrojar dardos, y porque no quisieron ir se dispararon los arcabuces: matando uno y otros muchos heridos, se fueron todos. Entraron los nuestros en su pueblo y en él hallaron gran cantidad de panes y ñames, muchos cocos y almendras, que había para cargar una nao, y así con las barcas, aquel día, no se hizo otra cosa sino llevar comida a ellas: los indios nunca más se atrevieron a volver, y con lo hecho, nuestra gente se embarcó, porque se acercaba la noche. Es isla muy estrecha y montuosa.

PAURO Y SANTA CATALINA – A cuatro de julio el general envió por caudillo a Francisco Muñoz Rico, con doce soldados y trece marineros, en el bergantín, a descubrir: salió costeando hasta isla de Pauro , que así se llama en lengua natural, es muy poblada. Vinieron doce indios nadando y entraron en el bergantín, adonde estuvieron un rato, y los nuestros por señas les preguntaron si adelante había más tierra; a esto dijeron que no, sino a la parte y vuelta del Sudeste señalaban que había mucha tierra, y dice Hernán Gallego que también el vio, a la cual no se fue por no tener espacio. Quisieron echar mano a los indios; más ellos hicieron tanta fuerza, que se huyeron a nado y fueron a su isla, y nuestra gente, saltando en tierra, tomaron algunos puercos, muchas almendras y plátanos; hizóse subir un marinero en una palma a ver si descubría tierra y no pareció cosa. Pusóse a esta isla Santa Catalina y el natural es Aguarí; tiene muchos palmares; es muy poblada, y cercada de arrecifes. Santa Catalina mantiene su nombre en la actualidad

SANTA ANA – En natural se dice Itapa; está baja y redonda, con un alto en medio a manera de castillo; es bien poblada y fértil, tiene puercos y gallinas, y un puerto muy bueno: saltó el caudillo en tierra y los indios acometieron a los nuestros con muchos dardos, flechas y alaridos; venían pintados; con ramos en la cabeza y unas bandas por el cuerpo: salieron a ellos cuatro soldados y cuatro arcabuceros, y tres negros y el caudillo delante, peleando todos bien sin ayuda de otros que estaban en tierra aprestándose. El piloto mayor les decía desde el bergantín que no volviesen pie atrás; hirieron a tres nuestros y un negro, que visto por el caudillo, cerró con ellos y, muertos dos, se huyeron los demás: arrojaron al caudillo un dardo, con tanta furia y fuerza, porque la gente la tiene, que le pasaron el escudo y el brazo y sobró un palmo del dardo a la otra parte, y por esto, tomada aguada se les quemó el pueblo. Miróse desde un alto y no se vio tierra: embarcados, se fue costeando la isla de San Cristóbal: tomaron en una canoa a dos indios, con que, llegando a los navíos, el piloto mayor dio cuenta al general de lo hecho, y como no se vio más tierra y que a la parte del Oeste-Sudeste estaba una infinidad de ella, hizo la general junta de todos los pilotos y capitanes y en ella se acordó que se hiciese revisión de los aparejos, alojasen los navíos, y se les dio lado lo mejor que pudo.

REGRESO A PERÚ

Hubo en la junta, en razón del viaje que se había de hacer para el Perú, diversos pareceres, si había de ser por el sur; acordóse se fuese por el Norte y que no se perdiese más tiempo, porque no se acabasen los bastimentos ni desaparejasen los navíos, y esto se ejecutó.

Miércoles a once de agosto se dieron velas a las naos; tardarónse siete días en llegar a la isla de San Cristóbal; salieron de ella y con recio viento y algunos contrastes se fue navegando: se hallaron muchas palmas atadas, y leños quemados y otros palos y rosuras, que salían de ríos, señales de tierra al oeste: entendióse ser la Nueva Guinea. (Era la isla de Bougainville)

A cuatro de septiembre, estando en la equinoccial, quisieron los pilotos hacer al general un requerimiento dando por razón andaban perdidos y ser mejor de golpe subir a uno u otro polo; y unos a otros se decían ser enemigo de Dios y suyo el que otra cosa hacía: acordóse seguir la vía, como ayudase el tiempo del norte al noroeste, y así fueron. En once días navegaron veinticinco leguas y se hallaron en cinco grados parte del norte, y no es de espantar, por ser cierto en aquel paraje de poca altura hallarse pocos vientos y al propósito: tuvieron aquí un aguacero de que se cogió agua y les dio la brisa del este y colaterales con algunos aguaceros. Viose tierra y fuese a ella; no se surgió por mucho fondo: salió gente en el batel a buscar agua, y vistos los naturales se huyeron. Viose ir a la vela una cierta embarcación; saltó nuestra gente en tierra y en ella hallaron un escoplo hecho de un clavo, y un gallo y muchos pedazos de cuerda y muchas palmas agujereadas, señal que el agua que los naturales beben es la que cogen allí y que hacen otras bebidas de unas ciertas piñas que se vieron, con que se volvieron sin agua. Esta tierra son dos islas de quince leguas (isla Nauru). Navegóse al norte, y por la falta de pan y agua, se iba padeciendo mucho y muriendo alguna gente.

 

Volvieron de milagro

SAN FRANCISCO (Wake) – Topóse con una isla de mucha arena y matorrales, cercada de arrecifes, despoblada y poblada por muchos pájaros marinos: llamóse San Francisco.

Les dio un chubasco de agua menuda: amainaron, y al siguiente día al amanecer, la nao almiranta aún estaba a la vista. Dioles en esta ocasión con tanta furia un viento, que confiesa el piloto mayor no haber visto otra tal furia en cuarenta y cinco años que tenía de navegación, y que le puso espanto: y que hasta media escotilla metió el costado del navío debajo del agua, que, a no estar calafateada y clavada, los hundiera allí mismo, y nadaban los marineros y los soldados dentro de la nao. Alejóse el batel lleno de cables y agua, y con mucho trabajo se mandó dar un poco de vela al trinquete, y aún no estaban desatados dos cabos, cuando se hizo el trinquete mil andrajos y en ellos fue volando por los aires, quedando mondas las relingas y la nao zozobrada media hora, hasta que el general mandó cortar el palo mayor, que fue a la mar con todos sus aparejos, llevándose al salir el canto del bordo, y el agua sobre él una vara de medir. Deshicieron el camarote de popa, y alijado, se dio vela con una frazada, con que la nao arribó y navegó al sur aquella noche, y el día siguiente para atrás, con cincuenta leguas de pérdida y sin vista de la almiranta: este mal viento abonanzó y les dio otro con que se puso la proa a camino con sola la dicha vela.

A diez y nueve de octubre se hizo el viento Este-noroeste y mucho durando hasta veinte y nueve; por ser el navío cansado de mar al través, se anduvo de una y otra vuelta, y se volvió a perder el camino que se había ganado el día antes: negocio de mucha pena. A veinte y nueve de octubre cargó el viento Sureste con tanta furia y mar, y con tantos truenos y relámpagos, que parecía hundirse el mundo: no se puso vela que no la llevase el viento; habiendo en la nao siempre un codo de agua. Desenvergóse la cebadera y pusóse por trinquete para correr con ella: más cargó tanto el viento Sur, que llevó la vela y quedaron sin ninguna: pusieron las frazadas y con ellas se corrió al Noreste hasta otro día postrero de octubre que el viento, con aguaceros, fue rodando hasta que se hizo Oeste. Pasó el viento al Noreste muy furioso y duró hasta cuatro de noviembre. Saltó el viento del Noreste, que parecía venían allí los demonios.

Iba la gente de sed y hambre muy fatigada; y tanto cuanto bastaba medio cuartillo de ruin agua y ocho onzas de bizcocho podrido en tan largo viaje, contrarios vientos, roto y mal aviado bajel; ver unos muertos de hambre y sed, otros de la flaqueza ciegos; y en punto de arribar, sin saber a dónde, ni tener con que, ver los soldados estar jugando la ración de agua, y el perdidoso estar bramando hasta recibir la otra.

Álvaro de Mendaña tenía 25 años cuando el descubrimiento de las islas Salomón

Andando con estos contrastes, desaparejados y hambrientos, día de Santa Isabel vino otro viento, con que se puso la proa al camino. Allí saltó el viento que duró hasta siete de diciembre con grandes fríos y nieblas. Algunos soldados se amohinaron e importunaron al general mandase arribar a los bajos de la isla de San Bartolomé: respondióles que no quería sino ir a dar cuentas a S.M. de lo hecho, y que, dando a medio cuartillo, tenía agua para veinte días, con que sería Dios servido llegasen a la tierra deseada: y que cuando la necesidad obligase, se aconsejaría con su piloto mayor y haría lo que mejor pareciese para la salvación de todos. Estos que gruñían eran seis, que insistían en que arribasen y que el piloto mayor, por estar hecho a aquellos trabajos, no se le daba nada de andar un año y dos en la mar.

A nueve de diciembre se vio un palo de pino, mucha corriente, gaviotas, un pato, y otras cosas, todas señas de tierra. Acertó a lloviznar, y los marineros y los soldados cogieron agua para tres días; aclaró el tiempo con aire fresco, y por las pocas velas se navegaba poco; las corrientes corrían mucho y mucho más los deseos de llegar a tierra, a cuya causa se hacía un año cada día. Acabarónse las tormentas, alargó el viento, favorecieron las olas y navegóse a popa, con que la víspera de Nuestra Señora de la O, a la tarde, fue Dios servido de mostrar la deseada tierra, que algunos desconfiados decían no ser posible, y certificados de ella, se alegraron de ver la madre de todos; que la mar es buena para los peces. Navegóse aquella noche, y amanecióse junto a dos islas, una legua de tierra firme.

A veinte y dos de enero de 1569 se entró en el puerto de Santiago, y a tres días allegados, arribó la almiranta, sin palo mayor ni batel y con sola una botija de agua, y tan necesitada del camino y tormentas como la capitana. Su piloto se llamaba Pedro Rodríguez; surgió día de la Conversión de San Pablo; vino a Santiago, alguacil mayor de México a saber que gente era; el cual, dando velas a dos de marzo y a veinte y dos de julio de la punta de Santa Elena, costa del Perú, don Fernando Henríquez, alférez real, llevó la nueva a Lima, con que se acabó este descubrimiento.

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