LA RECONQUISTA

LA RECONQUISTA DE ALICANTE

El Amanecer de Santa Bárbara; La Reconquista de Alicante

La historia de la Reconquista española es un tapiz complejo de batallas, tratados diplomáticos y cambios demográficos, pero pocos episodios ilustran mejor la tensión geopolítica entre las dos grandes potencias cristianas peninsulares —la Corona de Castilla y la Corona de Aragón— que la toma de la ciudad de Alicante.

La reconquista de Alicante en 1248 por el futuro Alfonso X el Sabio supone la recuperación de la ciudad para la cristiandad. Fue una operación quirúrgica, avalada por la diplomacia de Aragón y Castilla, ejecutada con la eficacia militar castellana.

Para entender lo que ocurrió el 4 de diciembre de 1248, debemos retroceder unos años y observar la situación de la Península Ibérica a mediados del siglo XIII. El imperio almohade se había desmoronado tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212). Este vacío de poder fragmentó el territorio musulmán al norte de Despeñaperros en pueblos y ciudades que sobrevivían pagando tributos a los reinos hispanos o estableciendo alianzas frágiles.

Alicante no era una plaza menor. Bajo el dominio islámico, había florecido gracias a su puerto natural, que servía de nexo comercial con el norte de África. La ciudad estaba dominada por una imponente alcazaba situada en la cima del monte Benacantil, una mole rocosa de 166 metros de altura que se proyectaba sobre el mar, haciendo de la ciudad un bastión casi inexpugnable desde la costa.

Alicante y el castillo de Santa Bárbara

A los pies de esta fortaleza se extendía la ciudad, protegida por murallas, con su mezquita mayor (ubicada donde hoy está la Basílica de Santa María), sus baños y su zoco. Sin embargo, la prosperidad económica no ocultaba la debilidad política. La taifa de Murcia, a la que pertenecía Alicante, se encontraba bajo la presión asfixiante de dos gigantes que avanzaban hacia el sur:

Jaime I de Aragón el Conquistador: Había tomado Mallorca y Valencia. Su avance hacia el sur por la costa levantina era imparable.

Fernando III de Castilla el Santo: Avanzaba por el centro peninsular, reconquistando Córdoba y preparando el asalto a Sevilla.

El problema radicaba en que ambas coronas chocaban en su expansión por el Levante. ¿A quién pertenecía el derecho de conquista sobre las tierras de Alicante, Elche y Murcia? Si no se llegaba a un acuerdo, la guerra era inminente.

La diplomacia jugó un papel tan crucial como la espada en la conquista de Alicante. Ante la posibilidad de un conflicto armado entre Castilla y Aragón, se firmó el Tratado de Almizra en 1244.

En este pacto histórico, Jaime I y el infante Alfonso (futuro Alfonso X, hijo de Fernando III) acordaron los límites de su expansión. Se trazó una línea imaginaria (y física en el terreno) que iba desde Biar hasta Villajoyosa. Todo lo situado al norte de esa línea (Denia, Jávea) quedaría para Aragón. Todo lo situado al sur (Alicante, Elche, Orihuela y Murcia) quedaba reservado para la soberanía de Castilla.

Este tratado es fundamental: Alicante fue conquistada por castellanos, no por aragoneses. Aunque hoy Alicante es parte de la Comunidad Valenciana y comparte lengua y cultura con el antiguo reino de Jaime I, en 1248 su destino quedó ligado a Toledo y Sevilla, no a Valencia. Castilla necesitaba desesperadamente ese puerto; era su ventana directa al comercio mediterráneo, vital para su proyección económica y naval.

Alfonso X el Sabio y Jaime I el Conquistador firman el Tratado de Almizra en el año 1244

Con los derechos legales asegurados por el tratado, la responsabilidad de hacer efectiva la conquista recayó sobre el Infante Alfonso. Joven, culto y estratega, Alfonso (quien pasaría a la historia como «El Sabio») actuaba en nombre de su padre, Fernando III, quien se hallaba ocupado en el asedio de Sevilla.

La campaña no fue una guerra de exterminio, sino una operación de sumisión progresiva. La Taifa de Murcia se encontraba en una situación de protectorado de facto desde 1243 (Tratado de Alcaraz). Este tratado establecía un vasallaje y permitía a los musulmanes conservar sus propiedades y religión a cambio de tributos y la entrega de fortalezas clave. Sin embargo, la guarnición de Alicante y ciertos sectores de la población musulmana, se resistían a entregar la soberanía total de la alcazaba, el punto neurálgico del control militar.

A finales de 1248, las tropas castellanas rodearon la ciudad. No debemos imaginar un asedio de destrucción total, sino un bloqueo férreo combinado con presión diplomática. Alfonso era conocido por su pragmatismo. La idea era incorporar territorios, no destruirlos ni despoblarlos. La alcazaba de Alicante era una fortaleza formidable, estratégicamente situada y casi inexpugnable. Un asalto directo habría implicado un coste humano y material altísimo para las tropas castellanas. Los asaltos frontales a fortalezas bien defendidas eran un último recurso.

El bloqueo marítimo era fundamental. Aunque Castilla no era la principal potencia naval de la época en el Mediterráneo, si lo era en el Atlántico, gracias a sus importantes astilleros de Vizcaya y Cantabria, por lo que se dispuso de galeras y naves de transporte para interceptar posibles refuerzos de los moros, enviados por mar desde el norte de África.

Las tropas cristianas se componían de las huestes reales, las órdenes militares (como la de Santiago) y milicias concejiles. Bloquearon los accesos terrestres y, crucialmente, la salida al mar. La resistencia de la guarnición musulmana en el castillo fue notable, confiando en la inexpugnabilidad de su posición elevada.

Sin embargo, la superioridad logística castellana y la falta de refuerzos desde el norte de África condenaron a los defensores. La moral de los sitiados decayó al ver que no había esperanza de socorro.

La tradición y la historiografía convergen en la fecha clave: el 4 de diciembre de 1248.

Ese día, la resistencia musulmana en la alcazaba finalizó. Según las crónicas, el asalto final o la rendición pactada (las fuentes varían en el grado de violencia del último momento) permitió a las tropas del Infante Alfonso tomar posesión de la fortaleza en la cima del monte.

Dado que el 4 de diciembre es la festividad de Santa Bárbara, virgen y mártir, el infante Alfonso ordenó que la fortaleza recibiera su nombre. Así nació el Castillo de Santa Bárbara, un nombre que ha perdurado durante casi ocho siglos como el símbolo indiscutible de la ciudad.

Tras la toma del castillo, la ciudad capituló. Alfonso X tenía una visión muy clara para Alicante: quería convertirla en el gran puerto de Castilla. A diferencia de otras conquistas donde la población musulmana fue expulsada de inmediato, en Alicante se aplicó inicialmente un sistema mixto, aunque segregado:

La Vila Vella (Villa Vieja): La población musulmana (mudéjares) fue desplazada de la zona más estratégica y alta hacia barrios periféricos o se les permitió quedarse en ciertas zonas bajo fuertes restricciones tributarias.

La Vila Nova (Villa Nueva): Se fomentó la llegada de repobladores castellanos y leoneses, para asegurar la ciudad.

La conquista de 1248 fue mucho más que una victoria militar; fue el catalizador de la transformación urbana y social de Alicante. La ciudad islámica, de calles estrechas y laberínticas, comenzó a adaptarse a los usos cristianos. La mezquita mayor fue consagrada al culto cristiano. Se reforzaron las murallas y se modernizó la estructura defensiva del Castillo de Santa Bárbara.

Santa Bárbara aplasta a su padre infiel, con un donante arrodillado. Obra de Domenico Ghirlandaio 1473

Alfonso X otorgó a la ciudad el Fuero Real en 1252, elevando su estatus jurídico. El futuro rey Sabio impulsó la construcción naval y el comercio. Durante casi 50 años, Alicante fue, a todos los efectos, una ciudad castellana.

La paz no duró mucho. La presión fiscal y religiosa sobre los mudéjares provocó una gran revuelta en el reino de Murcia en 1264. Alicante se vio envuelta en el conflicto. La situación fue tan crítica que Alfonso X, incapaz de sofocar la rebelión por sí solo debido a conflictos internos en Castilla, tuvo que pedir ayuda a su suegro, Jaime I de Aragón.

Es un hecho irónico y fascinante: fue el rey de Aragón quien bajó militarmente a «pacificar» Alicante para devolvérsela a su yerno castellano. Jaime I escribió en su Llibre dels Fets (Libro de los Hechos) sobre esta intervención, demostrando la lealtad feudal y familiar por encima de la rivalidad territorial.

El 4 de diciembre sigue siendo una fecha señalada en la ciudad. El nombre de Santa Bárbara es el recordatorio perpetuo de aquel amanecer de 1248.

error

AYUDA A DIFUNDIR