PEDRO DE VALDIVIA CRUZA EL DESIERTO DE ATACAMA
La decisión de Pedro de Valdivia de emprender la conquista de Chile en 1540 fue un acto de audacia que rozaba lo imposible. El vasto y árido territorio al sur de Perú había sido abandonado apenas unos años antes por Diego de Almagro, quien regresó a Cuzco desengañado, sin haber encontrado oro ni riquezas, y tras haber sufrido inmensas pérdidas humanas y materiales, principalmente debido a las inclemencias de la Cordillera de los Andes.
Almagro había seguido la ruta andina, con sus temperaturas gélidas. Valdivia, determinado a evitar los errores de su predecesor, optó por la ruta costera y central, conocida como el «Despoblado de Atacama». Este desierto es, irónicamente, el más árido del mundo, una extensión de cerca de 100.000 kilómetros cuadrados donde la vida es casi imposible, caracterizado por una falta casi total de agua y vegetación. Cruzarlo significaba desafiar directamente a la naturaleza, y su importancia radica en la superación de uno de los obstáculos naturales más infranqueables del planeta. Valdivia no buscaba riquezas, sino la gloria de fundar y gobernar un nuevo reino, una visión que lo impulsó donde otros solo veían miseria.

Pedro de Valdivia es una figura central e ineludible en la historia de Chile, fundador de Santiago de Chile -la capital- y primer gobernador. Valdivia nació el 17 de abril de 1497 en la región española de Extremadura, en la comarca de La Serena, varias localidades disputan ser la cuna del conquistador, pero la Real Academia Española de la Historia indica que nació en Castuera, donde está su casa natal y la de sus antepasados. Valdivia forjó una temprana carrera militar, destacando en las campañas europeas, particularmente en las Guerras de Italia, donde alcanzó el grado de capitán y adquirió una destreza bélica que posteriormente le sería vital en el Nuevo Mundo.
Su viaje a América lo llevó primero a Venezuela y Santo Domingo, y finalmente, en 1536, a Perú, donde se puso al servicio de Francisco Pizarro. Demostrando su lealtad y capacidad militar, luchó contra Diego de Almagro durante la guerra civil entre españoles en el Perú y fue recompensado con una encomienda y una mina de plata, que le otorgaron una considerable riqueza. Sin embargo, su ambición trascendía las riquezas superficiales, soñando con llevar a cabo una empresa de conquista propia.
El objetivo de Valdivia era la conquista de Chile, un territorio que había sido desprestigiado y abandonado tras la fallida y penosa expedición de Diego de Almagro, quien lo había tildado de tierra pobre y hostil. La expedición comenzó a gestarse a finales de 1539. Valdivia invirtió toda su fortuna, que incluía las ganancias de su encomienda y su mina de plata, para equipar la hueste. Sin embargo, el estigma de Chile como una «tierra de miseria» era tan fuerte que le fue extremadamente difícil reclutar hombres. A duras penas, consiguió reunir una fuerza inicial de tan solo 11 hombres y una mujer, Inés Suárez, su compañera, cuya presencia resultaría fundamental.
No había hombre que quisiera venir a esta tierra, y los que más huían de ella eran los que trajo el Adelantado don Diego de Almagro, que como la desamparó, quedó tan mal infamada, que como de la pestilencia huían de ella; y aún muchas personas que me querían y eran tenidos por cuerdos, no me tuvieron por tal cuando tuve que gastar la hacienda que tenía, en una empresa tan apartada del Perú y donde el Adelantado no había perseverado.
Valdivia en carta al Emperador Carlos V de fecha 4 de septiembre de 1545

A medida que avanzaban hacia el sur, Valdivia logró sumar algunos rezagados y descontentos del Perú, elevando el número de españoles a poco más de 150. Además, llevaba consigo alrededor de un millar de yanaconas (indígenas aliados con los españoles) y una gran cantidad de caballos, ganado y provisiones. Esta disparidad de fuerzas y la gran cantidad de bagaje (armas, herramientas, semillas, etc.) impondrían un ritmo lento y agotador al avance.
Valdivia también enfrentó conspiraciones internas. Un grupo liderado por Pero Sancho de la Hoz intentó asesinarlo para tomar el mando, demostrando que la lealtad y la moral eran tan escasas como el agua en el desierto. Valdivia actuó con firmeza, descubrió el complot y, aunque no los ejecutó de inmediato, mantuvo a los conspiradores bajo estricta vigilancia, un acto de liderazgo necesario para preservar la autoridad en un entorno tan estresante.
La expedición inició su verdadera prueba al entrar en el Desierto de Atacama desde el altiplano andino. El avance era una lucha diaria contra la sed, el hambre y el calor abrasador del día, seguido por el frío extremo de la noche. La falta de agua fue la mayor amenaza. Los incas habían aplicado una política de tierra quemada para hostigar a los españoles, cegando pozos y destruyendo pequeñas acequias en los pocos valles transversales.
La crónica de Jerónimo de Vivar y otras fuentes relatan el sufrimiento: los caballos morían de sed y agotamiento, y muchos yanaconas perecieron, dejando sus cuerpos como macabros marcadores del camino. La desesperación se apoderó de los soldados, quienes comenzaron a cuestionar el juicio de Valdivia, añorando las comodidades del Perú. En momentos críticos, cuando la moral estaba al borde del colapso, la intervención de Inés Suárez fue providencial. Se le atribuye la hazaña de haber encontrado agua en el que hoy se conoce como el «Volcán Doña Inés» o en otras aguadas vitales, gracias a su determinación y a la ayuda de los yanaconas. Este hallazgo, en un contexto de milagro y desesperación, salvó a la columna de la aniquilación total y consolidó el respeto de la tropa hacia ella.

El hambre fue otro enemigo constante. Las provisiones se agotaron o se perdieron, y la tierra no ofrecía recursos. La columna se vio forzada a alimentarse de raíces, algunos animales y, en última instancia, de los propios caballos o perros que morían. Este desgaste físico y psicológico hizo que los españoles dejaran atrás objetos de valor, centrándose solo en la supervivencia y en proteger los elementos esenciales, como las semillas y las herramientas de labranza (la visión fundacional de Valdivia).
El lento avance a través de salares, dunas y quebradas secas —siguiendo antiguas rutas incas o cauces secos de ríos— duró cerca de once meses, un testimonio de la brutalidad de la empresa.

Finalmente, después de meses de tormento, a fines de 1540, la expedición alcanzó el valle del río Copiapó (llamado por Valdivia el Valle de la Posesión o Nueva Extremadura), el primer oasis significativo en el sur. Este momento marcó el fin del «Despoblado» y significó una inyección de vida y esperanza.
Al llegar, Valdivia tomó posesión formal del territorio en nombre del Rey de España. A pesar de haber sobrevivido al desierto, la bienvenida no fue pacífica; los indígenas locales, cansados de los abusos de los españoles que venían del norte (como los de Almagro), se mostraron hostiles. El espíritu de los hombres de Valdivia, sin embargo, se había forjado en la adversidad del desierto. Habiendo superado el infierno de Atacama, estaban listos para enfrentar cualquier resistencia humana.
El cruce del Atacama forjó el carácter de los 153 españoles que finalmente llegaron al Valle del Mapocho en diciembre de 1540. Solo unos meses después, el 12 de febrero de 1541, fundó Santiago del Nuevo Extremo, el embrión de la actual capital chilena. Tras la fundación, Valdivia se hizo proclamar Gobernador y Capitán General por el cabildo de la recién creada ciudad, asumiendo la máxima autoridad y cimentando la base del Reino de Chile.

Los primeros años fueron de extrema dureza. La ciudad sufrió un devastador asalto por parte de los indígenas pocos meses después de su fundación, obligando a los españoles y a sus aliados los yanoconas a una reconstrucción constante y a luchar por su supervivencia. Valdivia demostró ser un líder incansable, gestionando la llegada de refuerzos y la extensión del Reino de Chile.
La segunda noche vinieron, pasado la media della, sobre nosotros tres escuadrones de indios, que pasaban de veinte mil, con un tan grande alarido e ímpetu que parecía hundirse la tierra y comenzaron a pelear con nosotros tan reciamente, que a treinta años que peleo con diversas naciones de gente e nunca tal tesón he visto en el pelear como éstos tuvieron contra nosotros.
Pedro de Valdivia relata un encuentro con los araucanos, citado por Álvaro Jara en la Guerra y Sociedad en Chile.
A lo largo de la década de 1540 y principios de 1550, Valdivia fundó ciudades como La Serena, Concepción, Valdivia, Villarrica y La Imperial. Exploró territorios hasta el río Bío-Bío. Sus «Cartas de Relación» enviadas al emperador Carlos V son documentos históricos de gran valor que narran la épica y los sacrificios de la conquista de Chile.
Y para que haga saber a los mercaderes y gentes que se quisieren venir a avecindar, que vengan, porque esta tierra es tal, que para poder vivir en ella y perpetuarse no la hay mejor en el mundo. Dígolo porque es muy llana, sanísima, de mucho contento. Tiene cuatro meses de invierno, no más, que en ellos, si no es cuando hace cuarto la luna, que llueve un día o dos, todos los demás hacen tan lindos soles, que no hay para qué llegarse al fuego. El verano es tan templado y corren tan deleitosos aires, que todo el día se puede el hombre andar al sol, que no le es importuno. Es la más abundante de pastos y sementeras, y para darse todo género de ganado y plantas que se puede pintar. Mucha y muy linda madera para hacer casas, infinidad otra de leña para el servicio dellas, y las minas riquísimas de oro, y toda la tierra está llena dello, y donde quiera que quisieren sacarlo allí hallarán en qué sembrar y con qué edificar y agua, leña y yerba para sus ganados, que parece la crio Dios a posta para poderlo tener todo a la mano.
Pedro de Valdivia, La Serena, 4 de septiembre de 1545
La victoria sobre el desierto, más que sobre cualquier batalla, es la verdadera hazaña que cimentó la Conquista de Chile y aseguró el legado de Pedro de Valdivia. Esta travesía, de casi un año de duración, fue una prueba de fuego de liderazgo, resistencia y determinación, que transformó un desierto de muerte en el camino hacia la fundación de una nación. Su capacidad para transformar la desesperanza en perseverancia es lo que distingue a Pedro de Valdivia como uno de los conquistadores más audaces y determinados de su época.

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