JUAN FERNÁNDEZ
En el siglo XVI, en el Virreinato del Perú, la ruta más sencilla para mantener la comunicación y el comercio entre las ciudades de Lima y Valparaíso, era la ruta maritima, pues hacerlo por tierra suponía recorrer más de 3.200 kilómetros y con la dificultad añadida de atravesar el desierto de Atacama. Pero la ruta marítima tenía una desventaja; la corriente marítima y vientos de Sur a Norte que recorren la costa del Pacífico. Esto significaba que para ir desde Valparaíso al puerto de El Callao se tardaba un mes y medio, gracias a dichas corrientes, pero para el trayecto contrario, desde El Callao a Valparaíso, se tardaba seis meses, pues había que navegar en contra de dicha corriente y vientos.
Uno de aquellos intrépidos navegantes españoles que realizaba la ruta entre El Callao y Valparaíso era Juan Fernández, un experimentado marino que se había instalado en Valparaíso algo más de veinte años atrás. Juan Fernández era un veterano de la Mar del Sur (como se llamaba por entonces el Oceano Pacifico). Había participado en la expedición y descubrimiento de la isla de Chiloé y en la arriesgada expedición de Alvaro de Mendaña a las lejas Islas Salomón.
Juan Fernández estaba decidido a encontrar una ruta alternativa que evitase la navegación contracorriente. Tras estudiar detalladamente los vientos, en el año 1574 zarpó desde el puerto de El Callao a bordo de su nave, Nuestra Señora de los Remedios, en dirección a Valparaíso, pero en vez de hacerlo como siempre, navegando junto a la costa, lo hizo rumbo al oeste y se internó en el océano hasta que encontró una corriente cálida que lo empujaba en dirección Sur. Acababa de encontrar una ruta de vientos favorables. Una vez alcanzado el paralelo de Valparaíso, solo tuvo que navegar hacía el Este hasta llegar al puerto de destino.
El descubrimiento de esta corriente fue un hallazgo extraordinario pues, aunque sobre el mapa la nueva ruta suponía dar un gran rodeo, en la práctica representaba unir las dos ciudades en tan solo treinta días, en vez de seis meses, estableciendo una comunicación fluida entre ambos extremos del virreinato del Perú.
Atento a los servicios que a S.M. ha hecho en este Reyno el dicho Juan Fernández…por tierra y por mar, y en particular el descubrimiento que hizo de la nueva navegación del Perú a este dicho Reyno, engolfados, navegando a treinta días lo que más de medio año se hacía antes.
Gobernador Martín García Oñez de Loyola, 19 de septiembre de 1592.
Juan de Mendoza y Monteagudo, un militar y poeta español coetáneo de Juan Fernández que participó en diversas empresas de conquista y descubrimiento por Perú y Chile, le dedicó un poema a Juan Fernández y su descubrimiento:
Por la banda del este, a mano diestra
Por una brújula marcada y derrotero
La tierra al mismo tiempo se nos muestra
Que della nos da cuenta un marinero
Diciendo: La señal es esta nuestra
por donde Juan Fernández el primero
llegó, por caso digno de renombre,
a dar a aquestas ínsulas su nombre.
Juan de Mendoza y Monteagudo
Pero este no fue el único descubrimiento. En ese mismo viaje, a casi 700 kilómetros de la costa chilena, Juan Fernández descubrió tres islas a las que llamó Santa Cecilia por celebrarse la festividad de dicha santa ese día. A cada una de las islas las llamó Mas a Tierra, Más Afuera y Santa Clara. Hoy en día es llamado Archipiélago de Juan Fernández.
Tampoco termina aquí la carrera científica de nuestro protagonista pues estudios más recientes le adjudican ser el primero en llegar a Nueva Zelanda. Según un informe que presentó el funcionario real Juan Luis de Arias en el año 1609 al rey Felipe III, en el cual recomendaba la evangelización de los indios que habitaban el Mar del Sur, Juan Fernández había descubierto a poco más de 40 grados y a un mes de navegación de la costa chilena, una tierra muy fértil, rica y abundante, poblada de gente blanca vestida de muy buenas telas y tan apacible que les ofrecieron un buen recibimiento.
Un piloto llamado Juan Fernández (el que había descubierto el viaje de Lima a la costa de Chile, haciéndose la costa en la que casi siempre perseveran vientos sures), salió de la costa de Chile, , de poco más de 40 grados, en una nave pequeña, con ciertos compañeros suyos, y navegando por algunas derrotas entre el oeste y el sudeste , aportó en tiempo de un mes a una costa, a lo que pudieron juzgar, de tierra firme, muy fértil y agradable, poblada de gente blanca muy bien aficionada, de nuestra estatura, vestida de muy buenas telas y tan apacible y acariciadora, que por las vías que pudieron significarlo les ofrecieron muy buen acogida, y de los frutos y las riquezas de su tierra, que parecía ser de todo muy rica y abundante. Pero por ir tan a la ligera se tornaron a Chile, con intento de volver a lo mismo con suficiente aparato y por tenerlo secreto hasta que ellos con sus amigos pudieran volver a descubrirlo se dilató un día y otro, hasta que murió el Juan Fernández y quedándose con su muerte cosa tan importante.
Juan Luis de Arias, 1609
Por la latitud, la distancia y la descripción de los habitantes y del lugar, todos los expertos coinciden en apuntar que se trata de Nueva Zelanda y esto no es un brindis al sol, sino que es firmemente apoyada incluso por historiadores británicos, australianos y neozelandeses. Pero sí quedaban dudas, hay una carta dirigida a Felipe II por Rodrigo de Quiroga, gobernador de Chile entre los años 1573 y 1580, en la cual menciona el viaje de Juan Fernández a Nueva Zelanda y Australia.
«…haciéndose al oeste desde Lima para descubrir el viaje a Chile, buscando tiempos para ello y alejándose del paraje cerca de la costa…y haciéndose al sur con poca declinación hacia las cuartas colaterales, descubrió la sobredicha costa de la Tierra Firme Austral.«
El olvido y la ingratitud se han cebado con los navegantes españoles, pero con Juan Fernández de manera especial en el archipiélago que pese a llevar su nombre no tiene siquiera una mediocre estatua que le recuerde. En el año 1966, el gobierno chileno cambió el nombre a las islas que él llamó Mas a Tierra y Más Afuera, por los de Robinson Crusoe y Alexander Selkirk en homenaje a la novela de Daniel Defoe, pese a que el autor inglés no ubicó la isla en el archipiélago y no está documentado que el marino escoces sobreviviera en alguna de estas islas. La fantasia se ha impuesto sobre la historia; estatua para el naufrago, marca de cerveza artesanal, mil y una leyendas falsas en boca de unos habitantes isleños que ignoran su origen español y dicen sentirse muy conectados con el pirata escocés, cuyo trabajo era atacar las costas de Chile. Ningún recuerdo para el hombre que descubrió una corriente de vientos que hizo posible la navegación de Norte a Sur por la costa chilena.
Pero ya se sabe; la inteligencia, la iniciativa y el valor navegan en solitario sobre un océano de ignorancia.